Las pesadillas de una madre

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Capítulo II: Tortura de hijos.

Unos minutos antes, un muchacho de unos doce años había hecho su llegada al majestuoso palacio, tenía el cabello rojo oscuro y unos grandes ojos azules que le daban un aspecto encantador ante cualquier persona que lo conociera. Aquel era el pequeño Manny Delacour, uno de los hijos mayores de la lastnik Danielle y en secreto el hijo ilegítimo del naslov Farid. El niño había pasado una larga temporada en la casa de los Ryouta en espera de que le fuese entregada una de las espadas del difunto abuelo y cuando eso ocurrió apresuró su estadía para regresar a casa lo más pronto posible, esperando al fin ganarse la aprobación de su padre adoptivo, pero eso no sería así.

 Al principio pensó que todo lo que sus ojos veían era producto de una pesadilla; todos los guardias estaban muertos y un líquido oscuro corría por sus heridas. 

¡Sangre! Eso era lo que ahora adornada los pasillos. Cada paso que daba era más atemorizante que el anterior, cada uno lo dirigía a una nueva escena más espantosa que la anterior, pero ninguna de ellas lo preparó para lo que encontraría apenas cruzará las puertas del salón del trono. 

 Sus inocentes ojos no dejaban que ningún detalle escapara de su campo visual; Vio a su madre ser sometida y a su padre muerto. Durante un instante incluso tuvo miedo de ver a sus hermanos, pero ese miedo se disipó de forma rápida ante la falta de sus cadáveres. 

 Mientras tanto, Danielle volvía a sentir aquellos movimientos tan poco agradables en su interior, sentía como la vida perdía sentido para ella y como era utilizada nuevamente para el placer de aquel hombre. ¿Qué podía ser peor? Se preguntó durante unos segundos hasta que un aroma muy familiar llego hasta a ella.  —Manny...

 Ella no entendía que hacía el niño allí ¿no se suponía que estaba lejos y a salvo en Draconis? Al parecer ahora había un nuevo problema del cual Farid se aprovecharía. 

 Y no pasó mucho para que el jerarca advirtiera la presencia del infante temeroso así como el evidente parecido con su esclava del mismo modo, no pasó mucho para que los guardias, carentes de toda piedad, hicieran el ademán de empuñar nuevamente sus armas con el afán de segar al que acababa de ingresar. 

—¿Cuantas veces lo intentaste? —Sus manos se clavaron en el cuello de la mujer —¿Cuantas veces te preñaron al intentar llenar algo que solo yo puedo llenar? 

 La molestia y el hastío eran evidentes en él.

 Los guardias, por su parte, entendieron de inmediato las intenciones de su señor que gustaba de cobrar venganzas muy particulares así que, calmando sus ansias infanticidas, solo tomaron al niño y lo pusieron firme, bien sujeto, para que pudiera ver, oír, ser parte de lo que estaba pasando con su madre en primera fila. 

—Ahora vas a gemir y gritar mi nombre, vas a pedir que te llene hasta el amanecer, vas a ofrecerme tu cuerpo íntegro y vas a suplicar porque tome cada una de tus cavidades o el siguiente, mi niña, ya sabes quien va a ser... 

 Siempre siniestro, cruel e impiadoso; siempre jerárquico y violento, así era él, así tenía que imponerse sobre quienes le ofendían, así era su ley.

 El niño no pudo hacer nada para evitar ser tomado por los guardias, estaba demasiado asustado como para hacer un solo movimiento. ¿Qué niño esperaba encontrar ese tipo de cosas al volver con su madre? Ninguno, ni siquiera se podría esperar el que aquella situación ocurriera alguna vez. El pequeño de doce años era fuerte, pero no lo suficiente como para hacerle frente a un adulto tan preparado para la guerra. 

 La pelirroja ahora estaba en verdad asustada. No podía permitir que matarán a su hijo, no después de todo lo que le había costado mantenerlo con vida al ser un ilegítimo. Escuchó cada palabra del jerarca con una enorme preocupación y tristeza al mismo tiempo en que pensaba en lo que sería mejor para su vástago. ¿Acaso debía revelar aquella verdad tan escondida esperando que el naslov tuviera piedad del pequeño? La respuesta más acertada hubiera sido un rotundo no, pero ella estaba desesperada, cada parte de si dolía de forma horrible y el sentirse humillada no era algo placentero. 

—No diga eso majestad —comenzó a decir.

 La pelirroja ahora estaba en verdad asustada. No podía permitir que mataran a su hijo, no después de todo lo que le había costado mantenerlo con vida al ser un ilegítimo. Escuchó cada palabra del jerarca con una enorme preocupación y tristeza al mismo tiempo en que pensaba en lo que sería mejor para su vástago. ¿Acaso debía revelar aquella verdad tan escondida esperando que el naslov tuviera piedad del pequeño? La respuesta más acertada hubiera sido un rotundo no, pero ella estaba desesperada, cada parte de si dolía de forma horrible y el sentirse humillada no era algo placentero. 

—No diga eso —comenzó a decir de forma entrecortada mientras aquel grueso miembro entraba y salía de ella —Usted sabe que es el único que puede complacerme en esta vida, pero por favor... retire al niño y haré lo que usted me pida. Que él no vea esto... se lo suplico. 

 Ella sabia que debía apelar y ser convincente, de lo contrario todo lo que amaba seria destruido. 

—Por favor, que el niño no vea lo que usted está haciendo... —no soportaba más, el dolor aumentaba y no sabia que más decir —él es el su hijo. Que él no vea esto... se lo suplico. 

 Ella sabia que debía apelar y ser convincente, de lo contrario todo lo que amaba seria destruido. 

 Y así, justo como el viento a las murallas de su imperio, cada palabra de aquella fémina parecía no surtir efecto en el movimiento brusco del jerarca quien seguía plenamente concentrado en poseerla, en llenarla nuevamente, sin embargo, los murmullos de la guardia asesina y el hecho de que soltaron al niño de inmediato llamaron la atención del gran gobernante. 

 Sin embargo, en ningún momento hizo salir su miembro de la cálida cavidad que estaba degustando a placer, por el contrario, se aseguró de hacerlo permanecer lo más profundo posible pese a no ejercer movimiento alguno. 

—¿Cuando es que te volviste tan descuidada? —Le externó manteniéndose firme e inerte. —Debes saber, mejor que nadie, lo que pasa con la estirpe de mi sangre, con aquellos que están destinado a buscar todo lo que soy justo como yo lo busqué y lo tomé. 

 Los guardias de inmediato volvieron a tomar al niño mientras volvían a hacer el ademán de asesinarlo sin miramientos, a sangre fría. 

—¡Alto! 

 Su voz, como el rugido más profundo del desierto, hizo eco en la habitación y en sus hombres, quienes de inmediato detuvieron la ejecución. 

—Si vive, si muere; si lo desolló delante de mi pueblo, si le arranco la cabeza, si lo llevo conmigo a mi tierra o si lo dejo en paz, tranquilo y a tu lado, va a depender de ti... Así que comienza a moverte, mi niña. 

 Con dominante ironía hizo extender su sádica conclusión, más allá de que sus palabras han de ser un enigma pues las decisiones más crueles suelen venir de este hombre

 La pelirroja no podía creer lo que estaba escuchando ¿Cómo había podido ser tan tonta para olvidar todo lo que tiempo atrás se había dicho del monarca? No estaba segura, solo quería proteger a su pequeño como lo había hecho durante todo ese tiempo, y no era solo porque necesitaba vivo al único varón que le quedaba, si no porque amaba a su pequeño por el grato parecido a ella. 

¿Qué debía hacer? ¿dejarse llevar por las supuestas reacciones que aquel hombre esperaba de ella y arriesgarse a dañar aun mas a su hijo o debía negarse a hacer algo que no quería realizar? Al final de aquellas divagaciones encontró una solución, quizás algo que repercutirá en su futuro, pero que resultaría benéfica si resultaba. 

—¿Se a dado cuenta de que si el niño muere ya no tendré nada por lo que continuar? —fue lo que respondió a aquellas amenazas por parte del moreno —las niñas son importantes para mi, pero si mi único hijo muere entonces la familia se levantará contra este país y yo perderé mi alma... ¿Cree que continuar viviendo seria una buena opción? —pese al enojo que aún tenía, algunas lágrimas contaban a corriendo por sus mejillas —si mata a mi hijo entonces yo iré después de él. No pienso quedarme en este mundo para ser la vergüenza de esta tierra.

 Sonrió un poco, como si estuviera burlándose, como si aquello fuese simplemente un mal chiste en un mal momento. 

—A veces sigues pensando como esclava. 

 Suspiró con algo de calma, esta vez lento y sin prisa, disfrutando de la interacción tanto como disfrutaba de los diálogos que estaba por decir. 

—Yo te di opciones, no es así? Una de ellas es la muerte, sí, pero está muy lejos de ser la única... 

Continuó con su habladuría; sus facciones, tono y desempeño parecían mostrar que de verdad encontraba placer en ese último resquicio de resistencia. 

—Cuando eras una niña y te llevaron conmigo... No hubiera sido una bendición morir antes de la primera noche? Podrías vivir sabiendo que tu pequeño, en mis manos, no tendría esa bendición? 

 Quien sabe si estaba mintiendo o si existía la remota posibilidad de llevárselo con él, eso era algo que ni aquel jerarca había decidido del todo, pero sin duda estaba sintiéndose pleno, aunque desafiado, por la breve conversación en medio de aquel acto

—Ya no soy la misma niña que usted tomó, ni siquiera sigo siendo suya... —respondió enojada y asqueada al aun sentirlo en su interior —y mi hijo tampoco debe morir por culpa de ese pesado poder que usted dice tener. ¿De que le servirá seguir oprimiendo a otros si al final estará rodeado de personas que lo odian por el monstruo que es? —todo lo que había pasado aquella moche le estaban quebrando emocionalmente, no como cuando era pequeña y estaba en el harén, más bien como si la muerte fuera algo aun mas anhelante que la vida —y todo esto que he dicho es en serio: si usted le hace algo yo prefiero la muerte antes de verlo sufrir. Así que usted decida, o dejar en paz al niño o llevárselo. Solo que recuerde algo; yo me iré de este mundo si hace algo contra mi hijo.

 Extendió su mano para tomarla del rostro y mirarla fijamente mientras hacía un gesto con el rostro, uno que obligó a uno de los guardias a tomar al niño para retirarlo de la habitación mientras uno más los seguía con una afilada daga en mano. 

—Yo no negocio, yo doy oportunidades. Yo no firmó tratos, solo rendiciones. 

 Fue cada vez más brutal, más similar a una bestia que a un hombre, mientras detrás de las puertas principales sólo podía escucharse el sonido del llanto infantil. 

—Voy a hacer lo que me venga en gana contigo, con él y con tus hijas. 

 La miró desafiante, firme, tanto como las estocadas que continuaban brindando. 

—Tal vez lo estén matando justo ahora, como un animal cualquiera, así que simplemente voy a hacerte otro, y otro, y los que hagan falta para que vuelvas a sentirte tan viva como siempre. 

 Ni un ápice de humanidad; ese era el verdadero naslov.

—No me importa —fue lo que dijo la pelirroja mientras escuchaba al más pequeño de los niños llorar —Usted sabe quien pierde con esto ¿no piensa que algún día me rebelaré contra su voluntad si mata o abusa de mis hijas? ¿en verdad quiere esto? —cada palabra dicha por la pelirroja representaba el repudio hacia el naslov, era casi como si ya ni tuviera nada en ese mundo —Usted ha matado a mi esposo, esta torturando a mi hijo ¿Qué puedo perder ahora? Nada me impediría conspirar en su contra si es que decide agregarme como una más de su harén... —cerró sus ojos durante algunos segundos a fin de impedir que la debilidad se demostrará en su voz —Además, nunca seré de su propiedad aunque usted lo diga o quiera... pero mi esposo ya a dejado una marca que indica quien es mi verdadero dueño.

 Fue ahí cuando el movimiento del jerarca, ahora abrupto y sin consideración alguna, empezó a encontrar el placer que estaba buscando de aquella fémina desde un principio, uno que solo sus muslos separadlos podían brindarle y que quería disfrutar de forma íntegra sin importar las palabras de la propia mujer. 

—Aquel que me traiga a la hija más joven, será el primero que la tome después de mi! 

—Bien... usted gana —el tono de su voz era amargo como las derrotas sufridas en batalla he incluso peor que la primera vez que pisó el harén —cumpliré cada una de sus fantasías de la forma en que la pida, pero detenga esto... las niñas no tienen porque entrar en el pago por mis errores.

 Nada quedaba de aquella lastnik que era una hora atrás, de forma repentina todo eso había cambiado y ya nada podía hacer salvo humillarse a favor de sus hijos.

 No hizo mucho al escucharle rendirse, solo tomó asiento sobre el frío cadáver del supuesto esposo, reclamándolo, con ese gesto característico de los hombres bélicos, su cabeza como un trofeo que nadie habría de mancillar. 

—Creí que no las querías... que te eran indistintas. 

 Los guardias ya habían salido, ahora solo estaba el naslov y la pelirroja en aquella habitación, esperando que los expertos asesinos llegaran con buenas nuevas. 

—Vas a tener que esforzarte mucho si quieres cambiar las cosas. 

 Sonrió triunfal, manteniendo la misma postura llena de arrogancia y el mismo porte que con su sola presencia se bastaba para infundir cierto terror. 

—También vas a tener que darte prisa. No querrás que ellas lleguen en un momento incómodo para mamá... —y rio, nuevamente. —La manera en que teñiste tu piel me repugna y la grandilocuencia de tus herederas me intriga. Hasta tú ya has de suponer cuál es el paso siguiente...

 Se levanta nuevamente; aquel hombre imponente camina ya sin mirar a la pelirroja, posando sus ojos de manera firme en la entrada, a la expectativa de que sus hombres hayan tenido éxito en la encomienda reciente. 

—Tú falta de iniciativa es lo que ha terminado decantando mi decisión. Eres libre de irte o quedarte cuando tus hijas lleguen ante mi. 

 Parecía genuinamente interesado en las herederas y su pureza, parecía que, verdaderamente, estaba dejando de lado a la mujer que tantas veces había anhelado tomar después de su escape... Mas aquello no fue posible, pues en lugar de los guardias la majka Enya se dio paso al gran salón y —sin soltar al pequeño Manny a quien llevaba sobre su hombro —cortó de un solo tajo la cabeza de aquel hombre.

 

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