La escritora y sus personajes

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Capítulo III: Cliché.

A Krinos no le tomó mucho tiempo comenzar su propio cortejo a Rose. Sentía que ella era la indicada, pero tampoco tardó mucho en darse cuenta de que había alguien más en su corazón. Así que fue lo más lento que pudo, aunque eso no le impidió un día llegar con flores hasta su hogar y pedir permiso a su tía para comenzar a visitarla.  

Bien dicen que los alfa son buenos proveedores cuando se trata de un omega de su interés, y aunque Rose no era omega, eso no impidió que comenzará a ayudarla con algunas cosas de su hogar. Ella se resistió mucho al principio, por pena quizás, pero había más en si, y es que Aurora nunca lo había intentado. Aún en las épocas de escasez, ella no había ofrecido ninguna ayuda. Así que el repentino interés de Krinos hacia su persona le estaba resultando algo a lo que no estaba acostumbrada.

—¿Me permite cortejarla?

Esa pregunta hacia cada vez que la visitaba en su hogar, y aunque al principio ella había aceptado por no enojar a alguien de mayor rango social, después comenzó a tenerle cierto aprecio.

El lenguaje de amor que tenía Krinos parecía ser el más sincero que ella conocía. En especial porque él no se avergonzaba de hacerlo público. De hacer saber a los demás sobre su cortejo y de que le daba su tiempo para que se acostumbra a él.

Ambos hacían sido sinceros sobre sus intenciones y situaciones amorosas, eso había informado a Krinos sobre Aurora, y le había dado la oportunidad de advertir a Edward sobre con quién se estaba prometiendo. Aunque no sirvió de mucho, pues él se había encaprichado de ella y no planeaba soltarla.

Quizás eso hizo una ruptura en su relación de hermanos, pero los diarios no dicen mucho sobre lo que se dijo. Solo que Krínos y Edward nunca volvieron a ser los mismos y con el pasar de los años, solo unas cuantas cartas anuales eran intercambiadas entre ellos. No hubo reconciliación hasta mucho después, tampoco es como si les hubiera dado tiempo, pues un día, cuando apenas se estaba cumpliendo el mes de su cortejo, una carta le fue llegada a Krínos, dándole noticia sobre la muerte prematura de su padre y de que debía partir a Rhoswen para tomar su lugar.

Siempre había esperado esa noticia, pensando que al fin su hermano sería libre de cualquier compromiso planeado, que él podría romperlos y dejarlo ser libre. Pero en esas condiciones, él ya no podía hacer nada para salvarlo. Así que decidió pensar en si mismo, e hizo una última visita a Rose.

Ella estaba en su jardín quitando las malas hierbas cuando él llegó. Notó que estaba nervioso, Krínos nunca escondía sus emociones cuando estaban juntos, o al menos eso le parecía.

—Tengo que regresar —le dijo Krínos cuando terminó de explicarle su situación.

—¿Volverás algún día?

Rose quería saberlo. Por primera vez pensó en la vida cuando él no estuviera junto a ella y tuvo miedo.

—No será posible, pero ven conmigo —Krínos la tomó de la mano y besó sus nudillos —Ven y se mi esposa. Se que no me amas, se que soñaste tu vida con otra persona, pero quiero cuidar de ti y quiero seguir con este cortejo hasta dónde tú me lo permitas.

Rose se sintió halagada por su repentina propuesta, pero ya no tenía nada que perder ¿O no era verdad que los alfa solo aman una vez? Mentira o no, estaba lista para arriesgarse.

Así que tomó la iniciativa, y acercó su rostro al de Krínos para presionar suavemente sus labios contra los de él.

Fue un beso suave que sorprendió a Krinos, y aunque duró poco, él pensó que no podía enamorarse más de ella.

—Si, quiero ser tu esposa —Rose sonrió mientras sus mejillas se ponían rojas al darse cuenta de que lo que había hecho.

Krínos también sonrió, se sentía feliz al fin estar ligado a Rose que no pudo evitar abrazarla, sintiendo que ya nada podía importar si estaba junto a ella.

Y al día siguiente, justo después de una ceremonia pequeña, partieron los nuevos señores de Rhoswen a su tierra, comenzando lo que sería conoció como la era de las flores.

 

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