Las pesadillas de una lastnik

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Capítulo X: Lágrimas de Emma.

Porte, distinción, clase social. Aquellas cuatro palabras componían el sistema que gobernaba el protocolo de conducta que aprendían los Delacour, aquellas cuatro palabras debían estar siempre presentes en todas las decisiones que tomará una joven sodnik y en una lastnik, eran algo que debía pensar antes de dar cada paso de su vida diaria. No era para menos, en sus manos estaba la paz de su súbditos o la guerra inminente, debía pensar en como sus acciones afectaban a terceros y, en como podían contarle incluso su vida.

Quizás aquello le había llevado a rechazar a sus hijas menores, quizás porque ambas le recordaban a las primeras niñas que perdió cuando aún era adolecente, las pesadillas habían sido una constante y el renunciar a todo recuerdo había sido su intención. Con el tiempo se arrepintió de tales acciones, pero para entonces ya era tarde.

Por dos años intentó recuperar a sus pequeñas, pero la ira y el resentimiento que su ex pareja mantenía sobre ella le era un impedimento. No fue hasta que aquel ambos casi las perdieron cuando a la pelirroja le permitieron llevar a las niñas a casa, pero había un problema y era que aquella madre no quería dañar más a las pequeñas de lo que habían sufrido aquella tarde cuando contemplaron una escena poco digna para un ser inocente.

Los años pasaron y se resignó a su relación con Marcus, pero el miedo por los recuerdos le impedían recuperar a las gemelas aún si le dio mas hijos.

La idea del regreso de las niñas le fue sugerida muchas veces, pero ella declinó de tal ofrecimiento, no se sentía acta para ser una buena madre. Pasó mucho hasta que pudo sentirse más tranquila y la propuesta fue repetida, y esta vez la respuesta fue positiva.

—¿Majestad? —preguntó una de las doncellas mientras entraba por la puerta de su habitación la tarde en la que el reencuentro fue planeado —el naslov a llegado con las niñas.

—Bien, estaré allí en unos minutos —contestó mientras terminaba de arreglar algunas cuestiones de su maquillaje, con el cual siempre trataba de disimular algunas pecas que siempre parecían una visión nada agradable para su persona. Estaba nerviosa por volver a verlas, tenia miedo de estar cometiendo un error y la doncella lo sabía.

—Majestad, no tenga miedo, usted es una buena madre.

—Tanner, tú y yo crecimos juntas —dijo con un tono de voz inexpresivo —sabes que puedo ser todo, menos alguien bueno para los niños.

—Solo tenga confianza —comentó la castaña antes de hacer una reverencia y salir de la habitación sabiendo que poco podía hacer para razonar con la terca pelirroja.

Después de eso, esperó unos segundos y se levantó de su asiento para caminar hasta su salón privado y recibir a las vistas.

Al llegar allí, se detuvo en la puerta al ver a Marcus junto a las niñas he incluso estuvo a punto de dar un paso atrás para huir de aquel encuentro. No le era fácil volver a ver a aquellas niñas a las que dos veces había rechazado, una por no querer una guerra contra Marcus y la otra por el miedo que representaba solo ser una amenaza contra su salud mental.

Pero ya era algo tarde para cambiar de opinión, así que Marcus se levantó de su asiento y después de despedirse de las niñas, caminó hacia la puerta y se fue, no sin antes decir que volvería pronto para visitarlas. La pelirroja no sabia que decir o hacer, así que solo tomó asiento junto a las gemelas sin decir una sola palabra.

 

***

 

Las menor de las gemelas sostenía la mano de su hermana como si de esa manera pudiese aferrarse a la realidad en la que ambas vivían. ¿Dónde había quedado la emoción de vestir hermosos vestidos de seda o portar lujosas coronas?

A pesar de tener escasos cuatro años de edad, las pequeñas niñas pelirrojas habían sido testigos de numerosos sucesos que habían cambiado su infancia para siempre, sin embargo, ese tema nunca se tocaba. Pues los recuerdos eran parte de algo pasado, algo que no valía la pena volver a vivir, o al menos eso es lo que su padre les había comentado. Claro que para ése entonces las pequeñas apenas podían entender lo que sucedía a su alrededor y no fue hasta la edad de doce años que comprendieron lo que había sucedido aquel fatídico día.

Pero el skrbnik de Ávalon nunca olvidaría que cuando las niñas llegaron no habían pronunciado palabra alguna, tenían los ojos y nariz roja debido al llanto de apenas unas horas antes. Porque a pesar de que ambas habían pedido a gritos a su madre, Danny no las acompañaba en el camino de regreso a su país.

En vez de ello, sólo podían escuchar las canciones de cuna de sus nanas al tratar de calmarlas, cosa que habían conseguido con facilidad después de una brillante paleta roja sabor cereza. El sueño ayudó a olvidar, pues cuando estuvieron de nuevo en brazos de su padre, se percataron de que nada había cambiado. Tal vez todo había sido parte de una horrenda pesadilla.

Pero no fue así, pues las pesadillas comenzaron a atormentarlas, pues muy dentro de sus recuerdos yacían los gritos, las perturbadoras palabras de un desconocido, los llantos de cada una... era horrible tener que revivir momentos que se suponía estaban en el olvido.

Emma, nunca se quedaba callada cuando la curiosidad salía a flote; cuando podía corría a su padre y comenzaba a cuestionarle la ausencia de su madre, ¿dónde había quedado la señorita con olor a manzanas y cabello rojo?

Marcus nunca le daba una respuesta clara que pudiese satisfacer su necesidad de ver a su madre y mucho menos les podía contar la verdad sucedida hacía unos ayeres. Ese día, ambas durmieron juntas hasta la madrugada, que fue cuando sus sueños no les permitieron descansar.

Años después, los recuerdos eran aún más vagos, pero la idea de que su madre simplemente no quería verlas se instaló en los pensamientos de la pequeña Emma.

Un día de ellos, sin previo aviso, las gemelas fueron convocadas al palacio real en Essex dónde su padre había sido llamado para una importante reunión con la lastnik del lugar. Las niñas, inocentes e ingenuas, pensaban que era un nuevo lugar de vacaciones (dónde había otros niños que para su gusto eran molestos).

Por sus pensamientos nunca se cruzó la idea de que era su madre quién dirigía cada uno de los movimientos de tan impotente país y horas después, sentadas en un bello sofá de terciopelo negro, vieron entrar a una persona que apenas por sus vagos recuerdos pudieron distinguir.

Las niñas eran diferentes entre sí, pero Kaire, desde el momento en que fue consciente de lo que ocurría a su alrededor, no dudo en que su trabajo siempre sería proteger y cuidar de su hermano menor. El instinto la obligaba a calmarla cuando lloraba, a cantarle cuando dormía y a hacer cuanto estuviera en sus manos para hacerla reír.

La diferencia entre ambas era de apenas un par de minutos pero un extraño sentimiento siempre se apoderaba de ella. Las pesadillas seguían ahí... Sonidos lejanos... El sonido de un llanto y explicaciones vacías de su padre no hacían más que confundir a la pequeña niña.

Essex era un terreno nuevo para aquellas gemelas, cuando su hermana apretó su mano supo que no se sentía segura. Su instinto salió y le dio un apretón y una mirada indicándole que todo estaría bien.

El mullido sillón negro era de una tela que le fascinaba. Podía pasar las jugando con sus pequeñas manos haciendo dibujos en este. El abrir de un par de puertas llamo su atención y sus pequeñas cejas se fruncieron. ¿Quien era aquella pelirroja? Sabía que la conocía de alguna parte... Se parecía a alguien...

Cuando tomo asiento con ellas, su primer instinto fue abrazar a la pequeña Emma por los hombros, halándola hacia ella. Miró con tranquilidad sus pies y se preguntó porque su padre se iba sin ellas. Busco en el bolsillo de su abrigo y le ofreció un caramelo que su mamá le había dado más temprano.

—Yo... Soy... Kai.. Kaire. Y ella... Es mi hermana menor Emma, ¿Quieres un dulce?

Pregunto inocente la pequeña impaciente por descubrir quién era su nueva compañera en aquella gran habitación.

Sus ojos siguieron los movimientos de aquella pelirroja que pasó a sentarse a un costado de su hermana mayor. Por unos instantes, reconoció aquel cabello que sólo había visto en su hermana y en aquellos niños con los cuales se habían topado antes. Emma siempre fue una niña temerosa y sensible, hasta el más mínimo impacto le causaba un gran sentimiento, como aquella vez que su primer gato había muerto y le lloró toda una semana (semana en la cuál no se pudo separar de Kaire ni en el más mínimo momento).

Si algo sabía, era que a pesar de no contar con una madre, siempre la tendría a ella y a su padre. No creía necesitar más.

Fue por ello, que la pequeña se escondió detrás de su hermana como si de esa manera pudiese protegerse de lo que se avecinaba. No lograba entender como su hermana conseguía ser tan valiente en ocasiones como aquellas... aunque también se le cruzó por la mente el hecho de que ella no tenía un dulce. En verdad se veía delicioso.

Un silencio incómodo se instaló en el momento que ambas se quedaron esperando la respuesta de tan bella mujer, no tenía idea si les respondería, mucho menos si aceptaría la oferta del dulce.

¿Por qué su padre las había traído a un lugar que daba tanto miedo?

"No, Isa. No llores. Recuerda no llorar."

—K—kai...

 

***

 

La pelirroja se sentía incomoda ¿Como les explicaría que a partir de ese momento vivirían con ella? ¿Como podría reparar los daños causados por su debilidad? Por el momento no sabia las respuestas a aquellas preguntas, así que solo se limitó a responder el saludo de la pequeña:

—Es un placer conocerlas, su padre me ha contado mucho sobre ustedes en este último año —trató de sonreír al tomar el dulce que le era ofrecido y continuó hablando —Mi nombre es Danielle Delacour y... —por un momento su voz se quebró cuando su mente fue invadida por aquellos recuerdos que tanto había tratado de olvidar —Y espero que se sientan cómodas en este castillo, Marcus me a pedido que las cuide por un tiempo en lo que Ávalon vuelve a ser seguro para las futuras lastniks.

Sabía que mentir estaba mal, pero la pelirroja no simplemente podía decirles que era su madre, la misma que las había rechazado cuando aún no llegaban a este mundo, aquella que sin pensarlo estuvo a punto de entregarlas con su hermano para que crecieran como dos más de sus sobrinas. Sin importar los años, aún no podía perdonarse aquello y día tras días pensaba en lo que pudo ser, en todos los problemas que pudo evitarse si tan solo hubiera tenido la paciencia suficiente con Marcus Rossetti.

¿Como fue capaz de estar a punto de regalar a unas niñas que ni tenían la culpa de sus errores? Danielle no podía o no quería saber la respuesta.

Escuchó como la más pequeña trataba de llamar la atención de su hermana y vio como los ojos de la misma se humedecían, era claro que estaba asustada por estar sola sin su padre ¿Pero quien podía culparla? Nadie, después de todo, solo era una bebé.

—Por la majka... —dijo en voz baja —No llores pequeña, tu padre volverá pronto por ustedes.

 

***

 

¿Ávalon un lugar más seguro? ¿Su papá las había dejado solas ahí? Kaire no comprendía, pero escucho atenta a la mayor que ahora estaba mirando a su hermana. Cuando acepto el dulce di un salto bajando del mullido sillón. Y tomó a Emma de las mejillas para susurrarle.

—Emma... Ya hablamos de esto... ¿Qué haces si tienes ganas de llorar? ¡Si! Nos comemos un dulce. Los dulces te hacen feliz.

Sacando nuevamente de uno de ellos muchos bolsillos de su abrigo le dio una paleta. Su padre la regañaba constantemente por darle tantos dulces a su hermana, pero odiaba el verla triste. A pesar de su corta edad a la mayoría de las personas le parecía muy impresionante el como la pequeña cuidaba de su hermana pues no dejaba que nadie a excepción de su padre la tocaran.

—¿Us... Usted nos cuidara ahora, señorita Danielle? Emma necesita a su oso... Y necesitamos dormir... Juntas.

Fue lo único que se le ocurrió decir... ¿Que más podía hacer ella? Después de todo era demasiado pequeña para decidir algo más, futuras lastniks o no seguían a cargo de las órdenes de su padre, aunque la actual le disgustara.

Sin embargo, Emma no podía dejar de llorar y la paleta que le ofreció su hermana solo fue un consuelo pasajero. De cierta manera le molestaba demasiado tener que verse tan débil frente a la lastnik. Se enjuagó las lágrimas como pudo y destapó la paleta antes de llevársela a la boca tratando de entender lad palabras de la pelirroja.

—¿Ávalon está en peligro, majestad?

Abrió mucho los ojos cuando cayó en la cuenta de que el lugar dónde vivían pudiese correr un grave riesgo. Sin embargo, lo que más le asustaba a la pequeña Isa era el hecho de que su padre las dejara solas en ese lugar. No podía hacerlo... ¿O sí?

—¿Y—y... Papá... no nos va a dejar, verdad?

Con cierto nerviosismo en la voz, tomó la manga del vestido de su hermana sosteniéndola con fuerza. No quería que se apartara de su lado y ver esa escena rompió el corazón de la pelirroja, era como volver a su infancia y no quiso imaginar cuantas veces se había repetido algo así. No era justo que una niña tan pequeña tuviera que consolar a su hermana menor si ambos padres estaban vivos para cuidarlas, no parecía correcto, ni siquiera algo que pudiera imaginarse.

—Será como ustedes lo requieran, su padre me a dado una pequeña lista de cosas necesarias y como dije, el vendrá en unos días a visitarlas —Danielle no sabia como actuar ante algo así, sus hijos mayores siempre habían estado a su lado y no necesitaban el cuidado de nadie más. Ella incluso desconfiaba de las doncellas ¿y para que repetir los errores de su madre? Sus hijos no necesitaban algo como lo que ella vivió en su infancia —Pero por favor, no llores, una lastnik no lloran.

Emma bajó la mirada con un poco de culpabilidad al escuchar las palabras de la señorita, esas mismas palabras eran las que pronunciaba su padre con cariño cuando trataba de consolarla. Su labio inferior comenzó a temblar en forma de puchero hasta que tuvo que limpiarse las lágrimas de nuevo. La pequeña mantuvo la mirada en sus zapatos y sostuvo con fuerza la paleta que de vez en cuando probaba.

—¿Papá puede quedarse aquí con nosotras? Este castillo es distinto a casa y da mucho miedo —mencionó apenas en un hilo de voz jugando con aquel palito que restaba de las paletas, seguramente tenía pintados los labios y la lengua de un rojo cereza —Además, papá dijo que algún día mami podría volver por nosotras a Ávalon. No la conozco, pero seguro que se va a preocupar si no estamos en casa, señorita... digo, majestad... ¿Podemos volver a casa? —se armó de valor para levantar la mirada y poder observar a la pelirroja junto a ellas. En realidad casi nunca hablaban de su madre, pero las preguntas comenzaron a surgir una vez que las gemelas habían tenido la noción del significado "mamá".

 

***

 

—Lo siento, pero su padre a dado ordenes y no puedo enviarlas de nuevo a Ávalon.

Ver a la niña solo le hizo pensar en lo mucho que ella se parecía a su Hadassa, y no sólo porque se veía delicada, más frágil que una omega en sus primeros años. Como si en cualquier momento fuera a romperse y ella no pudiera salvarla.

—Y... y su madre sabe que están aquí, así que si en algún momento le da tiempo de venir, lo hará —sostuvo la mirada de su hija y a continuación tomó su pañuelo y limpio aquella carita llena de lágrimas —Vamos, no sigas llorando que a la majka no le gusta ver a las niñas así.

—¿En verdad? ¿Usted cree que mamá puede volver a vernos?

Al igual que siempre, la idea de tener un momento con su madre siempre le había parecido muy vaga, algo así como un sueño del que su padre les contaba en ocasiones muy especiales. Los ojos de la niña se llenaron de una especie de entusiasmo y alegría.

¡Al fin una mamá como la de sus cuentos!

Un poco más animada por la idea, la pequeña niña asintió a las palabras de la lastnik frente a ella, y se prometió no volver a llorar de una manera tan penosa.

—G—gracias, majestad.

Y así, con una sonrisa apenas visible en aquella boquita pintada de rojo, Isa se prometió a si misma que estar en un lugar nuevo no sería tan malo.

—No tienes que agradecer —dijo la pelirroja quien sonrió al escuchar las palabras de la niña, no había duda de que era había heredado la valentía de Ichiro Ryouta —Pero bueno ¿ya han cenado? El viaje desde Ávalon debió ser muy cansado para ustedes ¿le gustaría que la señorita Tanner les prepara algo?

Parecía que las cosas estaban saliendo bien, y así era hasta que otra rojita entro al salón. Aquella niña era la pequeña Bonner Delacour, quien en esos momentos desconocía su procedencia e insistía en llamar "padre" a quien aun se consideraba pareja de la pelirroja.

—¡Mami! ¡Mami! ¡Boone no me deja en paz! —fue lo que grito nada mas al ver a Danielle —Dile que se vaya con Boone... —había estado tan distraída en sus propios asuntos que le tomó dos minutos en darse cuenta de la presencia de las niñas —Oh ¿ellas son las hija de papá? ¿se quedarán a vivir con nosotros? Si es así, no quiero compartir mi habitación.

Danielle no pudo evitar que las niñas escucharán eso y solo se quedo de pie escuchando como su hija echaba todo a perder. Detrás de la rojita venía una chica delgado con aspecto de no haber dormido bien en días, quien ya no podía mantenerla tranquila.

—Lo siento —dijo mientras cubría la boca de la niña y la cargaba para llevársela de allí —No pude sostenerla mucho tiempo.

—¡Suéltate! ¡Solo quiero conocerlas! —volvió a gritar mientras era sacada de ese salón y de el ambiente incómodo que ahora reinaba —¿No dicen las doncellas que son las hijas de mamá? —al escuchar eso la chica le cubrió la boca con una de sus manos y salió rápidamente dejando a una desconectada pelirroja y a dos niñas que no podrían creer lo que escuchaban.  ¿En verdad ella era su madre?

 

***

 

Emma había estado a punto de abrir la boca para poder pedir algún dulce especial para comer, cuando la presencia de una nueva niña de dudosa procedencia invadió la sala con sus gritos.

Kaire, quien hasta entonces había permanecido cerca de su hermana, se colocó a su lado en un instinto de protección. En realidad pocas veces habían convivido con más niños, tanto su padre como sus nodrizas pensaban que no había mejor compañía que la que se tenían la una a la otra.

En un inicio, Isa sólo se pudo concentrar en el gran parecido de aquella niña con la lastnik. Cabello rojizo, ojos grandes y claros...

¡Momento! ¿Tenía que compartir habitación con otra niña que no fuera Kaire?

Fuera de sus tan escandalosas palabras, hubo una en especial que captó la atención de la niña: "Mamá"

Tratando de atar cabos, levantó la mirada hasta donde la lastnik miraba más allá de la puerta dónde habían desaparecido la niña ruidosa y el niño con aspecto muy extraño.

—Majestad, ¿Eso es cierto?

La primera en hablar fue Kaire. Siempre era ella quien tomaba las decisiones más complicadas en momentos en los que Isa apenas procesaba lo ocurrido.

—Kai, esa niña es muy rara. No creo que diga la verdad, papi hace mucho que no ve a mamá y... mamá no puede ser la lastnik.

Bajando la voz a medida que sus palabras brotaban, miró a su hermana unos instantes, notando lo terriblemente parecida que era a la mujer que estaba a su lado.

—Quiero a mi papá —musitó Isa sin dudarlo.

La lastnik tardó algunos segundos en reaccionar. Había tardado mucho en haber aceptado a las niñas de vuelta por el temor de dañarlas aun mas que en esa terrible experiencia con el naslov de Shaitan, pero parecía que eso solo preparo una bomba que estalló con más fuerza de lo que esperaba.

No pudo responder a aquellas preguntas, no podía invitar algo para justificarse así que salió de la habitación y en el pasillo encontró a la señorita Tanner.

—Lleva a las niñas y prepara una cena sencilla —dijo con prisa —Y Tanner, por favor, no las pierdas de vista.

Aun no estaba lista para hablar con ellas, quizás nunca lo estaría, así que esa misma noche se encargó de enviar un mensaje a Marcus diciéndole que fuera por sus hijas.

Los minutos que pasaron en aquella habitación les parecieron eternos a ambas hermanas. En un silencio poco habitual entre ellas, las niñas se mantenían sentadas y quietas mientras una señora, quien se había presentado con ellas como "Señorita Tanner" trataba de sacarles una sonrisa. En cualquier otro momento, la idea de comer todo tipo de galletas hubiese arreglado el peor momento para Isa. Sin embargo, el tema de su madre era más delicado de lo que aparentaba.

—¿Señorita Tanner? —levantando la mirada, Isabella se dirigió a la mujer —¿La lastnik Danielle no nos quiere?

En el momento, Kaire tomó la mano de su gemela como tratando de reprimir aquel tipo de preguntas. En el palacio hacían lo posible para que las niñas no preguntaran del paradero de su madre, estaban acostumbradas a escuchar casi nada de ella.

Sin saber que decir, la señora Tanner les mostró  una amplia sonrisa y evadió la pregunta por completo.

—Tranquilas, niñas. Mejor vayamos a ver su habitación, ¡hay una para cada una! ¿no les entusiasma?

Y así, ambas niñas decidieron callar todas sus cuestiones y seguir por los largos y hermosos pasillos a la señorita que les hablaba con tanta ternura.

La noche cayó deprisa, y a Emma no le hacía tanta ilusión la idea de pasar la noche en una cama distinta y además  sin compañía alguna.

—Estarás bien, Isa —le susurró Kaire una vez que salió del cuarto de su hermana para dejarla dormir —Buenas noches.

 

 

 

***

 

—¿Que debo hacer? —se preguntó la lastnik mientras caminaba por los pasillos de su palacio —¿En verdad debo enviar a las niñas con Marcus? ¿Eso no sería peor?

Dudas, tenia muchas dudas y no sabia como arreglar aquel desastre. Su vida había estado tan adosada en gobernar que poco le había importado el criar a sus hijos hasta que Marcus le pidió que recibiera a las niñas en su hogar. Para ella no había existido algún sentimiento para las gemelas hasta que vio lo muy parecidas que eran a ella y que estaban teniendo la misma infancia ¿seria a caso su relación igual que la suya con lastnik Alessandra? Esas preguntas no la habían dejado dormir durante mucho tiempo y ahora estaban de vuelta, por lo que recurrió a ese viejo hábito de caminar sin rumbo fijo y terminar en los jardines o incluso en el bosque donde esperaba encontrar respuestas en el silencio de aquellos extraños lugares.

—Bueno, tendré que hablar, no puedo huir de ellas por siempre.

 

***

 

Emma creía poder enfrentarse a su nueva misión: pasar la noche sola. En realidad la habitación no era tan distinta a como en su casa, sin embargo no podía soportar la idea de estar en la oscuridad en un lugar donde posibles fantasmas habitaran.

Las horas comenzaron a pasar, y el tiempo se le hizo terriblemente lento. No podía conciliar el sueño de ninguna manera.

—Papi... por favor, sólo quiero a mi papi.

Abrazando la almohada y  procurando no derramar ninguna lágrima, la pequeña pelirroja se sobresaltó en el momento que un relámpago iluminó su habitación causando un tremendo sonido.

Soltando un grito ahogado, se levantó de la cama corriendo tan rápido como pudo. Fue entonces que sus pequeños pies corrieron por los pasillos; de alguna manera se convencía a si misma que su padre no era capaz de dejarlas solas en un lugar tan temible, que debía de estar en alguna habitación...

Con aquella idea en mente, y con el corazón acelerado por el miedo, la pequeña tropezó a mitad del pasillo. Fue entonces que lúgubres figuras se formaron gracias a la imaginación de la niña. Temblando, y sin saber como volver a la habitación de su hermana, Isa derramó unas cuantas lágrimas que después se volvieron aún más abundantes. Sollozando a plena noche, no podía sentirse más desdichada.

 

 

 

***

 

Los pasos de Danielle pronto la llevaron a las habitaciones de sus gemelas y un gran temor la recorrió al encontrar que una de ellas había desaparecido. A esa hora los guardias tenían prohibido entrar al palacio, así que comenzó a recorrer los pasillos mientras su desesperación crecía y no pudo evitar imaginar si eso mismo había sentido su padre en todos los años que ella estuvo en el harén.

Finalmente la encontró llorando junto a un jarrón de rosas, la niña parecía horrorizada por tener que estar pérdida y ella intento tomarla en brazos

—Emma, Emma, ya estoy aquí.

—¡Quiero a papi! —gritó la niña con densas lágrimas saliendo de sus ojos —¡Quiero ir con mi papi!

—Por favor... —pronto la lastnik también comenzó a llorar y abrazo con fuerza a su niña —Isa, no llores.

La pequeña omega estaba muy triste y asustada, no quería a nadie más que a su padre, pero entonces, un aroma a manzanas llego hacia ella. Pudo reconocerlo como el mismo aroma de la mujer que años antes nunca la soltaba. La misma con la que se sentía protegida y en quien podía confiar.

—Mami, no me dejes sola —dijo con su vocecilla de bebé.

—Nunca lo volveré a hacer —respondió la pelirroja —te juro por mi alma y por la majka que nunca más te dejare sola. 

 

 

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