Pesadillas y gobierno

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Capítulo I: Secretos de familia

"25 de Junio, año 1950

En este mundo existen muchas cosas inexplicables.
Existen personas pequeñas y grandes, con talentos musicales y sin ellos. Personas que o tienen buena suerte, o quiénes no la tienen. Pero sobretodo, existen personas buenas y malas. En el caso de estas últimas, es difícil saber quién es bueno y quién es malo. Incluso a veces confundimos la apariencia con las verdaderas intenciones, y caemos en las trampas que nos han preparado. Ese fue mi caso, y quisiera creer que algún día, muchos años después de mi muerte, alguien encontrará este cuaderno y aprenderá de mis errores.

Mi nombre es Ryouta Aiko para Draconis y Danielle Delacour para Essex. Soy la hija de una unión poco esperada y la combinación de dos culturas que se aborrecían. Pero bien, el punto es que existo en este mundo y hoy he decidido comenzar este diario. Ya sé... Quizás parezca una tontería hacerlo. Todos mis datos de vida estarán registrados en algún libro de historia para cuando alguien encuentre lo que estoy escribiendo. Pero me gustaría contarlo de primera mano, pues aunque no tengo más años que la mayoría de los habitantes de este mundo. Si puedo afinar que he conocido la verdadera maldad en persona. Bastante irónico ¿No? Una lastnik pasándola mal y escribiendo un diario dónde se va a revictimizar de como esto ocurre en casi todas de las monarquías existentes. Y por lo mismo, muchos no se tomarán mis palabras en serio y solo las verán como las divagaciones de una lastnik loca y mimada, pero espero que alguien se tome la molestia de leer sin encasillarme en un papel bastante común y tratar de entender cómo es que he llegado a este punto.

Bien, todo comenzó hace unos cien años. En una época dónde la tecnología no existía, donde una sodnik debía esperar a que llegarán las cartas de su amado y dónde los shibō habían perdido casi todos sus derechos. Todo eso aún lo recuerdo como si apenas hubiera sido ayer. En especial, porque el bosque había sido adornado con lirios en honor a mi nombre tribal, y porqué mi abuela materna se había molestado al ver cómo los tan acostumbrados rosales habían sido reemplazados por flores que para ella, representaban la muerte.

Sin embargo, no pudo discutir con mi madre. Pues ella había ascendido al trono meses antes y como lastnik de Essex, solo le debía explicaciones a mi abuelo.

Se esperaba que todo fuera perfecto, ya que Constellatio nunca hacía visitas a menos que se tratara de algo importante; en este caso, se trataba de la ceremonia de iniciación de quien sería la próxima Lastnik de Essex.

Sabía que esta reunión sería prioritaria para el reino, ya que si hacía algo mal y disgustaba a la majka de la Sabiduría seguro terminaríamos todos muertos. Fallar no era una opción, y aunque se supone que tenía que ser el día más feliz de mi vida, no lo era. Estaba tensa y nerviosa por complacer al clan, sobretodo a mi madre y a la nonna Niss, quien me había criado desde que mis padres se separaron.

El día que cumplí ocho ciclos desperté temprano. Todo era confuso y los recuerdos de la noche anterior eran borrosos, como si una niebla oscura los cubriera. Al principio no le tomé importancia, después de todo era un simple sueño que mi subconsciente había olvidado y, siendo sinceros, eso era algo normal. Al levantarme de la cama las doncellas entraron presurosas a la habitación, listas para prepararme para la ceremonia. Puede que no fueran shizen ni hoshis, pero sabían lo importante que era para el país que coincidieran la visita de Constellatio y la llegada a la edad adulta de la futura lastnik. No sólo estaría la más alta sociedad, sino también la lastnik suprema de nuestra tierra. A veces pienso que lo que pasaba fuera de las murallas del castillo le importaba más a las doncellas a mí. Yo sólo quería tener a mi madre conmigo, y también quería comprender por qué no se hizo cargo de mí cuando mi padre la abandonó.

Las criadas decían que él no quería una familia a la que apegarse, que era un espíritu libre destinado a vagar por el mundo. En esa parte tenía que darles la razón. Papá no era una persona que permanecía más de una semana en un solo lugar.

Quizás así evitaba visitar a su mayor error, la única persona que lo ataba a una familia después de mi tío Eiji.
Esa persona era yo.

Por órdenes de la tradición me habían preparado un vestido de color rojo oscuro, y las doncellas habían maquillado mi rostro con una ligera capa de pintura blanquecina. De nuevo, la nonna María se habría escandalizado de haberme visto, pero mi madre no lo había permitido. Apreciaba la intención de mis abuelos paternos al incluir a su parte de la familia, y no quería arruinar lo que prometía ser una demostración de la cultura de Draconis.

Fueron largas horas de espera hasta que terminaron de preparar mi aspecto y recoger mi enmarañado cabello en un tocado perfecto sin ninguna hebra rojiza salida de su lugar. No podía creer que alguien pudiera lograr aquello, y por algunos minutos mi propia imagen en el espejo me distrajo, hasta que escuché una dulce vocecilla y vi a su dueño entrar a la habitación.

—¡Aiko!

Mi pequeño tío había entrado con mucha prisa, y quienes me atendían no podían entender su idioma ya que él aún no dominaba el de Essex, así que me vi obligada (o puede que no) a hablar en el idioma que usaba en casa.

—Eiji, vas a lograr que nos metan en problemas de nuevo.

—Lo siento... —comenzó a disculparse —Pero quería verte antes de que nos vayamos a casa. Mamá Niss dice que tú tienes que quedarte un tiempo más con tu madre, y que nosotros nos iremos tan pronto termine tu ceremonia de iniciación.

“¿Por qué está haciendo esto de nuevo?” me pregunté “¿Por qué siempre quiere alejarme cuando más la necesito?”.

—Es una pena escuchar eso, yo quería irme con ustedes...

Eiji no parecía tener mucha paciencia ese día. Quizás era por los dulces "robados" en la cocina, o más bien donados por la cocinera, quien se complacía en darle azúcar a los niños que no huían de ella. No importaban los rumores que circulaban, la señora Bianchi era una buena mujer. Una mujer que al parecer había dado una cantidad exagerada de azúcar a mi hermano, quien no podía esperar a que terminara de contestar porque me interrumpía.

—No puedes, mamá dice que tienes que quedarte para que la señora Alessandra te enseñe a gobernar el país, y que no estaremos mucho tiempo en nuestra casa ya que iremos a visitar al abuelo Arthur para las próximas batallas.

—Hermanito, has hablado demasiado rápido. No entendí la mitad de lo que me has dicho.

Mentía. Había entendido todo a la perfección.

—Lo siento, ¡Pero estoy feliz! El abuelo al fin me dará una de sus espadas cuando vea lo mucho que he mejorado.

Fue como si alguien me hubiera golpeado. No quería arruinar el maquillaje por el que tantas horas había sido torturada, condenada a la inmovilidad total en lo que parecía un banquillo para acusados, solo por algunas lágrimas traicioneras. Desde antes debí saber que esto sucedería algún día. La abuela Niss era quien me había criado junto con sus otros nietos, a quienes —salvo la prima Sam —nunca había tratado como si fueran una carga de la que quisiera deshacerse. Aun así, así era como yo me veía: una carga grande por culpa de un error de juicio de parte de su hijo mayor.

—No te preocupes —dije, tratando que mi voz no se quebrara. Solo quería estar sola para que nadie más viera el desastre que era cuando tocaban mi peor parte —¿Hermanito? ¿Podrías ir con mamá Niss? Me han dicho que mi madre vendrá en unos minutos.

Después de que él se fuera, contemplé de nuevo mi imagen al espejo y me pregunté: ¿Hay algo malo en mí? ¿Porque mi familia me está abandonando? ¿Que hice mal?

En esos momentos no lo entendí, aún era muy pequeña para saber los sucios secretos que existían en mi propio hogar y que enturbian las aguas que mantenían viva la esperanza de algún día ser amada por mi madre. Sabía que ella, muy en el fondo, me quería aún si no lo expresaba, o al menos nunca lo demostraba en público."

 



Así comienza el diario de Danielle Delacour, quien más tarde sería llamada la Lastnik de la paz, aunque no creo que el nombre le quede: durante casi todo su gobierno, el país que gobernaba permaneció en guerra, y las sublevaciones eran el pan de cada día. No había semana en la que no sucediera algo malo, y aunque los súbditos de Meira se matarán entre ellos

Pero como ya notaron, Danielle no tuvo una infancia normal.

Tampoco su adolescencia fue la más adecuada, pero de alguna forma siempre tuvo a alguien para sostenerla. En sus primeros años fue una shizen llamada Ryouta Niss, a quien ella llamaba "nonna", aunque esa no fuera otra más que la lastnik de un país lejano que casi nunca visitaba. Pero esa lastnik no parecía merecer el título de madre, pues no era indispensable en la vida de Aiko. Después de todo, Alessandra Delacour había permitido que su hija fuera criada por extraños en lugar de su familia.

Quizás por esa razón, Danny no era la niña mas feliz en su día de iniciación; tenía estrés que ni debía tener con ella y todo parecía una pesadilla. Quizás también era por eso que siempre se detenía ante los espejos y se preguntaba en voz baja "¿Qué hay de malo en mi?". Ese día no fue la excepción, y mientras mirada distraída su imagen, Alessandra entró a la habitación y ordenó a los sirvientes que se retiraran.

—Te ves hermosa esta noche —dijo mientras se acercaba a su hija —. Me recuerdas a tu tía Mellea cuando festejamos su iniciación —trataba de tranquilizarla, pero era obvio que no lo lograría con facilidad.

—¿Por qué tengo que hacerlo? —se limitó a preguntar la niña mientras ignoraba lo que su madre había dicho.

—Es una tradición de nuestro clan y tu padre ha pedido que la familia Ryouta sea quien la organice. Yo no tengo nada que ver.

La lastnik Alessandra estaba decepcionada por el rechazo tan rotundo que había recibido, pero no dejó que Danielle lo notase.

La niña volvió a contemplar su figura en el espejo y suspiró.

Sabía que como sodnik de Essex y Draconis debía cumplir con todas y cada uno de las ceremonias, pero esta le parecía muy innecesaria. No sólo por el hecho de que alguien le revelara su futuro, sino porque aún le guardaba rencor a su madre por abandonarla años atrás. Porque a pesar de la buena intención de Alessandra, sus visitas eran incómodas, y madre e hija mantenían la distancia.

Porqué Danielle Orabella Delacour de Essex y Ryouta de Draconis, solo tenia un año de edad cuando sus padres se separaron. No sabía las razones pero supuso que algo grave había sucedido como para que Ichiro, su padre, abandonara a su esposa y se la llevara a Draconis, lejos de lo que alguna vez llamó su nuevo hogar. De aquello habían pasado muchos años y parecía un asunto olvidado. Sus padres habían hecho nuevas vidas y eran felices a su manera. Alessandra era lastnik de Essex, y en cuanto a Ichiro... él era libre y sin ataduras. 

—Pero no quiero hacerlo... ese hombre me abandona para irse a servir en una guerra que no le concierne —fijó su ojos al suelo y continuó hablando —. Sin contar que me deja con la peor de las brujas cada vez que puede.

La paciencia de Alessandra era muy poca ese día, y el que su hija rechazara las costumbres de su mundo le enojaba.

—No vuelvas a hablar así de él ni de tu abuela, ¿entiendes? No fue solo su culpa que todo sea complicado... —se detuvo a media frase al notar que su hija la ignoraba, así que la tomó del brazo en forma brusca y —: Danielle, ¿me estás escuchando? No vuelvas a pronunciar esas palabras.

—Señora, mi nombre es Aiko, no hablaba de mi abuela y sí, la estoy escuchando... —estaba aburrida por la larga noche que le esperaba, y no era para menos. Después de aquella ceremonia alcanzaría la mayoría de edad con todos los derechos y responsabilidades de una sodnik.

—No me hables en ese tono, recuerda que soy tu madre.

—Lo siento... —dijo, aunque no podía decirlo de forma sincera.

—Esta vez lo dejaré pasar, pero que no se vuelva a repetir —Alessandra cerró los ojos y aspiró aire para tranquilizar sus mente.

—¿Recuerdas lo que tienes que hacer? —preguntó —. No tienes que olvidar nada, o la majka se enojará y nos traerá mala suerte en las cosechas...

De nuevo la mente de Aiko divagó. Estaba harta de todo, pero sobre todo, estaba harta de que le repitieran miles de veces lo que tenía que hacer cuando ya sabía la ceremonia completa. Solo quería que todo terminara para poder regresar a Draconis y estar con aquellos a quienes sí consideraba su familia: su abuela, su abuelo y su tío Eiji. La relación que mantenía con la mujer que decía ser su madre era fría y casi tan distante como la que llevarían un par de desconocidos.

Mientras tanto, Alessandra pensaba lo mucho que le hubiese gustado que la relación con Danny fuera diferente.

 Era obvio que ella solo era un mal recuerdo de la infancia para Aiko, quien rara vez accedía visitar el país que heredaría una vez que fuera mayor. La niña incluso le recordaba a sí misma cuando era joven. No es que hubiera envejecido, ya que los Inmortales no llegaban a aparentar más de veinte años, pero veía en su hija aquel espíritu indomable típico de la familia Ryouta, un espíritu que quizás la metería en problemas en el futuro y que era indispensable controlar desde tierna edad. Pero no era solo eso lo que se reflejaba de ella en su hija; la niña tenia el cabello rojizo y unos grandes ojos azules, además de una complexión delgada y aspecto delicado que le hacían parecer aún más joven de lo que era. Era una copia casi exacta, si no se tenía en cuenta los rizos y los rasgos que Aiko había heredado de su padre.

—Mi señora —dijo una doncella desde el otro lado de la puerta —Todo está listo, y Su Majestad pide que la joven sodnik se presente al gran salón.

—Dígale a mi padre que estaremos allí en cinco minutos.

Al parecer la hora había llegado, era necesario que su hija estuviera lista, así que esperó que la doncella se fuera a dar el recado para terminar sus instrucciones y después decir:

—¿Estás lista?

—Lo estoy —. La seguridad se notaba en su voz pero también se notaba el bajo entusiasmo que tenía por la ceremonia.

—En ese caso, terminemos con esto lo más pronto posible.

Ofreció su mano y, después de ayudarla a bajar de aquel banquillo en el que se había mantenido quieta en lo que la preparaban, comenzaron a caminar hacia el gran salón. Ese día fue un caso, la guerra había comenzado y aunque lo hubieran querido evitar, todo era parte de un plan del destino para que la pesadilla mayor diera inicio.

Y todo comenzó aquella mañana de Enero cuando la entonces sodnik de Essex y Draconis despertó. Su cabello pelirrojo caía sobre sus hombros de forma desordenada y el enrojecimiento en sus ojos soñolientos comunicaba que no había pasado una buena noche. Las doncellas que más tarde la atenderían quizás pensaran que estaba ansiosa por celebrar su iniciación. Muchos decían que la sodnik ya estaba amargada por la edad ¿pero quien no lo estaría si su infancia durará más de ochenta años?

Porque no importa a cual raza pertenezcas, algunos Hoshi son distintos a los demás y todo porque ellos no crecen rápidamente. Nacen y crecen de forma común hasta los cuatro años, pero a partir de allí su crecimiento se estanca al punto de que sólo avanzan un año por cada diez años de existencia. Así que a la edad casi centenaria la pelirroja no aparentaba mas de doce primaveras.

Esa celebración era importante, pero años después de la ceremonia y de que todos los presentes murieran o fueran enviados a sus respectivas misiones y países, Danielle trataría de olvidar ese día y la dolorosa forma en la que perdió su inocencia.

Cuando ella y su madre llegaron al salón del trono, contemplaron una imagen que muchos catalogarían perfecta. Al fondo del salón se elevaban dos tronos de estilo occidental. Uno de ellos estaba ocupado por Piero Delacour, el abuelo de Aiko. El otro pertenecía a su madre, quien caminaba junto a ella tomando su mano. A un lado de los tronos estaban sus abuelos paternos, quienes al no ser directamente de la realeza, solo permanecían de pie junto a su tío Lissandri y su esposa.

Nadie había notado la presencia de Constellatio hasta que emergió de las sombras, tomando al mundo de sorpresa, y caminó de forma lenta detrás de Alessandra y Danielle. Todo era silencio, tal y como habían sido sus vidas durante los últimos años, en los cuales las clases de protocolo y conducta eran algo de todos los días. La niña estaba aburrida de esperar a que le llegara el turno de tomar la corona para poder librarse de todas esas ceremonias, innecesarias desde su punto de vista, y poder dirigir a un ejército para gobernar nuevas tierras, pero para eso faltaba mucho... no llegaría a gobernar hasta que cumpliera ciento sesenta años.

El camino hasta el trono principal terminó y Danny esperó a que su madre tomara su lugar para hacer una reverencia.

Después le dio la espalda a sus padres y se hincó ante mí, al mismo tiempo que bajaba sus ojos al suelo en señal de sumisión. Desde esa perspectiva no parecía la niña que tantas batallas había presenciado y que tantas otras dirigiría en el futuro para librarse de su pasado. Parecía un ser frágil que debía ser protegido y al cual el mal no debía alcanzar, pero el destino era cruel y no me permitiría cuidar de ella.

—Mi señora. No he venido en son de batalla, ni he venido a insultar su presencia —si la espera fue tediosa para ella, el tener que recitar aquel discurso lo era aun más —. He venido a buscar su aprobación para cruzar hacia el portal del mundo espiritual con el fin de buscar aquel ser destinado a cuidar mi alma.

Piero Delacour observó a su nieta por unos segundos y estuvo a punto de suspirar de manera triste. ¿Por qué razón? Al parecer Danny, al igual que Lissandri, no apreciaba las tradiciones que él amaba. No es que la iniciación fuera parte de las suyas, pero era importante para una sodnik como Aiko el aprender a valorar la historia y la cultura de sus países de origen.

—Tienes mi aprobación y la bendición del clan para que encuentres tu destino —dije mientras tomaba su mano y la ayudaba a incorporarse.

 


"Nunca olvidaré lo que ocurrió. Hasta ese día nunca había pensado en la razón por la que mi padre se había ido. A veces pienso que nunca debí pedirle que me visitara antes de la ceremonia, pero creo que fue necesario un poco de realidad antes de enfrentarme a lo que sería mi destino. Pasé toda la noche llorando penando en que ojalá no se lo hubiera pedido... pero no quiero escribir eso ahora. 
Aún duele recordar todo lo que dijo.

Mientras mi madre me dirigía hacia los tronos, escuché a los asistentes preguntar "¿Dónde está la majka?", seguido por un murmullo de admiración cuando una extraña sombra comenzó a caminar detrás de nosotras. Después de recitar el absurdo verso que había aprendido para la ocasión, Constellatio tomó mi mano y me ayudó a levantar. Una vez que estuve de pie, con su cetro golpeó el suelo y una fuerza espiritual nos envolvió en una burbuja de niebla oscura."



Al abrir la esfera de energía, apareció el limbo. Todo salía de acuerdo al plan así que solté la mano de la niña y coloqué un libro en sus manos, quizás el libro más poderoso que alguien pudiera entregarle alguna vez. ¿Por qué lo dicen? Porque ese libro puede contener toda tu esencia, todo tu futuro, y si no sabes manejar bien la situación, puede que incluso contenga el final de tus días. Pero a la niña no le dije esto, solo le di algunas indicaciones básicas.

—Tienes dos horas para leerlo. Puedes saltarte páginas si algo te disgusta, más te recomiendo no hacerlo ya que esto afectará a toda tu familia, tanto la presente como la futura.

Así que adelante, toma asiento en el suelo y comienza. El tiempo fuera de esta esfera no transcurrirá hasta que tomes la decisión final sobre tu vida... y algo más, no olvides tomar la nota que esta en la última hoja.

 


"No recuerdo mucho de mi iniciación, y no creo que alguien más recuerde la suya, pero si hay algo que nunca olvidaré, es la batalla que se había formado fuera de la burbuja. La gente huía aterrada, la sangre corría por el suelo, y allí estaba yo, aturdida por el desgaste de energía que había hecho. Todo a mi alrededor parecía transcurrir en cámara lenta. Mis abuelos y los guardias desenfundaban las espadas, mientras el resto de las mujeres que no participaban en la pelea huían por las puertas laterales en búsqueda de refugio.

Podía escuchar los gritos de las personas que se desangraban, una mezcla de gemido entrecortado y una negación total a la muerte. De lo que no me percaté en esos momentos fue que estaba entre ambos ejércitos, y mamá Niss no dejaba de gritar intentando llamar mi atención.

—¡Aiko! ¡Aiko! ¡Cuidado!"

 



La niña vio a su abuela correr hacia ella, espada en mano... ¿Acaso intentaba matarla? Pronto descubriría que no era así.

Pero por alguna razón, Danielle no podía apartar la vista de aquella espada que exhalaba fuego mortal, y que en pocos segundos dividió en dos a una criatura que se había dispuesto a atacarla.

La señora Niss, una shizen de más de trescientos años con rasgos draconienses, cabello negro y piel tostada por el sol, puso sus manos en los hombros de su nieta y exclamó:

—¡Despierta de una vez! ¡Están atacando tus enemigos!

Al ver que la niña no podía moverse no le quedo de otra más que gritarle a su esposo.

—¡Augusto! ¡Cuida a tu nieta! No puedo dejar a los Delacour solos en esta batalla. ¡No dejaré que de nuevo roben el honor a nuestra familia!

Augusto no tardó en reaccionar y corrió hacia donde estaban ambas mujeres para tomar a Aiko en brazos con la intención de sacarla de allí. “¿Qué ocurre? ¿Por qué no puedo estar ayudando a mi abuelo?”.

Podía sentir el calor de las llamas mientras el gran salón era consumido por el fuego que las espadas de ambos bandos provocaban, y ver las siluetas que hacían en lo que quedaba de las paredes mientras miembros de los dos ejércitos morían.

Ella y su abuelo estaban a punto de salir por una de las puertas laterales cuando un monstruo de tenebrosos ojos amarillos y cabello oscuro les cortó el paso. Augusto soltó a la niña y sacó su espada intentando desafiarlo, pero él fue más rápido y lo apartó de un solo golpe. Sus colmillos indicaban que pertenecía a la raza Kōri, y el que sus ojos se pusieran rojos no era una buena señal.

Después de todo, no existía mayor tentación para un Kōri que la sangre joven de un Hoshi.

—Parece que tendré una buena cena el día de hoy...

La sonrisa en su rostro era siniestra, y las garras en que se habían transformado sus uñas le daban un aspecto terrorífico. Aiko lo observaba con el miedo reflejado en la cara. Nunca antes había tenido que enfrentarse a un monstruo de esa clase, y mucho menos sin alguna arma que la ayudara a defenderse. Fue entonces cuando escuchó la voz de su protector por primera vez. 

 


“¡Huye!”, gritó una voz dentro de mi cabeza, “El orgullo de un Delacour no vale nada si estás muerto, ¡huye!”.

Si hubiera sido un día normal, escuchar esa voz me hubiera asustado, pero ese no era un día cualquiera. Al fin había pasado el ritual que definía mi futuro y sin el cual no podría heredar el país de mi madre. Mientras mi lucha interna continuaba, aquel ser repulsivo se acercaba lentamente hacia mí. Conocía aquel truco, y sabía que los de su raza lo hacían con el fin de infundir más miedo a sus víctimas. Sin duda sabía cuales puntos del sistema nervioso tocar para darles un sabor especial y causarles una muerte lenta y dolorosa, acompañada de estrés emocional y el más profundo de los terrores. Cuando él estaba a un metro de mí, escuché la voz de mi madre gritar mi nombre aterrada. Fue entonces cuando desperté.

—Aléjate —dije tartamudeando cuando al fin pude articular palabra—. Aléjate o te atravesaré con mi espada.

 

 


Escuchar eso fue motivo para que esa cosa soltara una risa sarcástica que bien pudo matar de miedo a un Shibō.

Alessandra estaba concentrada en la batalla cuando escuchó a su ex suegra gritar el nombre de su hija. Fue entonces cuando vio a uno de los monstruos a punto de atacar a Aiko, la niña estaba aterrada y tenía los ojos muy abiertos al no tener escape del Kōri. Mientras tanto, Augusto observaba la escena tirado en el suelo con su espada incrustada en el costado. Su nieta moriría en cualquier segundo si no hacía algo para impedirlo, ¡Pero no podía hacer nada! La espada había sido bañada en ponzoña de dragón y eso lo mataría si se movía. Debía actuar rápido ¿La vida de su nieta o la suya? El tiempo se terminaba y la decisión tenía que ser tomada, o sería el fin de la dinastía.

 

La risa del monstruo era diabólica, profunda y, sobretodo, un enigma para mí. ¿Por qué hacían esto? ¿No se suponía que esa guerra había terminado siglos atrás? Al parecer no, y este ataque era la prueba palpable de que todo estaba mal. Mi madre no podía ayudarme, ya que tenía a dos Kōri impidiéndole el paso. Mi destino era morir y aceptar la derrota del clan, así que cerré los ojos y esperé la estocada final junto al relativo dolor que sientes al morir.

Pero eso no llegó, y sólo escuche la melosa voz del Kōri decir: 

—Sin duda Alessandra le falló al clan cuando eligió a tu padre, nadie de su familia vale la pena y tú... —el monstruo enseñó sus colmillos en una sonrisa sádica y agregó: —tú eres tan cobarde como tu tío.

Un brote de indignación me llenó, y unas lágrimas de rabia corrieron por mis mejillas al ser comparada con el ser que más odiaba.

—Oh, ¿la niña está llorando? No has cambiado desde el día en que me llevé a tus hermanas y tu padre no hizo nada por impedirlo.

—¿Qué...? —fue lo único que pude decir, ya que el monstruo fue atravesado por una espada de hielo.

 

 

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