Las pesadillas de una lastnik

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Capítulo I: Obligaciones maritales

16 de enero de 1900

Hay muchas cosas de las que no quisiera hablar, cosas que hice cuando la sed de venganza aún era grande, cosas que nadie perdonaría, cosas que hasta el día de hoy no puedo ni yo misma perdonarme. Solo diré que con el pasar de los años me di cuenta de que sin importar lo que decidiera, todo estaba destinado a ser un fracaso.

Quizás por esa razón me resigne a volver a Essex, a casarme con Marcus Rossetti y a darle herederos a la corona, herederos legítimos y a olvidar todo aquello que alguna vez me hizo feliz.

Oh, no quiero decir que está vida sea horrible. Pero mis años como lastnik si lo fueron y hasta el día de hoy, no puedo evitar mi desprecio a la corona, aunque también es verdad que ya no pienso igual que a los diez ciclos. Sin embargo ¿Qué se le puede hacer? La vida sigue, todo avanza y hoy puedo retomar muchos proyectos del pasado y quizás, solo quizás pueda al fin tener la paz que quise durante todo este tiempo.





Pasó mucho hasta que Danny decidiera continuar con su diario, pero cuando lo hizo no fue para relatar una historia de superación, fue para escribir la historia de como fue obligada a casarse con el skrbnik Rossetti. Los herederos de Essex y Ávalon finalmente contrajeron matrimonio y unieron ambos países como los padres y anteriores naslovs lo habían pedido.

Pero sin importar las apariencias, podría decirse que aquella era una relación tensa, llena de dudas, de reclamos y en definitiva; Un matrimonio sin amor.

Como dictaba la costumbre, la lastnik Danielle ascendió al poder con tan solo doce ciclos, y al tener consorte junto con una educación excesivamente elaborada, el consejo le permitió gobernar sin ayuda. Después de todo, la lastnik Alessandra y el naslov Piero habían sido asesinados al tiempo en que la guerra civil ya era cosa del pasado.

Pero pese a los bienes adquiridos durante su gobierno, la vida privada de una persona poderosa nunca es feliz y aquellos podía verse reflejado en las pocas veces que podía reunirse con su esposo. Al principio aquello nunca le había importado, Marcus solo representaba para ella un apoyo y alguien con quien continuar con la línea sucesiva, pero al pasar de los años, aquello se convirtió en una dependencia obsesiva y por la cual tuvieron la peor de las discusiones.

Aquella tarde, el ambiente en la habitación que componían el salón del trono parecía la adecuada, los ministros de Aciem parecían concordar con todo lo que la joven estaba exponiendo sobre la economía de ambos países y no había ninguna duda de que pronto ambos reinos se unirían en aquel tan esperado trato comercial. La lastnik Danielle parecía llevarla bien en cuanto los asuntos internacionales, pues versada en varios idiomas era capaz de hablar con todo aquel que visitará su corte.

Después de que aquellos ministros odnse retirarán, Danielle se quedó sentada un rato mas en su trono. Estaba cansada y no era para menos; pronto había de traer al mundo a nuevo par de niñas. Niñas que ostentarían el título de sodnik en Essex y Ávalon, niñas que nacerían de un matrimonio arruinado y del cual nunca podría escapar.

No es que algo le faltará, pero Marcus solo visitaba la corte de Essex cada semana si al consejo de Ávalon se lo permitía. Así que no es una sorpresa el que Danielle estuviera decepcionada de todo lo que ocurría, sin contar que estaban comenzaban a llegar rumores sobre las infidelidades de quien en antaño se había declarado como el eterno enamorado de su esposa.

La situación era tensa, tenía problemas con la economía de Essex después de la "extinción" de los Le pontifice, su matrimonio parecía a punto de desmoronarse y solo su guardia personal cuidaba de ella en sentido emocional, algo de lo que Marcus debía hacerse cargo.

Y cuando el cielo se oscureció por completo al fin decidió levantarse del trono, se sentía incomoda, parecía que aquel nuevo embarazo le estaba siendo más difícil que el primero que tuvo. Recordar a ese bebé y a los niños que perdió le hacían sentir mal y algo en ella le hacia no querer a las pequeñas que pronto nacerían. En un principio había hablado con su hermana sobre interrumpir el embarazo, pero Aiphanes la había hecho desistir de esa idea. La depresión cada vez era mayor y la soledad era su única compañera, cada día era mas difícil que el anterior pero debía cuidar de su pequeña familia.

—Danny ¿Estás bien? —preguntó el guardia que vigilaba cada uno de sus movimientos, como si aquella frágil mujer fuera a romperse en cualquier momento.

—Estoy bien —respondió mientras trataba de levantarse del trono —solo necesito tiempo para que este maldito asunto pronto termine.

—Te conozco desde hace años y se que no estas bien. —ofreció su mano para poderla ayudar a levantarse y la pelirroja la aceptó, aquel hombre le transmitía seguridad y se sentía incompleta cuando no estaba a su lado —tienes algo de peso extra, pero... Pero sabes a que me refiero.

—Akyura ¿me has dicho gorda? —preguntó en un tono severo mientras trataba de parecer enojada con ese asiático —te estás ganando que corten tu cabeza.

El guardia sonrió, tenia una sonrisa hermosa que siempre parecía poner a las mujeres sobre el y la pelirroja no era la excepción, ya que en tiempos pasados ese joven guardia había sido su pareja.

—Solo juego, pero ¿en verdad estás bien? Últimamente te noto más cansada de lo normal —posó una de sus manos sobre la mejilla de la pelirroja haciendo que esta se ruborizara.

—Cálmate Tatsumi —espetó Danielle mientras una sonrisa traicionera surgía en su rostro.

—¿Porqué debería? Me gusta verte feliz, siempre serás mi dulce omega.

Aquella frase la conmovió.

—Nunca me dejes sola —alzó la vista para ver al guardia que aun mantenía la mano sobre su mejilla y añadió —No se que haría sin ti.

—Nunca te dejaré—con uno de sus dedos intentó limpiar la lágrima indiscreta que había brotado de aquellos ojos que en un tiempo pasado lo embelesaron. Él no estaba feliz en esa situación, pero debía aceptarlo si quería seguir al lado de su antigua pareja.

—¿Interrumpo algo? —una voz severa pudo escucharse desde la puerta de aquel salón. El naslov Rossetti parecía molesto ante esa escena pero ¿Quien no lo estaría al ver que su esposa le tenia más confianza a una expareja que a él?

Fue entonces que Danielle tuvo que soltar la mano de su protector e ir hacia donde estaba aquel castaño. Su sonrisa se había desvanecido y la seriedad volvía a su rostro, también la tristeza podía notarse en él, pues, aunque ella lo negara, aún existían fuertes sentimientos hacia el soldado Akyura. Y a pesar de los años, aún no podía olvidar todo lo vivido y no había noche en la que no extrañará tan solo discutir con él.

Bajo la vista al suelo para que Marcus no notará su pesar, no podía darle la razón después de tantas insinuaciones suyas sobre una posible aventura con el soldado Akyura. Dicha relación no existía, pero ella no habría dudado en irse con el guardia si él se lo hubiera pedido.

—Bienvenido a casa, mi señor.

¿Bienvenido a donde? ¿A una casa que no era la suya? Esas preguntas se hacía el naslov Rossetti, porque para Marcus ese castillo ya no era y nunca fue su hogar, solo era el lugar donde vivía su esposa. Quizás por eso le era difícil visitar a su esposa, ¿Que sería de él cuando sus hijas nacieran? ¿la situación seguiría igual o empeoraría? Marcus ni siquiera podía pensarlo, así que solo se limitó a tomar la mano de la pelirroja para besarle como dictaba la cultura de Ávalon.

—Se te agradece esta bienvenida, mi querida esposa.

De pie, a un lado del trono, como casi todos los días. Allí se quedó el guardia viendo como ella se iba prácticamente a los brazos de otro. Era muy obvio que no le agradaba el naslov Rossetti, pero pensaba que Danielle no abandonaría de nuevo aquel país y a su familia. No después de aquella separación tan dolorosa que ambos habían tenido más de una década antes. Parecía que todo estaría bien entre la pareja, así que de manera sigilosa abandonó el salón sin dar una explicación ante sus superiores.

Pero Marcus si notó aquella huida y la considero una victoria sobre su eterno rival, así que en un gesto rápido soltó la mano de su esposa y procedió a abrazarla.

—No sabes cuanto te extrañe —dijo mientras aspiraba el olor a manzanas que su esposa parecía tener como aroma natural.

Danielle correspondió de forma automática ante eso y recargo su cabeza en el pecho de su esposo. Allí se quedaron largo rato, ella no dijo nada, pues estaba consiente de que no podía mostrarse amorosa con alguien a quien no podía entregarle todo su corazón y eso era porque una gran parte aún le pertenecía al samurái que la cuidaba.

Pero el naslov Rossetti era demasiado intuitivo y notó aquello, solo que no dijo nada y después de unos minutos, se separó a un poco y posó su mano en el abultado vientre de su esposa —Dime, ¿Falta poco para que lleguen?

—No, me ha dicho la partera que llegarán en dos semanas. Después de eso puedes llevarlas a Ávalon, yo les haré una visita cuando pueda.

Podía notarse la resignación en aquella frágil pelirroja, porque a pesar de todas las riquezas y conocimientos, ella sabia que no sería una buena madre para las pequeñas y que acabaría como la antigua lastnik Alessandra.

Marcus dejó escapar un suspiro de frustración y soltó a su esposa —Ya habíamos hablado de eso... No puedes alejarte de las niñas ¿O es que quieres que crezcan sin su madre? ¿No pasaste por lo mismo? ¿En verdad quieres eso para nuestra familia?

—Nuestra familia no tiene nada que ver —su voz era débil, como si de una niña regañada se tratara y sus ojos evitaban el contacto con aquel poderoso hombre —Mi señor, usted conoce las condiciones de nuestro compromiso y yo las cumpliré al pie de la letra, pero no pienso meter emociones ni mucho menos encariñarme con las sodnik.

Claro que las conocía ¿No había sido el quien lo había redactado en un intento desesperado por retener a su esposa? Es más, hasta era capaz de recitar aquella cláusula: "Un heredero debe ser dado a la corona, uno por cada país a fin de que ambos países estén en paz".

Solo que poco había imaginado el actuar de Danielle quien en cada visita se mostraba más reacia a quedarse con las pequeñas al menos hasta que tuvieran la edad suficiente para no depender de ella.

—¿Es que no tienes sentimientos? ¿Tanto me odias como para deshacerte de mis hijas en cuanto te sea posible? —el tono frustrado del skrbnik Rossetti había desaparecido, ahora solo quedaba un tono de voz enojado al que quizás debía disimular para no asustar a la lastnik de Essex —Oh, lo olvide, solo estas esperando el momento adecuado para irte con ese estúpido guardia ¿No es así?

—Cállate, tu no tienes derecho a cuestionar mi vida ¿Acaso fue mi culpa que decidieras marcarme?

—No toda la culpa es mía ¿Quien es la que tiene a su ex como sirviente?

—¿Y ahora culpas a Tatsumi? El no tiene la culpa de tus celos enfermizos y vete, yo te enviare a un mensajero cuando lleguen las niñas.

—Pero...

—He dicho que te largues, ya tuve suficiente de ti y de todas esas criadas que te han dado hijos.

—Eso no es verdad, nunca te he sido infiel y te lo juro, estaré a tu lado en el parto.

—Lo mismo dijiste cuando nacieron Arthur y Demian ¿Y donde estabas? Estabas borracho con tu concubina favorita mientras nuestros niños morían —podía notarse cierta amargura y dándole la espalda caminó hacia el trono —Así que vete, haré... —detuvo sus palabras en aquella frase tan fuerte hasta que finalmente tuvo el valor de decirla —Vete con tus concubinas, yo te haré llegar la anulación de nuestro matrimonio y a las niñas.

—No me puedes hacer eso, el contrato lo impide.

—Eso no me importa, como dije; Ya tuve suficiente de ti, vete antes de que uno de los guardias te obligue a abandonar este castillo.

—Danielle...

—Cállate y vete —Las lágrimas comenzaron a correr por sus pálidas mejillas en un signo de todo el dolor que una omega podía sentir ante el rompimiento de un lazo —Tú nunca estas cuando te necesito, no cumpliste tu promesa.. ¿Lo recuerdas? Prometiste nunca dejarme sola y hasta ahora solo apareces cuando te da la gana.

—Sabes que no es mi culpa, tengo mucho trabajo que hacer y no se porque accediste a este embarazo si tu deseo nunca fue ser madre.

—Marcus, siempre quise tener hijos, pero no de esta forma. Ellos deberían tener a ambos padres no solo a una madre que esta ocupada todo el día.

El castaño acortó los pasos que lo separaban de su esposa y trató de estrecharla nuevamente entre sus brazos —Cariño, tienes a tu hermano... Podrías dejar todo e ir conmigo a Ávalon.

—¡No! —exclamó alejándose aún más de él —Eso nunca. Nuestro acuerdo nunca fue el abandonar mi país por el tuyo.

—¿Entonces cual es tu plan? No puedo dejar Ávalon, se lo prometí a mi padre.

—Podrías... No olvida eso, no cambiaré mi decisión. Te enviare los papeles de el divorcio a tu "país" y espero nunca más volver a verte.

—¿Lo dices en serio? ¿Esa es tu forma de solucionar esto?

—¡Dije que te vayas! —gritó Danielle desesperada por alejar a Marcus de ella, pero algo ocurrió.

Ella sabia que no debía estresarse, ya demasiados abortos había tenido en el pasado como para perder otro par de niñas, pero fue entonces cuando sintió un dolor indescriptible, pero no desconocido, pues ya lo había pasado antes y ella sabia lo que indicaba:
El parto se había adelantado. 

 

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