Amores del pasado.

Comentarios · 3 Puntos de vista

Capítulo II: Las últimas de su dinastía

1 de septiembre, 1813

Música, suave música.

En casa era constante escuchar una suave música de fondo, pero esta nunca era alegre. Al contrario, las blancas teclas del piano producían melancolía a cualquiera que pudiera escucharla sus notas. Por esa razón nunca me gustó pasar los veranos en casa de mi madre, no me gusta caminar con la mirada fija en el suelo y tampoco reverenciar a sus invitados. Solo que ella nunca lo ha entendido, para su Majestad solo soy una rebelde ¿pero que podía esperar si crio a un monstruo?

Para los shibō soy el ser que aparece en sus pesadillas, el que no les permite dormir en las noches. Soy a quien nunca desearás ver en persona y tienes suerte de solo estar leyendo este cuaderno, aunque claro, no estoy aquí para asustarte. Estoy aquí, como toda mi amargura, escribiendo un estúpido relato que no debería contarse y esto es porque en la vida de todo shizen llega el momento en que debes dejar alguna huella de tu existencia, ya sea por victorias en batallas, en grandes descubrimientos, siendo reconocido por una de las majka o metiendo la pata en asuntos que dañen a muchas personas. Supongo que yo seré recordada por eso último, después de todo, no soy más que la hija de un traidor.

La historia de mi vida no es digna de ser contada, pero debo seguir la tradición y narrar la historia de uno de los sucesos más importantes que marcaron mi existencia.

No estoy segura de que hacer, lo único impresionante de mi vida es esta maldición que tengo desde niña. Las pautas en ella son claras, y beneficiosas en algunos casos.

Aún así, no me gusta sentir las miradas de todos cuando visito el país de mi madre, pues la gente de Lindsey sabe que futuro me aguarda y aunque ellos tendrán una vida tranquila, a veces mi sola presencia llega a asustarlos. Algo de los que no los culpo, pues entre tantos seres de alas blancas y ojos azules, es obvio que mis alas negras y ojos rojos puedan ser asociados con el mal.

Esos colores también son producto de la maldición y son un signo de que mi final será horrible. Y pese a que no quiero ser como mis antepasadas, yo no tengo control sobre mi destino. No puedo elegir otro sendero, cada paso que doy me acerca más a mi muerte, o al menos de eso estoy segura. Lo único que pido a la vida es no heredar esto a alguien más.

Llevar la maldición a cuestas es muy cansado, pero al menos el sacrificio de las lastnik vale la pena, porque no importan los naslov que gobiernan a nuestro alrededor, Lindsey nunca ha entrado a un conflicto bélico de importancia.

Todos saben lo que mi madre es capaz de hacer si alguien cruza las fronteras. Por lo mismo no tenemos muchos soldados, pues ella es capaz de matar con sus propias manos a mil enemigos en una sola hora. Porqué ella es capaz de manchar sus manos de sangre por la más mínima ofensa y es que mamá es aún más inestable que la abuela, pero supongo que es normal. La abuela nunca tuvo que pasar un divorcio tan humillante y tampoco vio cómo su esposo prefería estar en la cama de otras en lugar de la suya.

Aunque también debo admitir que la abuela, es una lastnik admirable. Ella ha sobrevivido a muchas amenazas de muerte y por ella se dio a conocer nuestra maldición. Ella es la razón por la que todos nos temen y no los culpo, ver a una adolescente masacrar a toda una guardia nunca será una imagen fácil de borrar. Su carácter tampoco es el mejor, al menos no con mamá. Conmigo siempre es agradable, siempre me ha cuidado de todos los rumores que corren sobre mi padre y estuvo allí cuando la maldición se activó en mi por primera vez.

De ese día, recuerdo en especial que ella misma se encargó de limpiar la sangre y de arrojar el cadáver al fuego de la chimenea. Lo hizo sin pedir explicaciones y sin juzgarme, aunque los demás sirvientes poco tardarían en darse cuenta de que me había transformado en un monstruo.

Aún así, no me dejó sin castigo.

Tuve que elegir entre la muerte para la pequeña hija de mi víctima o enviarla como presente a otro país. Por ella aún guardo dolor en mi conciencia y ese dolor crece al recordar que Gwenhwyfa Tanner es mi media hermana y que sigue siendo una esclava sin derechos.

Porqué aunque su estatus haya mejorado al servirle de niñera a los hijos de mi única prima, eso no quita que por mi culpa haya crecido sin su madre.

De eso han pasado muchos años, pero a veces pienso en cómo pude haberlo evitado, sin embargo, no es como si recordara mucho. Entrar por primera vez en la maldición es dejar que ella tome dominio sobre tu cuerpo. Entrar en ella, es como estar en un sueño profundo, uno del que no puedes despertar y del que no puedes escapar.

Esa estúpida maldición ha seguido a mi familia desde los principios de este mundo. Mi madre la heredó de la suya, y la abuela la heredó de su madre es una herencia que nunca se irá ¿pero que sería de nuestra familia sin esta maldición? Estas alas nos distinguen de los demás, esos ojos nos dan autoridad y esta locura es la fuente de nuestro poder. Aun así, nunca es agradable despertar y ver como la sangre cubre tu ropa. Eso es lo más odio de vivir con ella, no importa lo que haga, mi destino ya está escrito y hoy trataré de explicar el infierno que me espera.”

 

 

Con estas palabras inicia el diario de Ryouta Haruki de Draconis y Samantha Bathory de Lindsey, una joven sodnik quien más tarde se convertiría en la primera lastnik absoluta de Lindsey, pero en la decimotercera lastnik de su dinastía. Algo admirable, si se tiene en cuenta que los zrak casi nunca ceden sus tronos a menos que sus herederos se muestren dignos del todo dignos.

Incluso Sam llegó a dudar si algún día estaría al nivel que se esperaba de ella. No se sentía cómoda en su propia casa y su diario solo lo comenzó a escribir, solo para esconderse en su estudio y mantener alejada de los demás.

Y no es que odiara del todo a su familia materna, es solo que cada generación cargaba con bastante dolor y lo transmitían a sus descendientes. Es por eso que cada generación seguía con la tradición de los diarios, pero no porque quisieran dejar un legado a sus sucesoras, sino porque aquello las relajaba de esa carga tan pesada y esa noche, cuando la nieve cubría los arcaicos caminos de Lindsey, los ojos de la sodnik se mostraban inexpresivos y su mano intentaba escribir la mejor letra posible, aunque ese le complicaba, pues todos saben lo difícil que es para una persona concentrarse cuando hay otras prioridades sobre su persona.

Porque su historia comienza en una época de total silencio, dónde la guerra parecía algo lejano para Lindsey, el comercio era abundante y el corazón de Samantha se mostraba como el más fino tesoro que podía existir en esas tierras, porqué a pesar de los abundantes pretendiente, los tesoros y la abundancia de las joyas. Ningún noble ni plebeyo había probado los labios de la sodnik y tampoco era como Sam lo hubiera permitido. Su corazón era frío como un témpano de hielo y estaba envuelto con capas y capas de piedra a fin de protegerse de su propia destrucción. Aún así, su aura era suave, luminosa, como la de un ser puro que solo necesita amor para mostrar su verdadera fuerza. Incluso en sus ojos podía verse que su alma estaba incompleta y en uno de sus dedos se encontraba anudado ese mítico hilo rojo del destino. Un hilo que la llevaría hacia su mayor amor, un amor que ella no deseaba encontrar, cuya sola mención despreciaba con toda su alma y que cualquier posible pretendiente era para Sam como un nuevo enemigo del cual debía librarse. Aunque eso último lo específico bastante bien lo que siguió escribiendo:

 

“… Bien, me han dicho que debo escribir este diario como si fuera la carta para un amigo ¿pero no es esa una tontería? ¿de que podría servir escribirle a alguien si no vas a tener respuesta? Toda esta tradición es absurda ¿Porque mis estupideces deben quedar para la historia? ¿Por qué tengo que vivir todo esto? ¿Qué hice yo para tener que heredar la maldición de mi madre? No tiene sentido, solo quiero escapar de estas paredes en las que me siento enjaulada.

Los odio a todos, comenzando con mi madre y terminando con el prometido que ella a elegido para mi.

No es que William sea un mal chico, lo conozco desde niña y hasta hace poco fue mi mejor amigo, pero no puedo perdonarle que haya aceptado casarse conmigo. Él sabía que mi deseo era romper la maldición y terminar con la dinastía, pero lo arruinó todo o quizás no, aun puedo matarlo antes de nuestra boda.

Oh... esa idea es buena, nadie me podrá culpar si digo que lo hice bajo la maldición.

Quizás lo haga mañana o antes de que vuelva de Draconis.

Después de todo, él ya no significa nada para mí.”

 

 

Así, sin despedida de por medio, Sam dio por terminada la primera entrada de su diario. Estaba cansada y ya era muy de madrugada, así que guardó la pluma y el tintero.

Pero antes de irse de la habitación, fue hasta las puertas de la terraza y allí encontró la señal más cruel que pudo imaginar.

Sam sabía lo que la nieve en esa fecha significaba, y no era el hecho de que cubriera las hermosas estatuas del jardín. Sino que la nieve, o mejor dicho, el invierno significaba el fin de una era. Pero por un momento no pudo reaccionar y se quedó de pie contemplando las lejanas estatuas.

Todas eran hermosas, estaban esculpidas en mármol blanco que nunca se desgastan y a su alrededor podían verse a doce músicos de piedra con sus instrumentos. Los cuales daban la impresión de estar a punto de comenzar una danza.

—Cuando muere una lastnik de esta tierra —le había dicho su abuela muchos años antes —una nueva estatua aparece. Nada sabe de dónde vienen o quién las hizo, pero nunca fallan y siempre llegan a la hora correcta.

El recuerdo tan fresco de aquella lección le hizo reaccionar y sin pensarlo, Sam comenzó a contar las figuras, solo para darse cuenta de que algo estaba mal.

No eran diez mujeres como recordaba, ahora eran once. Algo que le hizo sentir como escalofrío la recorrió y desplegó sus alas para volar hacia la habitación de su abuela.

Con dificultad abrió la ventana y casi perdió el equilibrio cuando entró. Todo parecía en orden, como si las doncellas hubieran hecho la limpieza poco tiempo atrás y Sam por un momento pensó que se trataba de un malentendido hasta que vio la chimenea apagada y a una figura sobre el sofá favorito de la lastnik Juliette.

—¡No! —gritó mientras su corazón se rompía.

Dio pasos torpes hasta donde se encontraba en frío cuerpo de su abuela y sintió como las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas.

—¡No me dejes! ¡Aún te necesito! —su voz estar a punto de quebrarse y cayó de rodillas al intentar acercarse más hacia la figura inerte —Malditas alas... —susurró al notar que seguían extendidas —abuela.. despierta, por favor... —con cuidado se levantó del suelo y tomó la mano de la lastnik, solo para notar que ya estaba demasiado fría —abuela... prometiste quedarte hasta que estuviera lista.

Sam estaba aturdida por el dolor y de nuevo cayó al suelo por culpa de las alas, solo que esta vez no se levantó. Se quedó acostada en la alfombra y allí permaneció toda la noche mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Y esa noche no hubo consuelo ni nada que se le pareciera para la joven sodnik. Solo una soledad aún más pesada que la habitual, como si formara parte de un castigo por algo cometido en otra vida o como si el universo se estuviera cobrando en ella las almas que tomó la antigua lastnik de corazones.

 

Volver al índice

Comentarios