En el verano y en el otoño veremos los campos llenarse
¿Cómo habían sido capaces de hacerle eso? Se preguntaba Henry mientras trataba de mantenerse en un solo lugar. Las horas habían pasado y Elske no parecía estar dispuesta a ceder y dejarlo irse. No importó lo que su hijo hiciera, los guardias de su prometido estaban ahí para retenerlo, haciendo que perdiera por segunda vez al que fue su destinado. Se sentía toda una basura por haberlo dejado plantado y ese sentir lo acompañó durante una larga semana en la que no dejaba de recibir cartas de un prometido que ni siquiera se había dignado en ir a verlo. Pero todo cambió una tarde, cuando una paloma mensajera entro por su ventana y llego hasta él con una pequeña nota atada.
"Te espero mañana, pregunta donde vivo con el dueño de la panadería"
Atte: Haim.
"No podré ir..." Fue lo que pensó antes de ir hacia la ventana para liberar a la paloma, pero al mirar hacia abajo, notó que los guardias se estaban alejando "Bueno, eso fue rápido"
"Está bien, te veré a las cuatro"
Henry
De cierta forma se sintió feliz al saber que aún tenía una oportunidad, pero también algo acosado al darse cuenta que el omega sabía exactamente dónde se encontraba. Pero trató de convencerse para no preocuparse por algo así, o al menos no hasta que pudiera escapar de su hogar y formar uno propio con el joven que tanto lo llamaba con su aroma.
Aunque por otro lado, a Micah no le resultó difícil conseguir que el panadero le prestara la cabaña donde vivía, solo tuvo que darle unas cuantas monedas para que se la dejará, pues si iba a fingir ser un plebeyo más debía tener un lugar a donde llegar.
Pero quien sí hizo preguntas fue el general Craig. Él tenía sus reservas en cuanto la protección del futuro consorte, pero Micah necesitaba que Henry estuviera libre para poder verlo en el bosque y como su palabra era ley, pronto los soldados volvieron al palacio. Pero bien dicen que a veces lo más fácil resulta ser difícil de interpretar y el paso más difícil para Micah fue pensar en qué le diría a su futuro alfa, pues esa misma noche debía decirle que no era plebeyo, sino la persona con la que estaba comprometido.
Temía que Henry pudiera enojarse y por un momento pensó que debía avisar a alguien sobre dónde estaría, pero no lo hizo, pues no tenía a nadie de confianza. Así que solo le quedó esperar a que fuera la hora adecuada y abandonó su palacio para reunirse con el muchacho.
Lo esperó fuera de la cabaña por alrededor de una media hora y se puso de pie al verlo acercarse. El aroma del alfa se hacía más intenso conforme este se acercaba y Micah sintió como sus mejillas tomaban un color rojizo. Por su parte, Richter se sintió feliz al ver que él lo estaba esperando, pero también se sintió extraño al percibir como el aroma del omega parecía más concentrado de lo habitual, pero no se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo hasta que fue demasiado tarde.
¡No! gritó mentalmente Micah al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, no ahora...
Quiso irse de inmediato, pero no estaba en sus cinco sentidos, el celo se había adelantado y de forma cruel su omega interno le decía que debía entregarse a su destinado. Y eso le hizo sentir miedo, la nula experiencia en esos temas le causaba terror, aquello no debía ocurrir en la cabaña de un simple panadero, era inaudito que un naslov se dejará forzar, pero repito que ambos no estaban en sus cinco sentidos y al estar en ese lugar tan privado, nadie podría detenerlos si algo malo ocurría.
Por unos segundos no hubo movimiento entre ambos, aunque tan pronto pasó la primera impresión, Henry fue el primero en hablar.
—Debo irme... —dijo mientras trataba de no dejarse llevar por las feromonas del omega.
Pero Micah lo tomó de la mano, sabía que los siguientes días serían terribles para él si no tenía la compañía de un alfa, así que no estaba dispuesto a sufrir de nuevo si tenía la opción de estar acompañado de su futuro esposo. —N...no, no te vayas.
Sus mejillas se pusieron de un color más rojo al darse cuenta de sus palabras, pero ya no había cambio de opinión. Aunque tampoco era como si Henry lo hubiera dejado huir, porque tan pronto escuchó esas palabras, tomó en brazos al omega e incitado por las feromonas lo llevó al interior de la cabaña.
Micah se abrazó al alfa y ronroneó suavemente al sentirse rodeado de tan maravilloso aroma.
Parecía que la cordura los había abandonado ¿pues que hacían entregándose sin antes haberse hablado o conocido, aunque las preguntas estaban de más, pues Henry, con mucha delicadeza la llevó hasta la cama que estaba al fondo de la única habitación que había. El cabello del omega tenía ese olor que tanto le gustaba, y sentir como se frotaba era como si con solo eso pudiera hacerlo enloquecer y hacerle perder el control.
Micah se dejó llevar, poco le importaba si era así como perdía la virginidad, necesitaba apagar ese fuego que sentía en su interior... pero parecía que Henry estaba disfrutando haciéndolo esperar. Sin embargo, para un alfa joven y sin experiencia era muy difícil tomar el control de la situación y aunque las feromonas le ordenaron que no tuviera contemplaciones con el pequeño omega, él no deseaba que la primera cita fuera una simple noche de la que quizás se podrían arrepentir.
Así que Micah decidió tomar la iniciativa y tan pronto como Henry lo dejó sobre la cama, lo obligó a tomar asiento junto a él.
Por su parte, Micah se puso de rodillas en el suelo y sin pudor alguno llevó sus manos al cinturón del alfa, el cuál que zafó con destreza. No le bastó con eso, pues después le siguieron el botón y el cierre del pantalón.
La destreza del omega sorprendió al rubio, pero de cierta forma se sintió complacido de que Micah tomara la iniciativa en entregar su joven cuerpo. Sentir como esas pequeñas manos lo ayudan a despojarse de su ropa le era excitante y tan pronto como Micah alzó la vista para verlo, enseguida comprendió lo que debía haber, por lo que se levantó por unos segundos en los cuales se quitó los zapatos y el resto de ropa que tenía puesto.
También Micah aprovechó para quitarse las sencillas vestimentas que cubrían su cuerpo y esperó con paciencia a que Henry volviera a sentarse. Cuando él lo hizo, procedió a tomar su lugar a los pies del alfa. Se sentía mareado por la enorme cantidad de feromonas en el aire y tuvo que respirar profundo para no perder completamente la cordura.
Su respiración estaba agitada, sentía pena por lo que estaba por hacer, pero se tragó su orgullo y sujetó el miembro del alfa con una de sus manos y sin pensarlo, se alzó lo suficiente para recibirle en su boca.
Aquello era más placentero de lo que Henry esperaba. Fue sintiendo y degustando, dejando que pasara, que el omega tomara la iniciativa con sus labios húmedos, que con su lengua jugueteara con su miembro, pero él no perdió tiempo, rápidamente extendió su mano hasta la cabeza del omega, entrelazando sus dedos con los oscuros cabellos, ejerciendo cierta presión para que los movimientos de este llevaran un mejor ritmo, uno más constante y delicioso, uno que a él le encantaba.
Sentía su saliva caliente, casi hirviendo, sus dientes le rozaban por momentos y la lengua se envolvía alrededor de su miembro cuando este amenazaba por entrar por completo, hasta lo más profundo de la garganta mientras él mantenía los ojos cerrados disfrutando de todo el placer que estaba recibiendo del pequeño y frágil omega. Y con su mano firme entre los cabellos de un brillante color, el rubio fue ejerciendo presión sobre el muchacho, obligando que su delgado cuello comenzará a moverse de atrás hacia adelante, en un vaivén sumamente placentero. Después echó para atrás la cabeza, disfrutando cada segundo en que su miembro se encontraba dentro de aquella boca. Disfrutando cuando su miembro chocaba contra aquella lengua, disfrutando todo como si nada más existiera en ese mundo.
Aquel chico parecía ser la perdición del alfa. Y no era para menos, pues Micah parecía ser la perfecta combinación de inocencia y experiencia, como el más exquisito plato que pudiera existir y el rubio estaba orgulloso de saberse el futuro propietario del muchacho, pues estaba seguro de que nunca lo dejaría escapar o alejarse de él.
Y su pensar era ese cuando un gruñido de placer escapó de su boca, su instinto le decía que debía tomarlo allí mismo, sin esperar a qué Micah estuviera listo para recibirlo en su interior. Así que soltó el cabello de su Omega, haciendo que este tuviera que sacar aquel falo de su boca para no caerse y se quedó allí durante pocos instantes, pues recibió una orden por parte del alfa.
—Arriba, no perdamos tiempo —fue lo único que dijo antes de alzarla por cuenta propia y acostarlo boca abajo en la cama.
Hecho esto, se tomó unos segundo para contemplar el perfecto cuerpo desnudo que estaba ante él, antes de, finalmente llevar sus manos a las piernas del muchacho —No te muevas... —dijo antes de levantarlo un poco y separar sus piernas para tener acceso a esa zona tan húmeda en la que deseaba introducirse —esto no dolerá... —prometió el rubio, pero a pesar de sus palabras, no tuvo piedad en entrar de una sola estocada en el interior de Micah y comenzar a moverse con el mismo salvajismo y desesperación que tanto había querido reprimir.
Aquello tomó por sorpresa al omega, haciendo que se le escapará un pequeño grito al sentirlo en su interior. Mordió sus labios y arqueo la espalda mientras gemia sin poder evitarlo. Estaba disfrutando de aquel acto y poco le importaba que solo fuera el producto de su celo, pues no se arrepentiría en lo absoluto de lo hecho.
Henry dejó que su instinto lo guiará. No tuvo contemplación alguna en meter su miembro en la intimidad de su Omega, sin pensar siquiera en lo que él deseara. Fue moviéndose a su antojo, aprovechándose de la humedad ya existente, gruñendo de satisfacción por encontrar que no necesita estimular de alguna forma a su joven amante, pues el cuerpo de este parecía actuar conforme a sus propios deseos.
El alfa se movía a su antojo, sin pensar en Micah o en cómo darle placer, pues su lado animal estaba feliz de ser saciado. No tanto su lado racional que buscaba un poco de compasión en una actividad tan íntima, que desde luego no iba a llegar.
Cada estocada, cada movimiento eran un disfrute para el alfa.
Su cuerpo estaba perlado por el sudor, su respiración parecía agitada, por otro lado, el omega mordía su labio inferior para callar los jadeos y gemidos que se le escapaban. Cerró los ojos y sujetó las sábanas con sus manos mientras él seguía moviéndose libremente en el interior de su menudo cuerpo.
Pero al perder el control en semejante acto, los colmillos de Henry pronto comenzaron y aprovechando la situación de control en la que estaban, mordió el cuello del omega. Dejando en claro de que él seria suyo y nadie más podría acercarse a su propiedad.