-Los ojos de Angelina se iluminaron al ver a Kass acercarse a bailar con ella en la pista de baile, lucia preciosa como siempre, de inmediato la tomo de sus manos para continuar bailando aquella pieza siendo completamente ajena a lo sucedido momentos atrás.

Una pequeña risa nasal se le escapa demostrando lo feliz que se encuentra en aquellos momentos, en medio de sus movimientos su mirada captó el rostro del hermano de su mejor amiga y compañera, pensaba que su corazón estallaria de felicidad por el simple hecho de que estuvieran allí, estaba emocionada por contarles y mostrarles la colección de ropa que tuvo que crear para presentar su tesis y algunas otras cosas.


Sin embargo no era ajena a las situaciones que podrían suceder en cualquier momento habían ciertas personas que tenían una reputación de cuidado por lo que le había pedido explícitamente al asistente de su padre invitar solo a las familias con las que su padre tenía una muy buena relación y quiénes ella conociera relativamente bien para ser un poco cercanos, la pelinegra es demasiado desconfiada y precavida.


Pronto su canción acabo y el Dj continuó poniendo algunas canciones que le gustaban pero que ya no quería bailar por lo que se alejo con Kass hacia donde estaba Diomedes para saludarle y preguntar por Odysseus que no le había visto por ningún lado hasta el momento.-

Angelina sonrió suavemente ante el halago, su rostro iluminado por las luces cambiantes del club, pero su mirada fija y cautivadora no se desvió de Diomedes. Había algo en su presencia que siempre lograba captar su atención, aunque ella se cuidaba de no mostrarlo demasiado. Había algo casi hipnótico en su forma de actuar, en su habilidad para hacer que todos a su alrededor se sintieran como si fueran parte de un juego en el que él ya conocía las reglas.

—Oh, Diomedes… siempre tan poeta, siempre tan… encantador. —respondió con voz suave, su tono ligeramente sarcástico, pero con una sonrisa que delataba su aprecio. Sin dejar de sostener su copa, acercó sus labios al borde de la misma, tomándose un sorbo con calma, como si quisiera saborear el momento—. ¿Un miraggio? ¿No será que has caído en la trampa del hechizo que tantos hombres antes que tú no han logrado resistir?

Su risa fue ligera, pero en sus ojos había un toque de picardía, como si estuviera retándolo en un terreno mucho más personal. Sabía que en su entorno todo era estrategia, y Diomedes no era una excepción.

—Te agradezco tus palabras, pero créeme, el mérito de mi graduación no es tan deslumbrante como lo pintas. Aunque, si me lo permites, quizás sí haya algo en ellas que merezca un brindis —añadió, levantando su copa con un movimiento elegante. La mención de su logro académico no era sólo un reconocimiento, sino una invitación a seguir conversando, a profundizar en esa relación que ambos sabían no se limitaba solo a intercambiar palabras.

Se acomodó un mechón de su cabello, dejando que la suave música envolviera el espacio entre ellos. Estaba disfrutando del juego, como siempre.

—Por el futuro entonces, Diomedes, y por las oportunidades que, como bien dices, siempre parecen acercarse cuando menos las esperamos. —dijo, su voz cargada de una ligera ironía que sólo él podría captar completamente.