Las pesadillas de una lastnik

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Capítulo V: Sin nombre.

Unas semanas después los Rossetti llegaron a Essex para presentar su reclamo, pero Danielle no tenía permitido estar presente, tampoco es como si hubiera querido ver como la vendían para evitar otra guerra. Ella sabia lo conservadores que eran los Rossetti y lo mucho que alegarían para culparla por su embarazo. Una parte de la pelirroja había deseado que ellos no llegarán, había tenido miedo de lo que podía pasar, pero sabia que era algo necesario. No por ella, más bien por el bebé, pues era renuente a entregarlo a la corona de Ávalon.

Estuvo durante horas viendo el reloj hasta que, veinte minutos después de la hora acordada, la puerta de su habitación se abrió.

—Dorian, déjame sola...

—¿Disculpa? —preguntó una voz masculina desde la puerta.

—¿Ma—Mateo? ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con Sam?

—Ambos hemos venido para recogerte —dijo el moreno mientras se acercaba a la chica y procedía a abrazarla.

—¿Que has dicho? —preguntó la pelirroja mientras correspondía el abrazo —¿Han llegado a un acuerdo con los Rossetti?

—Aun no, pero si no desean una guerra, tendrán que dejarte en paz.

Estar con cualquiera del matrimonio Aragón era liberador para Danielle y solo con ellos podía sentirse de nuevo protegida, no le importaba que Mateo fuera un shibō, ella había aprendido a apreciarlo y él le había enseñado a de nuevo mostrar confianza con los hombres.

—Y bien, ¿Como te va con mi sobrino? —preguntó cuando se separaron.

—Supongo que bien... No a dado problemas desde hace una semana.

—Me alegra escuchar eso.

Aquel detalle hizo sonreír a Danielle, pero su sonrisa se esfumó cuando una doncella desconocida entro a su habitación.

—Alteza, El skrbnik a pedido una audiencia con usted.

—Dile que iré de inmediato —respondió agachando la cabeza. Una vez que se fue, casi suspiro, tarde o temprano tendría que enfrentar a Marcus y al parecer era hora de hacerlo. Así que dejó que Mateo tomará su mano y la condujera al despacho de su madre.

Allí todo se volvió silencioso cuando entró y pudo sentir la vista de todos en su redondo vientre. De un momento a otro quiso esconderse, no quería que la vieran como la incubadora del futuro heredero, pero eso era para los demás, salvo por una muy enojada pelirroja que parecía estar a punto de arrancarle la cabeza a Marcus, pero que pareció calmarse un poco cuando sintió la presencia de su consorte.

—Hija —comenzó a decir la madre de Danielle —sus majestades y yo hemos tomado una decisión...

—¡No! —dijo Sam —¡No van a entregarla a esta esta bestia sin honor!

—¡Samantha, guarda silencia!

Danielle se quedo paralizada al escuchar eso, ¿Acaso estaba a punto de ser entregada? No podía ser posible, simplemente no podía creerlo, y cuando al fin pudo pronunciar palabra solo fue capaz de decir: —¿Que han dicho? ¡No me iré con él! ¿no se dan cuenta de lo mucho que nos odiamos?

—Pues al parecer no se llevan tan mal como creímos —el señor Rossetti parecía tranquilo y no era para menos, pues tomar a la sik le daría control sobre más territorio —si pudieron llevarse tan bien para tener relaciones, pueden llevarse bien para casarse, vivir juntos y cuidar de nuestro heredero

—¡Por la majka! ¡Eso no significa que puedan casarlos! —Sam se levanto de el sofá y una esfera de fuego surgió de la palma de su mano —¡Tía, diga algo! ¡Danny está muy pequeña como para casarse!

Pero esto no hizo cambiar de opinión a Alessandra, quien parecía aplastada y derrotada desde su asiento.

—Lo lamento, esta vez no puedo ayudar.

—¡Pero tía! ¿Que clase de madre es usted? ¿No deberías proteger a su única hija? —la impotencia se había apoderado de su voz al saber que su prima sería entregada al hombre que más despreciaba.

—No, no te ayudaré a librarla de esto. Si ya es mayor para tener relaciones, que asuma las consecuencias de sus actos.

Sam suspiro enojada consigo misma y concluyó: —¡Bien! Que sea lo que ustedes quieran, pero, desde este día, Lindsey rompe toda relación con Essex y Ávalon.

—No... —fue lo único que dijo Danielle —si así lo desean, lo haré, me iré con los Rossetti, pero no hagan una guerra de esto —su voz se escuchaba realmente molesta, pero no sabía que hacer, la decisión ya estaba tomada y no podía permitir que alguien más sufriera por ella.

—Bueno, ya que todos estamos de acuerdo, será mejor que nos retiremos —el señor Rossetti parecía satisfecho con la forma en que habían transcurrido los últimos eventos, así que ignoró lo grosera que estaba anunciando la lastnik Samantha —Vendremos por ella en unos días.

—Como sea —respondió la disgustada voz de Danielle y disgustada, abandonó la habitación seguida por Sam y su esposo.

Una semana después, en el mismo salón donde antaño se vieron grandes fiestas, una pequeña pelirroja recitaba nuevos versos ante un castaño, solo que esta vez, las palabras parecían más dichas al aire que a un amado novio. Danielle había decidido cubrir su rostro con un velo color negro y esa fue su mejor decisión, pues tan pronto una ocarina se escuchó a la distancia, sus ojos se llenaron de lágrimas, pues nadie más podía tocar de una forma tan dolorosa y dulce que su exnovio. Nadie notó ese detalle, o al menos nadie le presto atención, ya que para ellos no eran más que las lágrimas de felicidad de una novia recién casada, pero Marcus si fue consciente de lo que eso significaba y esa misma noche, surgió una enemistad entre el skrbnik y el guardia que nunca se podría desvanecer.

No hay palabras para decir que lloró durante todo el banquete de bodas y el skrbnik de Ávalon no pudo sentirse más culpable de lo que ya se sentía, pero el consuelo de pronto tener a su hijo le hacía pensar que todo valía la pena.

Después de eso, la pelirroja no soportó quedarse en Essex, le dolía verla el rostro indiferente de Tatsumi. Aun era su amigo, pero todo el cariño se había terminado y Danielle no hizo más que culpar a su bebé, lo odió por ser la causa de su dolor, pero incluso ese odio se quedo corto con el que comenzó a tener contra Marcus.

—Espero que estés feliz —dijo tan pronto estuvieron solos —tú has arruinado mi vida.

Marcus pensó por un momento lo que debía responder, pero las palabras no llegaron a él. Solo se quedó sentado en aquella cama que ahora debía compartir con su nueva esposa y alzó la vista para ver a aquella figura vestida de negro, y suspiró.

—Lo siento...

—Con eso no resuelves nada —Danielle se quitó el velo y lo dejo tirado en la alfombra —Así que créeme, haré de tu vida un infierno si no consigues otra habitación para dormir —dicho esto, la muy enojada pelirroja se retiro de su presencia, pues tan solo ver a su esposo le causaba náuseas peores que las de su primer embarazo.

Marcus se levanto de la cama y recogió el velo, lo examinó durante unos segundos y pronto se dio cuenta de lo idiota que había sido. Fue hasta la sala donde su esposa parecía hacer tiempo para no verlo, se tomó su tiempo para ver como el sencillo vestido parecía ocultar el embarazo y pensó en lo mucho que sufriría su pequeño, pues la pelirroja no parecía ser demasiado maternal, ni dispuesta a ser una madre para el hijo de ambos.

—¿Se te ha perdido algo?

La voz de Danielle sacó a Marcus de sus pensamientos y le hizo finalmente entrar a la habitación.

—Quisiera hablar contigo...

—¿De que tema quieres hablar? —preguntó la Hoshi al skrbnik —¿Acaso vienes a culparme de todo esto? En ese caso, déjame decirte que la teníamos demasiado fácil para deshacernos de este problema, y ahora estamos condenados por tu culpa, así que vete. Yo necesito descansar.

—Es... esta bien, ya será mañana —se dio media vuelta para volver a la habitación que les habían asignado, pero a últimas cambio de parecer y regreso a su viejo dormitorio, pues sabia que nada podría hacer para cambiar la situación en la que estaban metidos.

 

 

¿Alguna vez has pensando en como vas a morir? ¿Como fue? ¿Hay sangre en la alfombra o solo te ahogaste con una cuerda que rodeaba tu cuello? De cualquier modo, no importa la forma de tu muerte, tu vida se habrá ido y no podrás recuperarla. Justo ese era el deseo de Danielle tras pasar su primera noche en Ávalon. Allí no le permitían salir, aún no la consideraban apta para cuidarse así misma y todas las mañanas las pasaba en su habitación. Pero, incluso allí todo era peor, porque sin importar lo que se dijera, allí nunca sería su hogar. Era como estar prisionera en un calabozo y solo en las tardes le permitían visitar los jardines, pero solo si las sacerdotisas le hacían compañía.

Con aquel ambiente tan tenso, Danielle comenzó a enfermarse, hasta llegar al punto en que su piel blanca adquirió un tono poco sano y sus ojos se volvieron oscuros, demostrando así, que se estaba rindiendo a la muerte.

Los Rossetti parecían estar preocupados por la muchacha, pero ella nunca cenaba con ellos e ignoraba todas las llamadas que se hacían por su presencia. Tampoco le permitía al sanador que la examinará, pues su odio hacia los hombres había regresado y un día, cuando las manecillas del reloj marcaron las doce, una doncella llegó con una carta en su mano. Danielle solo la leyó una vez y entendió que todo su sufrimiento había terminado, pues no sólo Dorian le informaba que la guerra con Shaitan estaba por comenzar, sino que pronto ella sería reclamada a Essex, pues el testimonio de su prima había bastado para que la marca que ahora adornaba su cuello, fuera considerada ilegal y la lastnik Alessandra había obtenido el permiso del consejo para recuperar a su hija.

 

***

 

—¡¿Qué significa esto?! —había gritado la señora Rossetti al ver que las pertenencias de su nuera estaban siendo llevadas al carruaje de la lastnik.

—He venido por mi hija y por mi nieto —respondió la nueva matriarca del clan Delacour —así que disculpe, puede declarar la guerra cuando guste, pero no la dejare más en sus garras.

El naslov Rossetti no dijo nada, ni siquiera se dignó en defender a su esposa, pues el mismo había aprobado la anulación de ese matrimonio al ver que la sodnik no parecía mejorar.

—¡Usted no tiene derecho a venir e insultarnos!

—¿Y porque no? Mi hija solo a perdido su salud desde que llegó a su casa.

—¡No es muestra culpa que su omega sea tan débil e incapaz de dar a luz!

Aquello ofendió mucho a la lastnik, y estuvo a punto de usar su daga contra la señora Rossetti, pero poco pudo hacer o decir, porque una figura extraña entro en escena y todo se volvió un caos.

Realmente no tengo muchos detalles sobre lo que ocurrió, pero unos días después, cuando las sirvientas estaban recogiendo todo lo que se usó para dar el último adiós a los no tan amados naslovs de Ávalon, Marcus se levanto a media noche y fue a las cocinas por un vaso de agua, pero ni siquiera alcanzó a entrar, ya que unas doncellas se encontraban hablando sobre él.

—¿Estás segura de lo que dices? —preguntó una de las criadas.

—Totalmente, dicen que alguien del consejo le pagó para que atacará a la familia real.

—¿Pero no acabas de decir que los herederos están vivos?

—Tengo entendido que la sodnik estaba escondida con su hermano cuando todo ocurrió.

—¿Y nuestro skrbnik?

—Dicen que estaba con su amante.

—¡¿Qué?! —preguntó la misma criada a la otra después de soltar un plato por la sorpresa —¿No se casaron hace poco?

—Si, hasta se dice que ella estaba embarazada.

—¿Que quieres decir con "estaba"?

—¿Que no sabes nada? El sanador dijo que perdió al bebé. 

Capítulo VI: Secuestro de hijos

 

—¡Que la majka salve a la lastnik! —gritó una voz y pronto otras la secundaron. Pero tal adoración era vana para quien a perdido todo, y la lastnik Danielle no pudo más que aceptar las alabanzas de su pueblo. En su cabeza podía verse el adorno de la realeza y en sus manos el cetro de poder, el cual antiguamente había pertenecido a las lastniks de Essex, pero sus ojos mostraban la desolación por la muerte de sus gemelos. Sin embargo, el único concierte de su estado era Dorian, quien, al igual que en la muerte del skrbnik Ichiro, no la abandonó y se mantuvo a su lado sin importar que la nueva lastnik ahora parecía ausente.

El salón del trono estaba lleno, incluso Isabella se había presentado para estar al lado de su gemela. Pero también estaba la familia lejana, la misma que no se había dignado en hacer una visita en más de cincuenta años o al menos eso decían los jóvenes, pues la relación de la vodja Mellea con sus padres se había roto con su apresurado matrimonio.

De su mano iba una adolescente parecida a Alessandra, solo que ella tenia el cabello más oscuro y, al igual que Danielle, parecía incomoda ante la multitud.

—Hermana, no estás obligada a recibirlas —dijo Dorian en voz baja, apenas en el tono suficiente como para que Danielle lo escuchara. Aun así, la lastnik de la paz estaba demasiado dañada como para negarse y el vestido largo y pomposo le impedía moverse libremente de aquel lugar.

Pero daba igual, pues a la vista de todos, no había más que esplendor en aquel salón del trono en donde el oro parecía cubrir cada rincón y la propia Danielle había soñado muchas veces con aquel día. Quizás por el sueño de ser libre de su madre o por el anhelo de finalmente invadir Shaitan y matar a su naslov. Mas aquel sueño ya no significaba nada y ese mismo día, su venganza quedo en el olvido junto con todas sus esperanzas, pues haber visto morir a su madre le causó el mayor dolor que pudo imaginar.

Desde entonces se volvió una mujer sumisa a su esposo y accedió a continuar con él, o al menos así fue hasta que, años después, Marcus intento alejarla de sus hijas. Allí fue cuando se rompió su burbuja emocional, pero eso no quiere decir que sanará milagrosamente de sus males, pues en esa noche de invierno, aún se le podía ver algo inestable.

Y eso mismo fue aprovechado por el naslov de Ávalon, quien la misma noche entró a la habitación de las pequeñas gemelas y las llevo a su país. Danielle nunca olvidaría el temor que sintió, porque había dejado todo para revisarlas y lo único que vio fue a su ex con ambas niñas en brazos justo antes de que saltará por la ventana y extendiera sus alas.

  

  

¿Sabes? La vida de una omega nunca es fácil. Nosotras estamos bajo el dominio del primero que nos muerda, no somos dueñas de nuestros cachorros y tenemos la maldición de nunca controlar nuestro deseo sexual. Es por eso que la mayoría se casa antes de llegar a la edad adulta y tienen tantos hijos como la naturaleza quiera darles. Pero mi caso es raro, mis padres eran betas y no sentían el mismo instinto que yo siento. Quizás por eso ellos lograron encontrar el amor y estar juntos antes de que los Le pontifice pudieran separarlos.

Sam me a dicho que ella no tiene el instinto y que ninguno de sus hijos será un omega. Al parecer ellos se han salvado y estarán protegidos de este asunto tan desgastante. Lo único malo es que me casé con un beta de lo más bajo y por lo mismo no pude tener cachorros tan seguido como esperaban y por lo mismo, Kaire y Emma fueron un milagro que cuide hasta que el me las quitó.

—Usted debe renunciar a la custodia —fue lo que dijeron los miembros de consejo —No podemos permitirnos una guerra contra Ávalon.

Y todos decían lo mismo, decían que mis niñas estaban más seguras con él que conmigo, que nunca podría darles un hogar con todos los problemas que tenía y yo fui tan estúpida que les creí. Solo Dorian me decía que debía ir por ellas, pero no le hice caso y durante dos años me dedique a organizar la guerra contra Shaitan hasta que durante una reunión con el consejo, Marcus entró al gran salón exigiendo que le regresará a nuestras hijas.

No tuve tiempo para reaccionar. Él estaba tan enojado que me recordaba al propio Farid. Me gritó frente a todos que era una ladrona y mi instinto de omega me hizo someterme a su dominio. Lloré frente a todos los que estaban allí y él no paraba de insultarme, pero cuando ya nada parecía estar a punto de ponerse peor, un halcón entro por la y dejo caer una hoja junto a mi. En ella solo había una sencilla frase escrita en un idioma que ya casi había olvidado:

 

"Ya se terminó tu descanso, ahora debes volver a mi"

 

Y aquella frase me causó el más vivo temor, pues fui consiente de quien la había enviado.

 

 

 

—¿Porqué nunca lo dijiste? —preguntó el skrbnik cuando los ministros se retiraron.

—¿Y de que hubiera servido?

Marcus guardo silencio. En sus manos aún podía verse la hoja que Danielle había sostenido una hora antes, solo que ahora todo cobraba sentido para él, ahora comprendía el miedo por estar a solas con él y su necedad a dejar ir al guardia de su lado.

—Bien, si no tienes nada mas que decir, entonces será mejor que me vaya.

—¿Que? ¿A donde piensas ir?

—¿No es obvio? Él me quiere a mi y tan pronto éste en su harén regresará a las niñas.

—No puedes hacer eso —el castaño se levanto de su asiento y fue hacia la pelirroja para tomarla del brazo —¿Es que no tienes amor propio?

—En primera; Suéltame y en segunda —detuvo su frase y estuvo a punto de cambiarla, pero su filtro de palabras fallo de nuevo: —En segunda, ¿Has escuchado lo que dices? Desde hace años no tengo ni el más mínimo respeto por mi, no después de tener que acostarme contigo cada vez que se te antojaba.

Dicho esto, se soltó de su agarre y abandono la habitación dejando atrás a un muy arrepentido castaño. Afuera la esperaba Sam quien sostenía una daga en sus manos y no parecía muy feliz con su decisión.

—¿Está todo listo?

—Si... pero permíteme acompañarte, quiero matar con mis propias manos a ese bastardo.

—Sam, dos mujeres solas no podrán contra el ejército de Shaitan.

Sam comprendía que Danielle tenía razón y que poco podían hacer para recuperar a las niñas, así que, allí, en pleno pasillo, cortó el velo dimensional con su daga y dio vista a una zona que Danielle ya conocía muy bien.

—Supongo que solo me queda desearte suerte —dijo soltando la daga y dejando que esta cayera al suelo —Pero recuerda, estaré dos días esperando, si no has regresado, entonces iré por ti y él no tendrá donde esconderse.

Danielle sintió un nudo en el estómago al pensar hacia donde se dirigía y no pudo evitar abrazar a su querida prima.

—Te agradezco todo esto —susurró —No se que haría sin ti.

Sam se sintió conmovía y algunas lágrimas se escaparon de sus ojos. Ella misma se decía que no podía dejar ir a su pequeña prima, pero también comprendía que debía hacerlo, de lo contrario Danielle nunca se perdonaría el abandonar su sus gemelas.

—No olvides lo mucho que te amo —dijo en el mismo idioma que habían aprendido durante su infancia.

—También te amo, hermana mayor —dijo Danielle antes de soltar a su prima y caminar hacia el portal.

Sam solo vio como ella daba pasos indecisos y recordó aquella época en la que la pequeña Aiko estaba aprendiendo a caminar. Se sintió impotente al no poder hacer nada para ayudarla y cuando finalmente Danielle cruzó el portal, Sam se recostó contra la pared, lentamente cayó al suelo y allí lloró por primera vez en años. Después de todo, lo único que le quedaba por hacer era esperar.

 

***

 

En Draconis, Danielle se encontró con la familia Ryouta y ellos se encargaron de proporcionarle un transporte, pues habían sido avisados de que su asunto era urgente. Pronto estuvo en camino hacia lo que fue su cárcel durante veinte años, el camino parecía angosto y las ruedas de el carruaje no se detenían pese a los obstáculos, la lastnik estaba nerviosa por llegar a su destino y no era para menos, cuando llegará tendría que enfrentarse a la única persona que la aterraba. Aquel que había tomado su inocencia y que había dejado huellas difíciles de borrar, cicatrices que durante la etapa más rebelde de su vida había tratado de ocultar tatuando su piel.

Aún después de tomar el trono había decidido conservar aquellos dibujos como un símbolo de libertad, representaban su esencia, su firme convicción de no rendirse aunque las cosas estuvieran mal. Incluso podría decirse que si no los hubiera hecho quizás nunca se hubiera liberado de aquellas cadenas invisibles que la ataban a su antiguo dueño.

Ella sabia lo que podía esperar de aquel hombre, sabia la crueldad que representaba y sobre todo; lo que ocurría a toda aquella concubina que escapara de el harén. Pero eso no importaba, tenía que recuperar a sus hijas a todo costo. Dos días habían pasado, dos días sin saber de el destino de sus pequeñas, no sabia si estaban vivas o si algo malo les había ocurrido, tenía miedo de pensar en lo que el naslov pudiera hacerles. No dudaba que la maldad de su corazón fuera tan grande como para maltratar a las niñas o incluso llegar a algo peor...

El miedo era su única compañía en ese viaje, la orden había sido clara y ella entendió que desobedecer seria la pero opción, así que durante la noche anterior había logrado escabullirse de los guardias que su esposo había apostado sobre cada entrada y huido al camino real donde un coche y el chofer de el naslov la esperaban.

Con gran temor había subido, con el conocimiento de que no podría escapar rápido de las manos de aquel hombre hasta que el se cansará de ella o la matará.

Estaba distraída en sus propias divagaciones cuando escucho que abrían la puertezuela y dejaban paso a un halo de luz solar que lastimaba sus grandes ojos azules. Bajo con cuidado y se sintió casi inútil cuando sus zapatos blancos se ensuciaron con la arena amarilla que cubría las afueras de el castillo de Shaitan. Ella; acostumbrada a los lujos, en otros tiempos se hubiera indignado ante semejante trato, pero ese día no le importó, solo quería recuperar a sus hijas.

Con ayuda de el cochero llego hacia la entrada de el castillo y después de sacudir su vestido y asegurarse de que las arrugas no se notarán en la tela poco sedosa que lo componían procedió a avanzar por los pasillos mientras era escoltada por el mismo sirviente. Reconoció muchos lugares, vio de cerca las puertas que conducían al harén y llegó al mismo lugar —un jardín interior —donde años antes había conocido al naslov.

Allí estaba el, sentado sobre un diván y a un lado suyo estaba la concubina que la había conducido a los aposentos de su antiguo amo. Mas esta vez ya no era una niña cuyas heridas aún sangraba por el corte reciente de sus alas, era una joven adulta que en su país portaba la corona y que no debía intimidarse ante semejante monstruo.

Contuvo la respiración durante un segundo antes de caminar el trecho restante para llegar hacia el e hizo una reverencia. La tensión era palpable y cuando los ojos del monarca se cruzaron con los de ella, solo pudo encontrar un profundo odio, parecía que algo iba a estallar y el silencio era absoluto, o al menos así fue hasta que Danielle pronunció aquellas palabras que durante mucho tiempo había evitado:

—Buenas noches, majestad.

 

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