Las palmas de mis manos sangraban, las lágrimas quemaban la sensibilidad de mis mejillas cada noche. No sabía el verdadero motivo por el cual me enviaban allí, no sabía nada acerca de La Academia de Estrategas. Pero lo que si sabía
es que sin siquiera tener las respuestas a tantas preguntas, con el paso del tiempo comenzaron a llegar dejandome helada a las verdades y con el corazón temblabando. Con el corazón roto, la decepción y desesperación inundando mi ser, mi alma se había hecho añicos de mil maneras distintas. El alma es el crisol de la existencia. En cada cicatriz una nueva alquimia, yo ya tenía muchas heridas cicatrizadas