Nuestros hijos serán amados, no sufrirán la guerra
En ellos encontraremos la paz
25 de junio
Tengo muchas dudas. Una parte mía dice que debo huir, que debo elegir mi destino.. La otra dice que debo quedarme, pero si lo hago, tendré que casarme con William y darle herederos a la corona. Pero tengo miedo, yo se que la maldición seguirá y es que no amo a William. La profecía dice que solo hay dos opciones, una es romper las estatuas antes de aceptar la corona y la otra dice que solo una lastnik nacida del amor incondicionalmente será capaz de romper con el ciclo ¿pero cómo será eso posible si yo no lo amo? Supongo que ya el tiempo decidirá por mi."
La ceremonia de su prima fue aburrida, y aunque Sam no esperaba mucho, la presencia de Constellatio fue muy decepcionante. A sus ojos, la majka se veía pequeña pese a tener el porte como de quien ha pertenecido muchos años a la realeza. Lo único interesante fue la batalla que se armó cuando los Le pontífice atacaron el castillo de Essex y aun así, Sam penso que todo el viaje no habia valido la pena.
Y aunque en la batalla hubo muchos muertos, nadie le dolió más que la persona que ella tuvo que juzgar. Porque en medio de los sobrevivientes, uno de los soldados llevó a un chico con el rostro cubierto.
—Debes matarlo —ordenó la lastnik a Samantha —un traidor no sirve para nada y es una deshonra para su familia.
—Madre ¿Que hizo un niño como para merecer la muerte? —replicó la Sam mientras sostenía la daga que le había sido entregada —¿No dicen nuestras leyes que debemos ser bondadosos con todos?
Eso era cierto, pero la lastnik no estaba de humor para seguir sus propias reglas y mucho menos después de perder a su doncella favorita.
—Él vendió a nuestro pueblo por unas cuantas piezas de plata, a dado muerte a nuestros sirvientes y deshonrado a nuestra nación ¿Eso no es suficiente para que tenga su sentencia?
—Madre... —pidió suplicante.
—Quería hacer esto fácil para ti, pero veo que aun no aprendes a obedecer.
Elena miró decepcionada a Sam, dio unos pasos hacia el chico y ante todos le quitó el saco que cubría su rostro. Un murmullo se extendió entre la multitud ¿No era ese el prometido de la sodnik? ¿Por qué lo había hecho?
Sam sintió un terrible dolor al ver que debía ejecutar a su mejor amigo de la infancia, pero, antes de que ella pudiera negarse, Elena hizo surgir sus garras y de un solo golpe, las introdujo en el pecho del muchacho.
Él nunca apartó la vista de Sam y ella vio que la luz se iba de sus ojos sin que pudiera haber algo.
Pocos segundos después, la lastnik sacó su mano y con ella, el corazón del traidor. Sam miró sus manos llenas de sangre y aterrorizada, estuvo a punto de desmayarse ¿Que acababa de hacer? ¡Había arrancado un corazón frente a toda la nobleza! Y peor aún, ella no lo pensó dos veces.
—Así es como debe hacerse a cada traidor que se atreva vender a su nación —dijo ella sosteniendo en alto el corazón sangrante —que esto sirva de ejemplo para ustedes y que la gloria de nuestras dinastías no se pierda por un cobarde.
La muchedumbre aplaudió aquel acto, pero Sam no pudo aprobarlo y salió lo más rápido que pudo del gran salón. Pero al estar afuera, no pudo más que sentirse asqueada y regurgito en uno de los maceteros. Al terminar se sintió aún peor, porque a pesar de las bromas y el coraje que le había tenido a su amigo, poco pudo imaginar que así sería el final.
Por un momento pensó que nada podía ser peor, hasta que vio las manchas de su vestido blanco y los recuerdos de la maldición volvieron a ella.
Los contó, no habían sido dos o tres los muertos bajo su mano. Habían sido más, casi un tercio del ejército enemigo. Aun si hubiera actuado tarde, ella había asegurado la victoria. Fue entonces cuando sintió asco de sí misma al comprender lo ocurrido, y ya no tenía dudas de que era la nueva lastnik de corazones.