Las pesadillas de una lastnik

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Capítulo IX: Posible futuro.

Y entonces la pelirroja se sentó en un borde de la cama. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y por un momento temió lo peor. Rápidamente revisó a la pequeña Emma para ver que ninguno de sus huesos estuviera roto y afortunadamente tuvo suerte. Sin embargo, debía darse prisa para salir de allí y de alguna forma, con todo el dolor que sentía sobre su cuerpo, se levanto. Cada paso se sentía como la más cruel de las torturas y el peso de llevar a su niña no le ayudaba.

Con mucho esfuerzo llego hasta su otra hija y la levantó del suelo.

Danielle se sentía mareada, justo como las primeras veces que el naslov se había alimentado de su sangre, solo que esta vez no podía permitirse el lujo de ser llevaba por alguna criada a sus aposentos. Esta vez debía ser fuerte por las dos pequeñas que ahora dependían de ella, así que se encaminó hacia la puerta y antes de salir dio una última mirada hacia atrás.

Allí, justo en el centro de la cama, aún estaba aquel hombre con su sonrisa maliciosa y ella pensó que cualquier venganza en su contra no valía la pena. Al salir cerró la puerta tras de sí y en el pasillo pudo sentir como su Hanfod parecía querer escapar. Tuvo que recostarse contra la pared y después de hacerlo, la pelirroja rompió a llorar de nuevo. La humillación había sido demasiado grande y no por el hecho de que el la tomará contra su voluntad, sino que había sido frente a sus hijas. Danielle se quedo un largo rato llorando con las niñas y sosteniendolas contra su cuerpo, ella no quería levantarse, pero entonces las criadas de siempre se divisaron en la esquina del pasillo. Una de ellas llevaba una niña con cabello dorado y Danielle entendió que debía irse de allí, pues pronto el ambiente estaría llenos de gritos y sus niñas no debían presenciar más crueldad.

Las mujeres la reconocieron e intercambiaron algunas miradas entre sí antes de acercarse a donde estaba. Una de ellas intento ayudarla a levantarse y pronto otras dos se unieron a la tarea, su cuerpo le dolía como si se hubiera caído del más alto edificio y pensó en que no lo lograría. Pero el imaginar a sus hijas en el lugar de la otra niña le hizo cobrar fuerzas y del bolsillo de su vestido sacó una bolsita, allí había una daga sin filo que Danielle nunca usó antes.

—Ella es demasiado pequeña, no va a sobrevivir —dijo con un tono de voz apenas audible.

—Sabes que no tenemos opción —respondió la mayor de ellas —si no se la entregamos, nos matará a todas.

—Entonces vengan conmigo, yo las llevare lejos de aquí —le dio a sus niñas a una de ellas y con una de sus manos repitió los mismos movimientos que Sam siempre realizaba con su daga. Pronto el portal estuvo abierto y a lo lejos vio el jardín de flores que pertenecía a su madre. Quizás eso no puede significar nada para el lector, pero ver las rosas hizo que Danielle al fin pudiera sentirse apta para guiar a un grupo de personas, y en ese momento comprendió que el papel de una lastnik nunca es la venganza. Ahora entendía porque su madre siempre prefirió la paz ante las injusticias, porque una lastnik debía preocuparse por su gente y no por si misma.

Pronto las siete mujeres cruzaron al otro lado y Danielle espero unos segundos para cerrar el portal. Sonrió satisfecha y entonces condujo a las criadas dentro de su palacio, allí fue recibida por Sam, quien pronto la envolvió en un abrazo y al fin, después de ese largo día, la pequeña pelirroja comprendió que su infierno había terminado.

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