Las pesadillas de una madre

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Capítulo XII: Perder los recuerdos y mezclar realidades

Náuseas, benditas náuseas. Cada mañana era igual a la anterior.

La vida en Draconis podía ser monótona para Danielle. No había emociones que pudieran alterarla, no había aburridas reuniones con el consejo. Nada, ni siquiera podía salir de la pequeña provincia donde ahora vivía con su antiguo guardia. 

 Al menos, eso le daba la paz que en su anterior vida le había hecho falta. No tenía motivos para quejarse, tenía todo lo que siempre había querido y pese a que Tatsumi no era precisamente una persona perfecta, al menos podía decir que él podía curar toda herida emocional que los años pasados habían dejado en su débil sistema nervioso.

¿Quien hubiera dicho que aquella relación (cuyo aparente fin había llegado décadas atrás) volvería de forma inesperada? Danielle suponía que nadie, todos habían dado por hecho que ella volvería con su esposo después de que la guerra terminará, pero no volvió a él. Más bien, regresó con su amor de adolescencia.

 Aquella relación fue condenada por la mayoría de sus hijos, pero a Danny no le importó, había hecho una promesa con Tatsumi y esta vez no lo abandonaría por la presión que su familia ejerciera sobre ella. No se arrepentía de su decisión y unos meses después aquella relación les trajo la sorpresa de que una nueva criatura venía en camino. Solo que había un problema y era que ninguno de los dos deseaba un bebé más en sus vidas.

—¡Por la majka! —murmuró disgustada el día en que sostuvo la prueba de embarazo —Ya soy demasiado mayor para esto

 Eso era cierto, su edad ya no era la ideal para concebir otro hijo, las complicaciones serían enormes y no quería ni imaginarse como reaccionarían sus hijos mayores cuando se enterarán de aquello.

 

 

 

16 de… no recuerdo.

 

Vivir en Draconis me traía paz, todo era diferente a mi vida anterior y eso era algo que amaba. Podía pasar horas y más horas contemplando los cerezos, la primavera había llegado semanas atrás tiñendo de colores el mundo.

 La única preocupación existente era cuidar de los pequeños, educarlos para que no cometieran errores que llevaran a una nueva guerra y a pesar de todo el dolor que aun quedaba de la anterior, nuestro mundo seguía en pie. Con cicatrices y heridas profundas, pero en pie.

Mi embarazo nos llegó por sorpresa, bueno... no podíamos esperar otra cosa si en el celo olvidamos usar cualquier tipo de protección. Pero éramos felices con eso. Cada noche, Tatsumi tocaba la ocarina o el violín, decía que nuestro bebé necesitaba familiarizarse con la musiva que invadía nuestro hogar e incluso Alice estaba emocionada por su nueva hermana.

Hasta que todo perdió sentido.

Era una mañana fría, como casi todas las que componen el invierno. La nieve cubría los árboles de cerezos y parecía que la primavera no regresaría hasta unos meses más tarde. Para ese entonces su vientre ya estaba algo grande por el embarazo y estaba ansiosa por la pronta llegada de su última hijo. Él no era algo que Tatsumi y Danielle hubiéran planeado, pero aún antes de nacer ya los hacía amarlo.

 La mayoría de sus hijos ya se habían ido de casa; algunos trabajaban en Lindsey, otros habían regresado a Essex y algunos más estaban en Ávalon, Malaak o Shaitan por asuntos de familia. Los únicos que quedaban en casa eran Arthur, Demian, Alice y Mei, quienes aun eran demasiado pequeños para mudarse.

 Pero ese no es el punto; Aquel día despertó y no encontré a Tatsumi durmiendo junto a elka, al principio se preocupó, él nunca me dejaba sola en los días que podía estar en casa. Pero al recordar que su tiempo fuera de Lindsey había llegado a su fin asumió que quizás estaba preparando su maleta para irse. Así que después de unos minutos decidió levantarse para despedirme de él, pero al bajar al primer piso solo encontré su maleta «Quizás salió a caminar» fue lo que pensé. Decidí olvidar aquel asunto y fue hacia la cocina a preparar el desayuno de los niños, sabia que ellos se levantarían pronto por lo que debía darse prisa. Aún no confiaba del todo en aquellos supuestos sirvientes del clan Akyura por lo procuraba no requerir mucho de su presencia. 

 Cuando entró vi que alguien había llevado una canasta de duraznos y no se resistió a probar una de aquellas dulces frutas escasas en el invierno, pero que su bebé insistía en que fueran parte de su dieta diaria. 

 Al principio no paso nada, pero después de algunos minutos comenzó a sentirse mareada, como si algo venenoso hubiera entrado en su sistema y de un momento a otro todo se volvió oscuro.

 Días después desperté en una habitación blanca, ni sabia como había llegado allí. No recordaba nada, ni siquiera el como había llegado a esa cama donde estaba mi ahora debió cuerpo conectado a diversos aparatos los cuales impedían mi muerte. Al notar que había despertado, algunos doctores entraron rápidamente. Yo estaba aterrada, no sólo por la extraña situación si no porque no lograba reconocer a ninguno de ellos y temía por la vida de mi bebé.

—¿Donde estoy? ¿Quienes son ustedes? ¿Donde está Tatsumi? —fue lo que pregunté a aquellas extrañas personas que parecían revisar mis signos vitales.

—Majestad, todo estará bien —dijo una mujer de cabello oscuro —su pareja vendrá por usted.

—¿Está bien mi bebé?

 Por las miradas de los doctores pudo darse cuenta de que algo estaba mal, algo horrible había ocurrido y entonces, solo entonces lo notó: Ya no tenía ningún bebé dentro de si.

—¡¿Donde estoy?! —miré enojada a la doctora pero al final respondí a su pregunta —¡¿Donde está mi bebé?! 

 Eso hizo que los demás reaccionarán y uno de ellos —al parecer quien dirigía a los otros doctores —dijo una frase que no entendí en su totalidad, pero que rompió su corazón en mil pedazos:

—Majestad, lamentamos su pérdida...                     

 

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