Amores del pasado.

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Capítulo IV: Obligaciones familiares

Cuando llegue la primavera, es cuando cumpliré mis promesas.

 

 

Para Henry Richter siempre existió una sola opción y a esa misma debía apegarse por decisión de su madre. Y aunque la señora era bastante controladora con su hijo, los demás miembros del consejo no la culpaban, pues aquel muchacho fue el único heredero que pudo engendrar y debido a la guerra, Elske Richter quedó con una lesión que le impidió darle más hijos a su esposo.

También estaba su continuo temor a la guerra y por lo mismo, decidió apartar a su heredero de los demás jóvenes, pues no confiaba en la estabilidad del país si la nueva generación solo deleitaba en juegos bélicos, tal y como suele pasar con esos niños que nacen y crecen durante la guerra.

Es claro que su intención era buena. En su hogar le enseñó las reglas de una sociedad pacifista y aunque el muchacho tenía un carácter fuerte, también se le podía considerar un chico sensible cuando se trataba de las artes, y en ellas volcaba su interés durante las tardes que en ellas mostraba mucho interés. Pero aún entre ellas, su mayor adoración era la música, más propiamente dicha, la música de su violín. Pues él acostumbraba tocar cuando el sol estaba por ocultarse, disfrutaba las notas que surgían de tan noble instrumento y se deleitaba con los elogios que recibía por parte de su padre, quien era un hombre tranquilo que poco se interesaba en la caza y que no mostraba pizca de avaricia.

La madre quizás era un poco ambiciosa, pero su deseo era tener un futuro brillante para su heredero y que este hiciera crecer las tierras de su familia. Lo que no deseaba era que su muchacho estuviera inmiscuido en guerras, tal y como lo había hecho ella en el pasado. Y me tiento a decir que por dichas actitudes, el general Craig había visto en ellos la familia perfecta de la cual solicitar una pareja para el joven Micah. Ellos no eran personas pobres, aunque sus riquezas habían menguado con la guerra. Sin embargo, aún poseían ciertas propiedades que les daban un estilo de vida holgado. Pero lo más importante es que eran una familia leal al difunto naslov Haim, a quien habían apoyado durante tres generaciones y cuyos antepasados habían apoyado a su antecesor.

Incluso, algunos decían que el señor de la casa era un hijo ilegítimo del anterior naslov, aunque de eso nadie daba constancia. Sea como fuera, esa misma tarde el general Craig se presentó a su puerta y fue recibido gratamente por una doncella de la señora Elske, quien unos minutos más tarde le dio la bienvenida a su casa.

De esa conversación que tuvieron, poco llegaría a ser relevante, la señora ya conocía al general desde sus años de mocedad y si no hubiera sido por el final de la guerra, ella nunca hubiera dejado su puesto junto a él. Ese día hablaron de sus años al servicio de Haim, de los buenos y malos momentos. Incluso recordaron ese fatídico día en el que ganaron la batalla y estaban por entrar victoriosos al castillo, cuando fueron interceptados por un traidor que terminó con la vida de su señor.

 —Y pensar que su hijo ya está por tomar el trono—mencionó el general Craig en algún momento de la conversación.

—¿Cree que será un buen naslov?—había preguntado la señora Elske mientras sostenía una copa en su mano.

—Nuestro nuevo señor es un joven educado, su madre se ha esmerado por convertirlo en alguien digno del trono.

Durante unos segundos, Elske miró pensativa el líquido que estaba en su copa ¿en verdad sería cierto? ¿Acaso el naslov Edevane llegaría a estar a la altura de su fallecido padre? Puede que sí, pero el país parecía necesitar mano dura para ser controlado y el que su nuevo naslov no fuera más que un niño le hizo dudar sobre el futuro que le depararía a ella y a su familia.

—Esperemos que sí, pero maestro, aún no me ha dicho el motivo de su visita.

—Quizás esto le parezca muy atrevido, pero estoy aquí porque el joven Micah me ha pedido ayuda para encontrar a un consorte adecuado.

—Oh, ¿no es demasiado joven para tomar esposa?

Elske trató de recordar la edad del muchacho ¿no era un niño muy pequeño cuando la guerra terminó? Todavía lo recordaba como un adorable niño de bonitos ojos verdes, incluso le habían dicho que tenía la misma edad que su hijo, pero en ese entonces el naslov era bastante más pequeño que Henry.

—No, ya cuenta con dieciséis años. Me temo que pronto se le pasará la edad casadera—dio un trago más a su bebida y continuó hablando—y a mi señora le parece necesario que su hijo tenga un alfa que pueda protegerlo.

Le tomó un poco de tiempo reaccionar a la señora, pero al saber que su futuro naslov era un omega como ella, enseguida entendió la razón de esa visita tan inesperada, pues en todos los leales, solo dos tenían un alfa como hijo.

—Para cualquier familia sería un honor emparentar con nuestra señora—se atrevió a decir en voz baja—¿pero quién sería el adecuado para estar con nuestro señor?

—Se me ha encargado que elija al hijo de un aliado—hablar del tema como si no fuera algo obvio le resultaba menos incómodo al general, quien todavía estaba avergonzado por tener que hacer semejante trato en favor de Micah —y si los padres aceptan, su hijo recibirá una buena dote por parte de nuestra lastnik.

—¿Y si tuvieran que pensarlo?—preguntó sintiendo la incomodidad del general—Quiero decir, ¿y si la madre del muchacho tuviera que preguntarle a su hijo si está de acuerdo?

—Entonces le daría hasta el día siguiente para hacerlo y le pediría que enviara a una criada con la respuesta —Craig dejó su copa en la mesita y se puso de pie —si la respuesta fuera positiva, todo estaría bien, pero si la respuesta fuera un no, nadie más se enteraría, pero ahora debo retirarme, mi alfa debe estar esperándome para la cena.

Elske también se puso de pie, no necesitaba pensar, aquello era demasiado conveniente para su familia, por lo que le limitó a sellar el trato con una sola respuesta: —Si a usted le parece bien y ya ha elegido a un pretendiente para el naslov, dicho mensaje está de más.

—¿Entonces la familia ha aceptado el trato? —insistió el general Craig por una respuesta concreta.

—Me parece que sí ¿o quién sería capaz de rechazar al señor de esta tierra?

El general Craig sintió un gran alivio al escuchar eso, no habría duda de que todo marchaba de acuerdo a su plan y pronto estaría libre de su último trabajo. Por otra parte, la señora Elske estaba agradecida de que su antiguo maestro hubiera pensado en su familia antes que en las de otros. Poco le importaba si su esposo o hijo no estaban de acuerdo con su decisión, pues ellos debían acatar su voluntad aún si estaba equivocada.

Las decisiones de Elske Richter poco le importaban a su hijo.

Henry solo seguía sus órdenes porque había sido criado en la más estricta disciplina, pero esa última le llegaría a afectar de la peor forma posible. No es que él creyera en el amor a primera vista, de hecho, Henry pensaba muy poco en entablar una relación a largo plazo y mucho menos en una temporal, porque algo en su ser le decía que debía ser paciente, que su pareja destinada le llegaría en cualquier momento. Y él mismo pensaba en que quizás ya habían cruzado sus caminos, porque durante una parte de su infancia y buena parte de su juventud, Henry siempre buscó un aroma en particular. Ese aroma lo recordaba a una mezcla de fresas con flores, un aroma delicado que solo podía tener un ser puro y sin tacha, algo tan delicioso que solo que le llamaba y que deseaba solo para él.

Destino, así le habían llamado sus amigos en cuanto al fin se atrevió a hablar del asunto. Al principio no les creyó, ellos eran un tanto más liberales que él y frecuentaban mucho la compañía de la familia Campbell, pero al darse cuenta de que hablaban en serio, no pudo sino pensar en dónde estaría ese omega al que tanto deseaba amar.

Quizás no sabía cómo era ese chico o chica, pero ya amaba el aroma del que era poseedor y hubiera dado toda su herencia con tal de despertar cada día a su lado. El único problema era que no recordaba donde había conocido al portador de su destino, ese aroma solo había aparecido una vez en toda su vida y después se fue como si el universo lo hubiera borrado de la existencia. De eso ya habían pasado muchos años, pero nunca lo pudo olvidar, necesitaba encontrarlo y un día antes de que su compromiso fuera concertado, aquel aroma volvió a él.

Ese día le habían permitido salir acompañado por dos de sus mejores amigos. Aquellos dos eran un par de revoltosos, pero Elske les permitía la entrada a su hogar por ser familia lejana y de cierta forma les tenía cariño, pues ese par parecía adorar cada paso de Henry y sabía que tenerlos como aliados le serviría en el futuro.

Aunque esa información está de más, porque al pasar frente a una panadería, el aroma de un omega llegó hasta los alfas.

—¡Richter! —exclamó uno de ellos —¡Huele muy bien! ¿Quién será la afortunada familia de ese omega?

Sin embargo, no hubo respuesta por parte del rubio ya que este había intentado seguir el origen de ese perfume. Necesitaba encontrarlo antes de que desapareciera por muchos años más, solo que para su mala suerte, su omega destinado no estaba al final del aroma.

—Maldición... —susurró enojado al verse sin ninguna pista palpable.

—¿Qué tienes, Henry? —preguntó uno de sus amigos acercándose al rubio —Ah... lo entiendo, quizás subió a un carruaje o algo así... Espera... ¿no planeas decirnos que al fin encontraste a tu destino?

Henry gruñó, no necesitaba explicarle a su estúpido primo lo que estaba ocurriendo, así que el muchacho se vio obligado a señalarle algo obvio que él no había notado por su desesperación.

—¿Y si preguntamos en la panadería? Quizás sea un o una cliente frecuente.

Al darse cuenta de su error, las mejillas del alfa tomaron un tono rojo por la vergüenza. Nunca antes se había sentido tan embobado por un omega y mucho menos quería portarse así delante de ese par.

—¡Vamos! —agregó el muchacho —¡Quiero saber que clase de omega llegará a ser tu pareja!

Los tres fueron a la panadería, pero allí no les pudieron dar mucha información. El panadero, viendo a esos jóvenes de noble cuna, sólo pudo decir que su pequeño cliente iba algunas veces al mes y que se hacía llamar Haim, justo como el anterior naslov del país.

—¿Por qué preguntan por Haim? —los cuestionó el panadero casi al final de la conversación —¿Acaso se ha metido en algún problema?

—No señor —se apresuró a decir el segundo primo de Richter —pero debemos hablar con él lo más pronto posible.

—Están de suerte, dejó pagado un pedido y dijo que volverá mañana.

"Volverá mañana" Dos palabras, dos palabras fueron suficiente como para impedir que Henry pudiera dormir esa noche. Estaba demasiado ansioso por conocerlo y tenía muchas preguntas que lo ponían aún más nervioso; ¿Qué le diría al chico? ¿debería llevarle algún presente? ¿Cómo debía hacer si era rechazado? No sabía nada, era inexperto en el cortejo y tampoco era como si su padre pudiera darle alguna información sobre el tema. Pero al día siguiente, cuando llegó un poco tarde a la panadería y vio salir a un omega pequeño y frágil salir de esta, se dio cuenta de que no importaba lo que sucediera, su corazón siempre estaría ocupado por el dueño de esos lindos ojos verdes.

 

 

Tú serás mi bien más preciado

Serás mi mayor tesoro

Y yo seré tu amor

 

Para Micah no era fácil escapar de la atenta mirada de su madre, pero cada semana se las arreglaba para ir a comprarse algunas galletas al pueblo. Ellas le daban nostalgia, le hacían recordar los años en que su padre le daba ropas sencillas y le hacía acompañarlo para que juntos pudieran espiar a los súbditos. Después de lo cual, Haim lo llevaba a la panadería y compraba las galletas que allí preparaban.

El panadero no tenía la menor idea de que aquí joven era el naslov niño que esperaba su turno de gobernar, pero le trataba bien, incluso a veces le daba consejos que Micah seguía sin pensar, porque ese hombre viejo le parecía tan sabio cómo los profesores que dedicaban a educar a la alta aristocracia. Pero bueno, esa tarde compró las galletas y se dispuso a irse cuando algo le llamó la atención, era un aroma fresco como el bosque al que no le permitían ir. Era algo incomparable a los aromas de los otros alfas, a quienes nunca había puesto atención.

Las mejillas de Henry se cubrieron de un adorable color carmín al darse cuenta de que aquel muchacho no le quitaba la vista de encima. Por instinto quiso salir huyendo de esa situación, ese alfa lo llamaba con su aroma, pero no debía regalarse a cualquiera y mucho menos cuando ya le había pedido al general Craig que le concertara un matrimonio conveniente.

—¡Espera! —lo llamó el rubio y se apresuró a ponerse enfrente de él para detenerlo.

—¿Qui... quien eres? —tartamudeo el pequeño omega al sentirse intimidado —no... no tengo muchas monedas, solo este paquete de galletas.

Le extendió la bolsa de papel, pero Richter lo miró contrariado y tardó varios segundos en comprender lo que estaba pasando.

—Oh, no, no quiero tus galletas —se sintió avergonzado al darse cuenta de su error y trató de ser más amable con el pequeño omega —solo quiero conocerte, he buscado tu aroma durante tantos años y no estoy dispuesto a renunciar ahora que lo he encontrado.

Micah se tranquilizó, había algo en el desconocido que le daba confianza y le decía que todo estaría bien.

—N... no creo que sea conveniente —dijo al recordar lo que había pedido una noche antes —tengo un compromiso y debo... señor, debo irme.

Micah estaba por irse cuando Richter puso una mano sobre su hombro. Escuchar que su omega soñado tenía un compromiso había sido mucho para él, pero aun así no se daría por vencido.

—Eso no importa, te he buscado durante muchos años, ahora no puedo permitir que ahora te vayas sin al menos haberlo intentado todo.

Se detuvo un segundo para contemplar el hermoso rostro del muchacho. Henry no esperaba mucho, pero esa belleza era abrumadora, esos ojos verdes eran el espejo de un alma pura y durante ese segundo pensó que debía llevárselo a casa sin darle tiempo a reaccionar.

—Lo único que pido es una oportunidad... solo una. Quizás esto sea muy repentino, pero por favor... —rogó mientras su corazón parecía estar a punto de romperse —Al menos permite que tengamos una cita, si después no sientes nada por mi, entonces te dejaré en paz.

—Estás loco... —Micah quitó la mano del alfa de sobre sí y estaba a punto de rechazarlo cuando decidió al fin tomar una decisión por sí mismo. Después de todo, aquel rubio le parecía atractivo y su aroma le era tan atrayente como si hubiera sido hecho sólo para él.

—Bien... pe...pero solo será una cita

El alfa sintió una gran alegría al escuchar eso y aunque la respuesta pudo haber sido muy sencilla, fue suficiente para quien ha buscado su destino por tanto tiempo y para Henry Richter significó el fin del invierno en su corazón.

 

 

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