Las pesadillas de una madre

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Capítulo XI: Discusiones familiares

No hay tiempo, debo escribir esto antes de que lo olvide. Estoy enamorada, pero no se como explicarlo, esto no es algo que hubiera sentido antes. Es diferente. Es como si no existiera incomodidad al estar entre sus brazos. Es como si su hermosa sonrisa lo fuera todo para mi. Como si no existiera el pasado y como si los recuerdos se fueran. Como si solo estuviéramos él y yo contra el mundo.

Es como si mi alma al fin tuviera paz y calor. 

Es como si por primera vez estuviera viva.

 

  

Escrito eso, la lastnik guardo su diario en el bolso y decidió regresar al palacio de su hija. Su camino fue corto, ya que se las ingenio para crear un portal hacia sus aposentos. Eh... no hay más que decir, ella esperaba que nadie hubiera notado su ausencia, pero en este mundo, dudo que exista ser más descuidado que la lastnik de paz, quien no notó a la muy despierta doncella que la esperaba con una agenda que debía cumplirse.

—¿Majestad? —preguntó la señorita Tanner mientras se levantaba del sofá —¿Donde a estado? Me tenía preocupada. 

 Al sentirse descubierta, las mejillas de la lastnik se cubrieron de un tono rojizo y tartamudeo: —Es... estuve con una amiga.

 Dicha respuesta no satisfago a Tanner, quien decidió ignorar su falta, quizás pensando que todo sería un asunto íntimo que la lastnik no quería compartir con ella. Por lo que abrió la libreta que siempre llevaba en mano y procedió a enumerarle sus actividades del día.

 Pero Danny no estaba de humor, la marca en su cuello ardía y sentía ansiedad por no estar cerca de su amado, así que le pidió a su doncella que dejara todo para el día siguiente.

—¡Pero eso es imposible! —exclamó Tanner —Hoy debe reunirse con la embajadora de Tenebris, tiene que revisar los presupuestos de Ávalon y sus hijos esperan una videollamada en quince minutos.

—Está bien, está bien —respondió dando unos pasos hacia atrás. Lo último que deseaba la pelirroja era trabajo, pero sabia muy bien que no podía escapar de eso último —llamaré a mis hijos, pero cancela lo demás —dio una mirada nerviosa hacia el baño y llevo una mano a su rostro —Tanner, en verdad necesito lavarme, ¿Podrías preparar todo? Sabes que no me gustan esos aparatos que usan los jóvenes.

 La señorita Tanner era considerada una mujer paciente, trabajadora y muy eficiente en sus labores. Desde niña, había demostrado ser competente incluso en áreas que no eran el servir a sus amos. No era impulsiva y para nada se metía en asuntos en los que no fuera requerida. 

Era lo que podía llamarse, una sacerdotisa excelente. Alguien en quien la lastnik Alessandra había podido confiar para cuidar de su única hija y quien muchos años después, se encargó de cuidar a todos los hijos de su ama. La única mancha es su vida, casi nadie la conocía, era como un secreto que Dorian nunca seria capaz de revelar y a su vez, era algo que la tenía atada con la familia Delacour.

 No daré detalles, a mi no me corresponde dar información sobre la sacerdotisa  Tanner, después de todo, fue culpa mía que adquiriera esa mancha sobre si. Aunque pensándolo bien, Tanner debió irse en cuanto obtuvo su libertad. Nadie esperaba que continuará al servicio de sus amos. Pero igual a nadie le sorprendió su decisión de quedarse, después de todo, la mayoría sabia de su devoción a  Danielle y no perdía nada con seguir sirviendo a los Delacour. 

Por eso mismo, cada mañana, exactamente a las siete, la doncella se encargaba de despertar a Danielle y prepararla para un nuevo día. Sus pasos hacían eco en los desnudos pasillos y su aroma a Hoshi atraía las miradas de todos los Kōri. Pero poco podía importarle, estaba bajo protección de la misma lasnik y aunque los guardias estaban tentados a tomar su sangre, debían reprimirse si no querían un severo castigo por su delito.

 Pero ese día, al llegar a los aposentos, encontró la cama tendida y sin rastros de que alguien hubiera pasado la noche allí. Espero unos segundos y estuvo a punto de entrar en pánico, hasta que vio la carta del samurái sobre el buro.

 No era su intensión leer la correspondencia ajena, como solían hacer el resto de las criadas, pero esa chica era su responsabilidad y debía saber en que estaba metida. Tanner sabia que Danielle pasaba sus celos con el guardia, pero nunca antes había tenido que esperarla. Pero esa mañana fue diferente y tuvo que tomar asiento mientras esperaba que ella llegará.

 Cualquier criada se hubiera escandalizado al verla sentada en el sofá de Danielle, pero para ella era algo normal. La lastnik madre nunca se preocupaba en lo que pensaran los demás y trataba a su única doncella como a una hermana menor, una hermana a quien podía pedirle que cuidara a los niños o que los llevará a sus clases. 

 Aunque la doncella también era muy lista y pronto se dio cuenta de la marca que su ama temía sobre el cuello, por lo que mientras ella tomaba un baño, busco algo a juego que pudiera cubrir semejante herida ante los príncipes. 

 Una vez que lo hizo,  busco el proyector y lo preparo para que estuviera listo al tiempo exacto en que la lastnik Danielle termino de vestirse. 

—Majestad, no olvide esto —dijo al entregarle una bufanda —estamos en época fría, así que sus hijos no dirán nada sobre ella.

—¿Sobre quien? —preguntó confundida.

—Sobre su marca...

 Danielle mordió su labio inferior al darse cuenta de lo descuidada que estaba siendo y acepto la tela, aunque de poco sirvió, pues la princesa Emma, quien siempre estaba al pendiente de todo lo que ocurría a su alrededor, pronto vio una pequeña herida que la bufanda había dejado al descubierto. 

—Eh... mamá ¿Que tienes en el cuello? —preguntó mientras fruncía el ceño al darse cuenta de lo que eso podría significar.

—Es una bufanda.

—Madre... a mi no me engañas, ¿que es eso?

—Emma, cuida ese tono...

—No, quiero saber quien se atrevió a morderte.

 En ese momento, Danielle se dio cuenta de que ya no podía seguir escondiendo la verdad y lentamente se quitó dicha prenda para revelar una pequeña serie de heridas que los colmillos del Kōri habían dejado sobre su blanca piel.

—¿Sabes? No soy una niña, soy tu madre y no puedes tratarme como si fuera tu hija.

—Madre —exigió enojada —¿No podías esperar a papá? Él dijo que aún te ama y que quiere otra oportunidad.

—¿Que has dicho? ¡¿Como que has hablado con tu padre?!

—¡Lo sabía! ¡Sabia que ibas a regresar con él! —gritó la joven Bonner —No sabes cuanto me alegro por ustedes.

—¡Calla, Bonner! Este asunto es entre nuestra madre y yo.

—Pero...

—¡Que guardes silencio! ¡¿No lo entiendes?! —gritó la nueva lastnik de Ávalon mientras su hermana gemela trataba de sostenerla para que no se hiciera daño —¡Nuestra madre se dejó marcar por un plebeyo!

—¿Pueden calmarse? —pidió Danny desde su asiento —No puedo creer que estemos a kilómetros de distancia, y estén peleando a través de una pantalla ¿es así como las crie? —se detuvo unos segundos para contemplar el rostro enojado de sus hijas y continuó —Es mi vida, ¿Y que si quiero estar con un plebeyo? Yo lo amo y no pienso dejarlo por alguna estupidez.

—¿Pero quien es y porque parece que Bonner sabe todo eso?

 Danielle estaba cansada, esa discusión la estaba estrenando y ella sabía que hacer eso no era buena idea con su resiente marca.

—Bien... Es Tatsumi, el guardia que siempre estaba conmigo.

 —No me agradas ni poquito —dijo Emma —No quiero que te toque con sus sucias manos de Kōri.

—Lamentablemente debo decir que el mensaje llegó demasiado tarde... —Bonner soltó una risa de burla y agregó —Hermana, todos saben que pasa su celos con él.

—Yo hablo por el ahora, lo de antes me da igual.

—Emma Sofia Isabella, mamá tiene necesidades y no es asunto tuyo con quien se acueste. Así que deja el drama y... —agrego al notar que Danielle estaba en silencio y totalmente roja —Madre, no te sorprendas, es algo de lo más normal ¿o ahora nos dirás que tienes tabúes con esos temas?!

—¡No me interesa dejarlo, Bon! Sé que no puedo evitar con quien mamá haga esas cosas indecentes. ¡Pero quiero dejarle en claro las cosas a ese plebeyo!

—¿Eh?... ¿Que han dicho? —Danielle sentía como la sangre se acumulaba en su rostro y como de un momento al otro quería huir de allí.

—Emma, lamento informarte que no tienes la autoridad para amenazar a los pretendientes de mamá, eso es su asunto y tu debes respetar sus decisiones. 

—Gracias hija —respondió Danny cubriendo su rostro con la bufanda que antes se había quitado.

—Correcto, pasemos a otros temas.

—Políticamente hablando, no. Pero sigo siendo su hija, y en ese aspecto, claro que voy a informarle lo que sea al estúpido guardia.

—¡Emma Sofia Isabella Delacour!

Como tu hermana mayor, te ordenó que dejes ese tema.

—¿Para que? ¿Para que le digas a nuestra madre que reducirás su pensión? 

 La mirada desafiante de Emma fue suficiente para que la propia Kaire decidiera dejar la habitación y los otros hijos, incómodos ante lo que estaba ocurriendo, abandonaron de inmediato la videoconferencia.

—¡Bien! ¡Al menos yo no recibí en mi palacio al monstruo que llamas padre!

—¡¿Que?! ¡¿Marcus está en Ávalon?! —para ese punto, la almohada había caído al piso y la lastnik madre ya no podía ocultar la sorpresa y la furia por las recientes noticias —¿Como es que van a reducir mi pensión? 

—Se te entregara sólo la mitad, la otra parte será destinada para organizaciones, mejoras en el país, y esas cosas que sirven para aplacar al pueblo.

—Bonner, te recuerdo que aún tengo niños que mantener...

Y Emma, lo que pasará con Tatsumi no es tu asunto.

—Tienes la otra parte de tu pensión, la que viene de Ávalon ¡Eso es bastante!

—A mí no me importa. Seguiré en contra del asiático hasta el final —dicho esto, la lastnik Emma apago la cámara y se retiró.

—Entonces reduce tus gastos, no me importa como le hagas, pero con mi pensión no te metas. 

 —No puedo reducir más gastos. Deje los viajes, hace una año que no renuevo mi guardarropa, deje de usar pieles auténticas y vendí varios de los autos que no se ocupan. Entiende, ¡A este paso tendré que dejar de comer!

—Ese no es mi asunto, yo le traje paz a tu país, lo entregue con una economía excelente y no es mi culpa que en cuatro años no hayas hecho otra cosa que no sea gastar.

—¡Solo la voy a reducir tres meses en lo que Essex recupera la estabilidad!

—¡Esa cantidad es un insulto! Con eso no podré mantener a todos mis niños, así que no vas a reducir mi pensión

—¡Todos recortamos gastos!

—¡Entonces quédense con su estúpido dinero! —gritó Danielle antes de tirar el proyector al suelo y romperlo. Terminando así, su vida como miembro de la realeza.

 

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