Las pesadillas de una madre

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Capítulo VI: Abortos y pérdida de identidad

Entre todas estas palabras existe un patrón y es que nadie enfrenta la verdadera razón de su sufrimiento. Incluso si eso es posible, casi todos los afectados parecen no darse cuenta de que en verdad necesitan venganza y eso se debe a que la majka Enya nos tiene bajo su control. Ella manipula a todos sus súbditos y los hace ignorar las ofensas. Es como un monstruo que los mantiene encerrados en una burbuja y solo deja que salgan de su control a los que sabe le traerán más beneficios. Incluso estos momentos, teniéndola frente a mi, se que sonríe pensando en las descripciones que estoy dando sobre su forma de actuar y no es extraño, por que el odio es su principal alimento. 

 Durante estos años, he tenido que vivir mordiéndome la lengua para mi decirle lo que pienso sobre su forma de actuar. He visto a muchas jóvenes ser manipuladas por sus encantadores planes y ser llevadas a los más crueles destinos. He visto familias enteras ser destruidas por su forma de pensar tan infantil, porque eso es; la majka Constellatio no es más que una niña cruel controlando un mundo donde parece desquitar toda su locura y que podría destruirnos fácilmente si se llega a aburrir de nuestra existencia.

 Es por eso que los bosques de Essex son diferentes al resto.

En ellos siempre hay árboles especiales con una placa piedra abajo y en la placa casi siempre hay un escrito para aquel ser amado que a abandonado este mundo. Por qué a pesar de todas las guerras, el suicidio es algo común y produce más muertes en el mundo que las batallas. Y muchos de los nuestros toman ese camino para dejar atrás una vida dura o para no ver como sus familiares o amigos dejan de existir. 

 Muchos dicen que es una forma de dar un uso correcto al cuerpo que un suicida a dejado y quizás tengan razón, por qué gracias a estás prácticas, nuestros bosques crecen cada año o se convierten en recintos sagrados, ya que pocas personas desean que su ser amado llegué a perder alguna vez lo último que lo representa. Eso es comprensible y no es de extrañar que también se conviertan en lugares de paz.

 

***

 

—No dijo nada —susurró la pelirroja mientras veía regresar a la partera —él nunca dice nada.

 Y la mujer no lo negó, solo fue hasta a ella para ayudarla a levantarse de la cama y llevarla a lavarse. Pero Danielle ya estaba acostumbrada a todo eso y no fue una sorpresa cuando su esposo solo le dio una mirada fría al enterarse de su nuevo aborto espontáneo. 

—¿Que era? Al menos quiero darle un nombre.

—Una niña.

 —Otra más... 

—No sea dura consigo misma —respondió la partera —quizás aun no es su tiempo para tener hijos. 

 Esa vez Danielle no respondió, solo dejó que la mujer le ayudará a bañarse y apenas dos días después estuvo recuperada.

 Si embargo, nunca estuvo tranquila y una tarde dirigió sus pasos hacia el bosque. Danielle necesitaba pensar que haría después de eso y pronto una tela roja llamo su atención. Así que la recogió del suelo para examinarla y recordó quien la había dejado allí. Pues días antes la había usado para sujetarse el cabello y ahora estaba tan sucia que a Danielle le causó repugnancia en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

 Recordaba ese día como si solo hubieran pasado unas horas y de nuevo se vio a sí misma caminando por el bosque buscando a su hija. Y no era para menos, pues la pequeña tenía el mismo espíritu de los Ryouta y cada cosa nueva le causaba curiosidad, quizás por lo mismo, cada día se iba a realizar pequeñas incursiones al bosque sagrado de Draconis y de allí volvía con un conejo o cualquier animalito lastimado que quisiera regalar a su madre. 

—¡Aizoon! —había gritando la pelirroja mientras recorría el sendero —¡Aizoon! ¡¿Donde estás?

 Las parteras ya le habían dicho que en su estado no debía esforzarse demasiado, pero la pelirroja tenía miedo a una niñera fuera demasiado ruda con su niña. Así que todas las tardes iba a buscarlo antes de que Tatsumi regresará del trabajo. Su vientre ya era grande y Danielle estaba orgullosa de al fin poder llevar a término un embarazo, aunque su mayor victoria era porque le daría una hija a su amor. 

 Y ese día todo estaba bien, porque no estaba lejos de casa cuando encontró a Aizoon, pues este salió de detrás de un árbol y la tomó de la mano.

—¡Hola mami!

 Danielle no pudo evitar asustarse, pero rápidamente reaccionó al ver de quien se trataba.

—Mi amor —dijo antes de inclinarse para abrazarlo —No vuelvas asustarme de esa forma.

—Lo siento mami, pero mira —la niña se liberó de los brazos de su madre y sacó algo en la bolsa que llevaba —me lo dio la abuela Niss, ella dijo que tu tenias uno cuando eras pequeña 

—Oh, otro Dango —la pelirroja sonrió al ver que su niño sostenía un gatito negro y le acaricio la mejilla —hay que llevarlo a casa, quizás tenga hambre.

—¡Vamos, vamos! —Exclamó Aizoon antes de guardar al gato y extender sus brazos hacia Danielle para que lo cargará.

—Mi amor, sabes que no puedo... tu hermanita no quiere ser aplastada.

 Aizoon se desánimo un poco, pero no perdió su sonrisa e intentó abrazar la gran barriga de su madre.

—No importa —susurro mientras sus manos de bebé acariciaban el lugar donde estaba la niña —Cuando ella llegue ya no estaré solo y podremos jugar todo el día.

—Mi amor, se que serás la mejor hermana mayor que exista.

—Lo voy a ser y también la voy a cuidar de todos los hombres malos que se acerquen a ella, pero mami ¿Como se va a llamar? 

—Aun no lo decido —respondió la pelirroja —quizás Amelia o Mei, pero puede que Tatsumi quiera elegir su nombre.

—Me gusta Mei, mi hermanita será la más hermosa de todas las niñas.

 Aizoon estaba segura de que sería así, pero esa misma noche, la pelirroja comenzó a sentir como el Hanfod de su bebé se alejó de ella. Nada pudo hacer para retenerla y entonces entendió que todo se había terminado. 

La partera llego a la mañana siguiente y el feto fue removido de su interior, aunque para ese momento la pelirroja ya había llorado lo suficiente. Quizás por eso, dos días después no le fue difícil tomar su decisión, pues al regresar a casa tomó las tijeras y cortó su largo cabello. 

 Tatsumi llego justo a tiempo para ver como lo abandonaba y no hubo despedida, Danielle solo negó y pasó junto a él. Una parte de ella rogaba porque su amado la detuviera, pero el samurái no hizo nada, solo se quedó de pie, viendo como se su pareja se alejaba, con la mirada fría de un guerrero al que no le duele perder a su familia. 

 Y así la sodnik regresó a Essex con el corazón roto y con una niña en brazos, la cual fue aceptada por la lastnik, pero nunca reconocido como una posible heredera al trono. Mas eso no le importó, porque el dolor de perder tantos niños le impedía arriesgarse a la idea de casarse y tener otros.

 Aun cuando pasaron los años, sus abortos espontáneos eran motivo de preocupación. Pero aún con todo lo que Marcus hacia con Danielle, su bebé parecía ser fuerte pues sobrevivía a cada ataque. La única débil era ella, las marcas en sus brazos eran lo mínimo que quedaba después de que su esposo tuviera una fase de enojo, mas se negaban a rendirse y entregar su alma antes de dar a luz.

 Pero sin importar la fuerza física de una persona y lo bien que se vea, pocas veces logramos ver si es débil emocionalmente y nadie notó que la lastnik poco a poco iba cayendo en una grave depresión, porque después de que su esposo volviera, la pelirroja paso por momentos muy duros. Se sentía completamente inútil sin sus dones, como si se hubiera perdido en sí misma. A veces pensaba que hubiera sido mejor esperar los años que aún faltaban para que el portal fuera abierto de forma natural, pero no había cambio de hoja. Ahora ella era una simple Hoshi sin dones, apenas casi por encima de un Shibō. Pero por otra parte, no hubiera soportado aquellos años sin perder la cordura. 

 Al menos eso era lo que pensaba, pero con el trato vinieron las preguntas ¿Que ocurriría en los años siguientes y durante toda la eternidad de su vida? ¿Seria capaz de soportar la tortuosa vida matrimonial? ¿Protegería a sus hijos de Marcus? Era algo incierto que la preocupaba, las dudas asaltaban su mente y la hacían querer retroceder el tiempo y volver a cuando era una niña, quería sentirse de nuevo poderosa, quería a el mundo a sus pies de nuevo, quería recuperar su trono. Pero no sería posible ya que su hija había ocupado su lugar tiempo atrás. Nunca más volvería a ser la misma y eso dolía. Ella solo quería salir y gritar para sacar todos sus problemas, pero tampoco podía hacerlo; los guardias de Ávalon vigilaban todos sus movimientos, haciendo que se sintiera atrapada en su propio hogar, aunque para ella, pensar en aquel lóbrego palacio como su hogar, casi le hubiera arrancado una risa sarcástica, Ávalon nunca seria su lugar. Ni aunque pasarán mil años.

 Lo único que podía hacer era cerrar los ojos y pensar que todo aquello era un mal sueño, pensar que estaba en un campo lleno de flores donde el mal no existía y que ella era libre como los pájaros de el cielo. A veces cuando dormía, soñaba con aquel paraíso y despertaba con una sonrisa que se desvanecía al ver donde se encontraba.

Fue entonces cuando comprendió que ya no existía un hogar para ella. Ni en Essex donde vio crecer a sus hijos ni en Draconis donde paso parte de su infancia, ya solo le quedaban recuerdos de lo que una vez fue.   

 

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