Introducción - parte 2

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Tampoco June era feliz. Nadie tenía duda de eso, pero no podía irse y abandonar a los niños con Enyd. Él sabía cómo serian tratados y eso era algo que no iba a permitir.

Pero si había algo que June disfrutaba, era cuando a sus hijos se les permitía jugar fuera del granero. Era entonces cuando las risas llenaban el ambiente tan sombrío en el que vivían a diario y, pese a que no lo tenía permitido, la pequeña Enya se unía a los juegos infantiles y mostraba parte de su carácter travieso ¿pero quién no es así en la infancia? Incluso Erea, la sería hermana mayor, había sido una infante escurridiza, y ni que decir de la dulce Erin, que a diario daba dolores de cabeza a su madre con todas las novelas que escribía e intentaba recrear con los seres que estaban bajo su control. Aunque está de más decir que Enya no tenía quejas de eso último. Amaba recorrer los escenarios planeados por su hermana y siempre estaba pegada a ella cuando se enteraba de una historia que estuviera a punto de ser interpretada.

También Erin era la única otra en su familia que no parecía odiar a los shibō. Aunque tampoco parecían ser su adoración, pues eran las principales víctimas de sus novelas trágicas y ese día de primavera, por primera vez en muchos años, Enya quiso evitar la tragedia anunciada, y estuvo a punto de hacer algo para que esa pareja no se conociera, pero Erin advirtió su proceder y la tomó de la mano.

—No te atrevas...

Amenazó con seriedad y Enya no pudo hacer más que una mueca de disgusto, y se quedó de pie junto a su hermana mientras veía lo que a sus ojos parecía una novela llena de clichés.

—¿No te parecen lindos? —pregunto Erin —Algún día quiero tener algo así.

—Pero solo se han visto una vez.

Eso era cierto, dicha historia no tenía nada de gracia, pero Erin aún no había terminado con la historia de esa pareja.

—Si, como sea, pero ellos vivirán una buena vida juntos. Tendrán pruebas, pero todo lo van a superar y...

En ese punto, Enya dejó de prestar atención. Aquello era una historia sin sentido, pero Erin parecía muy emocionada. Sin embargo, Enya no quería tener nada que ver con eso, así que le pidió irse a casa.

—Pero aún no termino con ellos —fue lo que replico —Y mamá no nos espera hasta dentro de dos días.

—Quiero irme.

Erin había planeado esa trama desde el nacimiento de Rose y no estaba dispuesta a renunciar fácilmente a ella. Pero Enya ya estaba desesperada por irse.

—Volvamos a casa —dijo antes de sentarse en el suelo —¿Para que vemos todo esto si ya te sabes la historia completa?

—Eres una aburrida... —le espetó Erin —Te juro que la próxima vez te dejaré encerrada en el granero de June.

—¡Bien! Solo un rato más.
Aquello la estaba aburriendo ¿Por qué la insistencia en seguir una historia que ya se sabía? ¿Que había de divertido en eso? Bueno, en lo que terminaba "la novela de Erin", Enya pensó en muchas cosas día y cuando al fin terminaron de seguir a Rose, y era hora de dormir, se acercó a su hermana e hizo una inocente pregunta.

—Nunca me harás vivir una de esas novelas ¿O sí?

Erin no tardó en responder:—No podría hacerle algo así a mi hermana menor.
Aunque claro, Enya no podría saber que le estaban mintiendo.

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