image

image

image
Orhidei Vermelho Cambio su foto de perfil
9 w

image
Azul Vermelho Cambio su foto de perfil
9 w

image
Emma Lavitia Cambio su foto de perfil
10 w

image
Julian Vermelho Cambio su foto de perfil
12 w

image
Vladimir Vermelho Cambio su foto de perfil
12 w

image

— Meave, este año elegiremos el pastel para el otro.

Demandó Dorian.
Por lo general, era Meave quien daba las indicaciones al niño, Mateo cedía a los deseos de su hermana y hacia lo posible para hacerla feliz.
Sin embargo, a sabiendas de que no es como si cada uno pudiera ir a la tienda a comprar libremente regalos para el otro, pidió ayuda a su madre para ir a buscar un pastel que él creía, iba acorde con su hermana.
Se aseguró, eso sí, de elegir sus sabores favoritos bajo esa cubierta elegante

— Feliz cumpleaños, hermanita... — destapó la caja, buscando unas velitas para ir colocándolas en el pastel — Espero que te guste, a mí me gustó. Pide un deseo.

image

› ༄ ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀﹀
⠀⠀⠀⠀ ⠀⠀ ᴛɪᴘᴏ ᴅᴇ ᴘᴏsᴛ: ɴᴀʀʀᴀᴛɪᴠᴏ.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀ ᴍᴜꜱᴀ: sᴀᴍᴀɴᴛʜᴀ ᴅᴇ ᴀʀᴀɢᴏ́ɴ
⠀⠀⠀⠀⠀⠀ ⠀ ɪɴsᴘɪʀᴀᴄɪᴏ́ɴ: https://www.facebook.com/reel/....381694519331527?mibe
https://www.facebook.com/reel/....867053137614276?mibe
https://www.facebook.com/reel/....486447482815521?mibe
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀
⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀﹀
⠀⠀⠀ "Para la viuda de Aragón la maternidad no había sido fácil. Había dado a luz muy joven, apenas pasando los dieciocho años, y aunque había amado a esa niña y a su padre, no pudo evitar sentirse sola cuando pensó que este las abandonó.
Los primeros años fueron difíciles, más de lo que pudo pensar cuando tuvo a su niña en brazos. Aquella primera vez había resultado traumatica. Incluso se había dicho que no tendría un segundo hijo y ni que decir de un tercero. Pero para cuando el esposo "volvió", ella de un momento a otro deseó la familia que sus propios padres no le habían dado, y dió a luz tres niños más.
Con ellos tuvo suficiente. Eran su felicidad y por primera vez el lúgubre palacio de Lindsey se llenó de las risas infantiles que por tantos siglos faltaron. La felicidad familiar era palpable, podía incluso ver a Sam volver a esos hábitos que el protocolo le había robado en su infancia y se le veía convivir con sus hijos. Era como volver a una época segura donde tenía paz y dónde sólo le importaba despertar al lado de su esposo y verlo sonreír.
¿Un quinto hijo? Eso se había preguntado muchas veces. Por eso Laetum llegó a sus vidas y las llenó de más alegría. Adoptarla no fue una decisión difícil. Mateo y ella amaban a sus niños ¿y porqué no una más? Después de todo, le debían estar juntos al padre de su nueva hija.
Habían formado un hogar estable y amoroso donde sus hijos crecían y se desarrollaban bien. Claro, no eran tradicionales, Sam se encargaba de sus propias labores como monarca y Mateo se encargaba de los niños. Pero aún así lo hacían funcionar y todo indicaba que serían una de esas familias reales que dejaban en mal a las otras. O al menos así fue hasta que la guerra se llevó a Mateo, y Sam se vió sola con cinco niños que requerían de toda su atención.
Es allí cuando las cosas comenzaron a ir mal. La maternidad de la que tanto había disfrutado se había ido junto a su compañero de vida y se volvía una carga. No podía lidiar con todo al mismo tiempo, siempre había un niño jalando de su falda pidiendo su atención y también surgió el tema de protegerlos. ¿Qué podía hacer? ¿Dejarlos salir a que alguien les hiciera lo mismo que a su esposo? ¿Dejar que otros le quitaran las últimas piezas de su corazón roto? No. Eso jamás lo permitiría.
Así que los niños, antes libres de visitar los pueblos cercanos con sus padres, se volvieron reclusos en su propio palacio y cerca de cien guardias vigilaban. Juliette, la mayor, fue quien mejor tomó ese encierro. Había pasado sus primeros años con su madre deprimida y sabía que ella quería cuidarlos. Pero no fue así para Will, quién, junto con su melliza, acostumbraban meterse en problemas. Mostraban ese carácter rebelde que Sam alguna vez tuvo cuando adolescente y se divertían escapando de cada guardia y de cada doncella encargada de cuidarlos.
Sam se veía en ellos, más en Will, y tuvo miedo. Miedo de ser la madre estricta que alguna vez fue la suya. Así que mantuvo a Will junto a ella, pero fue permisiva. Le permitió corretear entre las bibliotecas, consumir algunas sustancias en pequeñas dosis y tener alguna que otra novia, al menos hasta que ese espíritu se calmó. Todo bajo su atento ojo. Pero si de algo se olvidó la reina, fue de mostrarle amor a su hijo y cada día se sentía más distante con él.
Lo amaba, pero no era un amor incondicional. No del tipo que se espera de una madre, y quizás por eso, Sam lo prometió en matrimonio cuando tuvo la oportunidad y para esposa de Will, ella eligió a una mujer fuerte, pero dulce.
Alguien que lo pudiera comprender y con el dinero suficiente para protegerlo de la misma forma en la que ella lo había hecho.
Así se deshizo de Will por unos años, hasta qué él regresó con su esposa y le anunciaron la próxima llegada de sus primeros nietos.
Por supuesto que no. A Sam no le entusiasmó la idea de tener nietos. Aquello representaba más preocupaciones, más gastos a la corona y sobretodo, a Sam le dolió pensar en lo mucho que Mateo habría amado a esos niños. Los muchos juguetes que habría comprado para ellos, la ropa que quizás les hubiera tejido y los paseos a lo que él los habría llevado. Eso sí, nunca se quejo frente a ellos. Nunca se mostró hostil con la pequeña Lucy, su nuera, e incluso se encargó de que fuera bien atendida. Pero Sam no fue feliz al pensar en todo lo que le había sido arrebatado.
Al menos hasta que Lucy dió a luz.
Ese día, según dictaba el protocolo, Sam entró a la habitación donde ambos niños y la madre descansaban.
Se sintió mal al instante, pero no dejó que eso le impidiera cumplir el protocolo. Había aprendido a esconderse tras una sonrisa falsa, a decir solo las palabras correctas, pero todo cambió cuando Will puso en sus brazos a su primer nieto varón.
Esa era la primera vez en décadas que cargaba a un bebé, por lo que no sabía cómo acomodarlo bien en sus brazos, pero cuando el niño por primera vez abrió sus ojos, algo se derritió dentro de Sam.
¿No eran esos los ojos de Mateo? ¿No tenían ese bonito color azul que solo había conocido en su esposo? Sam no sabía que decir. Aquel niño era lo más hermoso que había visto en su vida. Era la perfecta continuación de su estirpe y no pudo evitar acariciar la mejilla del bebé con su dedo.
—¿Ya han pensado en un nombre? — preguntó a los nuevos padres.
— La niña se llamara Maeve — fue lo que dijo Will mientras sostenía a su otra nieta.
— Buena elección — dijo Sam sin apartar la vista de su nieto — ¿y el niño?
— Habíamos pensado en llamarlo Dorian, como papá.
Esta vez respondió Lucy y Sam pensó que la respuesta era lo adecuado.
Siendo su hijo ahora parte de los Delacour, debía honrar primero a los antepasados de su esposa.
— Buen trabajo, mi querido nuera.
Sam le entregó el bebé mientras lo decía.
— También nos gustaría que se llamara Mateo — añadió Lucy sabiendo que Will no se atrevería a mencionar dicho nombre — Pero solo si usted nos lo permite,
—¿Es eso cierto, William? — Sam lo miró con desconcierto. Nunca había esperado algo así de su hijo.
Will se mordió la lengua antes de hablar. Había elegido el nombre, pero no esperó que realmente se usará.
—S-si — tartamudeo él pasandole también a la niña con Lucy.
Sam se tomó dos segundos para pensar. Aquello era demasiado para vivirlo en un solo día y por primera vez en casi una década, ella abrazó a Will y lloró.
Ese día había recuperado más de lo que había esperado y Will también lo notó.
Quizás eran una familia rota, quizás nunca volverían a ser unidos como cuando él era niño. Pero por primera vez en mucho tiempo, Will sintió algo del viejo amor que alguna vez su madre le tuvo y sintió que no todo estaba perdido. Quizás había una forma de reparar lo que alguna vez fue su hogar."

image