Es cuando nuestro amor florecerá
Un pequeño grito de dolor se escapó de los labios de Micah al sentir como los colmillos del alfa atravesaban la fina piel de su cuello y fue entonces que Henry entendió que ya no había vuelta atrás, su decisión nunca podría ser cambiada y de cierta forma se alegró de haberlo hecho. Ahora ese omega era suyo, nadie más podría mirarlo de la misma forma en que él lo haría, pero también se dio cuenta de la gran responsabilidad que era todo eso, no importaba que su compromiso fuera con otro, su corazón le decía que debía quedarse con el pequeño omega al que ahora estaba enlazado.
Ya no debía volver a casa y lo mejor seria que ambos se fueran lejos del país a un lugar donde pudieran hallar la paz ¿pero como seria eso posible si los países vecinos odiaban a los seres como ellos? Incluso la antigua guerra había iniciado por eso mismo, los shibō los habían odiado a muerte y despreciado a las felices parejas de omegas y alfas, no toleraban la idea de ver a un omega con sus cachorros ni que un alfa hubiera marcado a su pareja.
Es por eso que Henry sintió miedo, fuera de las grandes murallas del país no podría proteger a su frágil pareja y mucho menos a los cachorros que tendrían. Debía pensar rápido, porque no sólo había decepcionado a sus padres al tomar como pareja a un plebeyo, también había roto su compromiso con el naslov Edevane y eso le traería terribles consecuencias.
Pero al terminar el acto, ninguno se atrevió a hablar de lo ocurrido. Micah estaba avergonzado por haber cedido a sus impulsos y la marca en su cuello era algo que no podía esconder, era el símbolo de que una nueva vida le aguardaba y por primera vez en los últimos ocho años de su vida, se sintió feliz. Había encontrado a su destinado y, aunque este aún le era un completo desconocido, se sentía seguro entre sus brazos, como si el joven Richter pudiera protegerlo contra todos sus enemigos y como si al estar con él nada fuera imposible.
Todo había ocurrido demasiado rápido, ni siquiera habían hecho un cortejo como acostumbraban los mayores, pero estaban seguros de que eso no importaba, pues la marca del vínculo nunca podría borrarse si fue hecha entre una pareja de destinados.
Estar juntos parecía algo natural, así que se quedaron abrazados en aquella cama durante un largo tiempo hasta que sintieron la necesidad de hacer de nuevo aquel acto. La experiencia de ambos era poca, eran demasiado jóvenes, casi unos niños a sus dieciséis años, pero el vínculo que los unía nunca podría ser destruido.
Durante esos largos días de celo, solo se detuvieron para comer lo suficiente y en el caso de Micah, para enviar un ave mensajera a fin de que su madre no se preocupara por donde estaba o por lo que estaba haciendo. Mellea se tardó un poco en responder, al leer la nota se había sentido algo disgustada por que el cortejo no fue hecho de forma correcta, pero se alegró de saber que su pequeño naslov al fin había encontrado a su destinado en aquel alfa que sería su futuro esposo. Por lo que dudó en dar aviso a los padres de Henry, los cuales habían estado demasiado preocupados por la repentina desaparición de su único hijo. Y en el último día del celo, cuando ya todo había pasado, ambos chicos fueron a un pequeño río a fin de lavar sus ropas. Allí, Micah finalmente tuvo que sincerarse con Henry y decirle su verdadero nombre.
Para ese momento estaban sentados en la orilla. Micah recargada su cabeza en el pecho de su alfa, quien lo mantenía abrazado como si temiera que en un instante todo fuera a desaparecer. Pero al escuchar las palabras de Haim, es decir, de Micah, no pudo más, así que lo hizo a un lado y se puso de pie.
—¿Cómo es esto posible? —le preguntó mirándolo hacia abajo —si eres el naslov con el que debo casarme ¿Entonces porque has inventado todo esto?
—No es lo que piensas —dijo mientras también se ponía de pie para verlo a los ojos —nunca quise llegar tan lejos sin antes haber hablado contigo.
Henry lo escuchó, pero esas palabras solo hicieron que se enojará aún más, se sintió engañado ¿Por ese niño cruel había esperado tanto? No era más que uno noble como cualquier otro y poco le importaba que fuera su pareja destinada, no podría perdonarle tan fácil semejante humillación.
—¡¿Tienes el descaro de aceptarlo como si no fuera algo importante?! —avanzó peligrosamente hacia él y lo tomó por el cuello de la camisa —¡¿En serio crees que esto se quedará así?!
La mirada en sus ojos hizo temblar al pequeño omega y aun sabiendo que sus almas estaban unidas por la eternidad, era consciente de lo volátiles que eran los alfas enojados.
—N...no, e... esa nunca fue mi intención —fue lo único que pudo tartamudear —suéltame, por...por favor.
—¡Bien! —aflojó el agarre de su mano poco a poco y finalmente lo soltó —¡Nunca más vuelvas a hacer algo así! —fue lo que gritó —¡No tienes la menor idea de lo que me has hecho pasar!
—Esa nunca fue mi intención —dijo el pequeño omega mientras trataba de no parecer asustado ante su prometido.
—¿Entonces cual fue? —le cuestionó el alfa —¿querías probarme para ver si era digno de ti?
—No, no eso no es verdad.
Micah trató de acercarse a él para abrazarlo, pero Henry lo detuvo y puso una mano sobre su hombro.
—A mi no me importa la razón por la que lo hayas hecho —mantuvo la vista fija en el omega durante varios segundos y acto seguido lo abrazó —pero si vuelves a hacer algo así, te juro que ni mil soldados podrán salvarte.
Estar tan cerca de su alfa hizo que las mejillas de Micah se tiñeran de un bonito color rojizo y de nuevo recostó su cabeza en el pecho del alfa, su aroma lo tranquilizó y Henry también sintió lo mismo al tenerlo tan cerca. Aún seguía molesto, pero no podía ser brusco con su destinado, después de todo, no podía dejar de necesitarlo en su vida.
—¿La próxima? —preguntó Micah confundido —¿eso significa que aún así te quedarás conmigo?
—Claro que sí, de mí no te vas a salvar tan fácil, y no te dejaré ir ahora que te he encontrado —respondió Henry —pero ahora te llevaré con tu madre, debes extrañarla.
—¿Y si mejor vamos con tus padres? No saben de ti desde hace días.
Lo dicho por Micah alertó a Henry. Al volver tendría que enfrentarse con su madre y esperar el interrogatorio de donde había estado todos ese tiempo. Pero se dijo que no importaba, pues ya nunca volvería a perder al omega que tanto había deseado encontrar durante la mayor parte de su vida.