Las pesadillas de una madre

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Capítulo IV: Pérdida de dones.

Perder a tu pareja nunca es fácil, hay mucho dolor y los recuerdos son algo que parecen grabarse en la mente del alfa o omega que sobrevivió. La mayoría lo supera a los pocos años o meses, pero para quienes han sido marcados, cada segundo es más doloroso que el anterior y la mayoría prefiere rendirse a la muerte antes de esperar a que la marca se desvanezca. Solo los más fuertes logran superar todo, pero Danielle siempre fue más débil que los demás y desde el día que en que la pelirroja dejo su hogar, nada volvió a ser lo mismo. Eso podía notarse en la tristeza reflejada en su mirada o en la cantidad de tiempo que ahora le dedicaba a sus hijos, era algo obvio que una parte de ella había muerto junto con aquel castaño a quien había llamado su esposo... a pesar de las discusiones y la relación difícil de soportar que habían llevado durante años podía decirse que el cariño se había convertido en algo más con el paso de el tiempo. No, no hablo de amor pero si de algo parecido.

 No importaba el tiempo que pasara. El dolor era tan fuerte como el primer día en que Marcus se había ido de su vida, algo en ella no la dejaba resignarse a perderlo y pensaba en la forma de traerlo de nuevo a la vida... ¿Pero que podía a dar a cambio de el alma de su esposo? Las riquezas no eran algo que valiera para las majkas y solo una cosa podía ofrecer, así que aquel día, tomó su capa y se dirigió al santuario de Enya.  

 Era obvio que la majka no estaba, y varias musas la llevaron hasta el centro del lugar, donde una figura oscura parecía esperarla.

—¿Cual es tu petición? —le pregunto sin darle tiempo a hablar.

—Quiero a mi esposo vuelva —la voz de Danielle era cansada, como si estuviera a pocos segundos de rendirse a la muerte.

—De acuerdo ¿Pero que estas dispuesta a darme por él?

—Ofrezco mi Hanfod, prefiero ser una shibō a estar encadenada a este sufrimiento.

Enya no perdió tiempo y después de escribir un contrato, extrajo una gota de sangre de la mano de la pelirroja y con una pluma hizo que firmará con aquella misma sustancia. 

 Al firmar el contrato, Danielle sintió todo su poder irse...

—Mi trabajo aquí está hecho —respondió finalmente la majka  —.

Después de eso, se hizo a un lado dejando que el castaño regresará a este mundo, para después desvanecerse.

 

***

 

Marcus estaba en su agonía, decayendo cada vez mas, en un mundo lejos del terrenal, del cual los vivos no tenían control alguno. Caminaba como un humano muerto mas, sin importar lo que fue, o lo que era antes de morir. Sentía frío, la piel de él se encontraba opacada, llena de rasguños, azotes, mordeduras, y cicatrices, pagando cada uno de los actos impuros que cometió en vida, no podía expresar su enojó, la boca se la habían cosido con alambre metálico, los impuros no tenían voz, nadie la tenia. A lo largo de aquel caminó que recorría vio una luz. 

 «¿Qué es eso? Me recuerda algo familiar... ¿Qué será?»  La luz que él sentía sobre su piel pútrida, era cálida, con un olor dulce a primavera, podía recordar el cantar de los pajaritos por la mañana, extendió la mano derecha aún caminando como un muerto mas de la fila hacía el cielo oscuro de donde provenía aquella luz.

 «¡Eres tú! ¿Porqué lo habrás hecho? ¿Qué tanto habrá

sacrificado por mi? Pronto lo sabré...»

 La luz de un momento a otro, fue rodeando el cuerpo de Marcus, envolviéndolo en un destellar expansivo entre los demás, estaba ascendiendo, sabía cual su destino final.  "El portal ha sido abierto, y tú Marcus... Te levantaras entre los muertos, para recuperar lo que has perdido."

 Fue lo ultimo que escucho, traspasó una pared etérea casi transparente de un color verde celeste, el cual lo llevó hacía una pradera. La luz que emanaba desde allí era muy fuerte para él, que había estado en un lugar oscuro mucho tiempo. Tuvo que cubrirse ambos ojos alzando la palma de la mano derecha para cubrirse, sentía un cálida brisa que llevaba impregnada un perfume muy conocido para el, pisaba la grama verde, podía sentir ese cosquilleo en ambos pies. 

—¿Donde estoy? ¿Qué hago aquí? —pregunto él con incertidumbre, luego de traspasar la mortalidad, y volver a vivir para ver un nuevo día—Tú perfume... ¿Eres ella de verdad? No te puedo ver. Mis ojos son debiles... La oscuridad, si...

 Claramente tenía sus pupilas cerradas, casó obvio de que al abrirlas podría llegar perder el sentido de la vista, aún aturdido por el traspaso en el que fue sometido para llegar al mundo nuevamente, aún desnudo, sin algo que lo cubriera, no sentía timidez alguna, así que exclamo de una vez.

—¡Tú eres ella! ¿¡Como podría olvidarte!? El perfume que llevas impregnado es el mismo de aquella vez... ¡Cuando morí a tus brazos!

 La sorpresa era grande para la pelirroja. Después de meses sin su esposo había olvidado la orbe azul de sus ojos y lo dulces de su sonrisa, a pesar de la falta de ropa Marcus no parecía afectado por el tiempo en el mundo espiritual donde se torturaba a aquellos que habían cometido errores en su vida terrenal.

—¡Mi señor! ¡Ha vuelto!  —Exclamó y sin importarle la desnudez de el cuerpo del castaño acortó la distancia que los separaba para abrazarlo —No sabe cuanto lo extrañe.

Aquel seria un nuevo comienzo para ambos. Ni siquiera la distancia terrenal lo separaría de el, después de todo, ella ya había renunciado a su país y su hija ahora ocupaba su lugar. No sólo podrían gobernar juntos, sino también educar a los niños más pequeños que tenían y a su hijo o hija no nato.

Él no dudó en corresponder a su amada con los brazos abiertos en el mismo entonces que decidió abrir ambos parpados sin importar que tanto se quedara cegado por la luz que entraba desde los paramos del esté hacía la ubicación en que ambos amantes se encontraban, sintió un dolor agudo en la vista, pero no tanto como lo que había pasado en aquel infierno. 

—No imaginas lo mucho que he añorado este encuentro, mi pequeña Danielle. ¿Porqué habéis tardado tanto mi dulce amor? —Fue aquellas palabras las que él murmuró luego de rodear a Danny con la firmeza de su postura, mientras que dejaba en reposo el metón sobre la frondosa cabellera de su esposa, casi se le pudo denotar una lagrima de alegría por el hecho de que fuera Danny la que estuviera presente en su entrega.

 El silenció se había roto como un vidrio lanzado desde una altura de diez metros de alto, el destino le sonreía a Marcus, y él con gusto no podía esperar mas para regresar a ver los frutos de su cosecha marital, no se despegó de ella por unos diez minutos. Sentía que sí la dejaba por un instante, todo se perdería. 

 Elevó la vista distorsionada hacía el cielo, aún se asimilaba con la naturaleza, se veía distraído por ese simple hecho, el cantar de los pajaros silvestres, el olor dulce de Danny le atraían la nostalgia de los recuerdos lindos de su vida pasada.

—Lo lamento tanto.... debi pagar por el rescate de tu alma desde hace tiempo pero simplemente no podía. No sabía que me iba a pedir el guardia de la puerta así que no podía arriesgarme a que pidiera el reino y dejar a los niños sin la herencia porque la que ambos sacrificamos parte de nuestras vidas. Se que fue una mala decisión y que pude evitar que pasarás más tiempo del necesario en el otro mundo pero el precio por un alma era caro. Aun así no pude esperar a que transcurrieron tantos años para que el se viera obligado a dejarte salir de ese mundo. Solo espero que me perdones.

 No podía evitar los sollozos al recordar lo que había sido vivir sin la esperanza de volver a verlo. Las lágrimas rodaban por sus mejillas porque a pesar de todos los errores cometidos en el pasado, a pesar de las decepciones y discusiones Marcus era su alfa y el padre de sus hijos. ¿Que les deparaba el futuro ahora que ya no era la poderosa lastnik de Essex? No lo sabía pero estaba segura de que no importaba, siempre y cuando lo tuviera a su lado todo estaría bien. Que importaba lo que su abuela dijera cuando se diera cuenta de que renunció a su poder por amor, que importaba la opinión de el resto de el mundo si lo tenia a el. Absolutamente nada. El era el dueño de el corazón de la pelirroja.

—No debes lamentarlo, mi querida Danny. He regresado... No entiendo que has dado, para tenerme antes del tiempo pactado. Se que quizás no lo vuelvas a recuperar, pero lo que si has recuperado es mi alma, mi cuerpo, mi esencia de ser —La apretó mas aún, con mas fuerza e intensidad, él podía sentir el cálido respirar que chocaba en contra de su desnuda piel que provenía de Danny, cerró los ojos nuevamente para ver si era real o era un sueño, soló estaba en una pesadilla mas de vida... El reencuentro con ella, era una de las cosas que mas llego a ansiar en la muerte, le mantenía un poco de su maltrecha humanidad vacía.

—Pellízcame cariño. Siento que no es real... Tanto tiempo he pasado allí—Fue lo que murmuro con desesperanza, esperando que ella lo despertara con el mas gusto que ella podría darle, el día se acercaba a su final y ambas parejas estaban desolados en un páramo cognitivo adentro de un bosque mágico e ilusionista.

 Ansiaba que ella lo hiciera, pero una ventisca fría le zurró detrás en su espalda baja, lo cual le precipito un escalofrió que le recorrió todo el cuerpo, volviendo su piel de gallina, sabía que debió pedir su ropa desde el primer instante, pero lo hizo en esta ocasión, aún guardaba cerrados ambos ojos, mientras el tiempo era el único vidente de su re—encuentro, con ello el Sol cayendo por el esté, y la luna saliendo desde el norte.

—Todo es real mi querido alfa. Absolutamente todo.

 Estaba ansiosa por llevarlo de nuevo a casa y comenzar aquella nueva vida pero antes de anunciar su regreso tendría que dar muchas explicaciones a su familia. No sólo no había esperado a que llegara el tiempo adecuado para que todos aquellos que se encontrarán en el otro mundo volvieran, también había renunciado a todo aquello que alguna vez fue lo mas importante en su vida: sus dones, su poder, su reino... no se arrepentía de su decisión pero más tarde quizás lo haría. Ahora no podría proteger a su familia. No podría cuidarse a si misma y no podría ser libre de las cadenas que ahora la mantenían en Avalón, el reino donde nunca había querido vivir. Sin duda tendría mucho problemas con su abuela quien durante toda su infancia la había presionado para superar cada una de las dificultades que había tenido para dominar los dones... aun años después recordaba aquellos duros entrenamientos durante los cuales veía a su hermano jugar mientras ella tenía que dominar cada sección de su propia aura espiritual.

—Cariño. Debemos irnos, ya esta a punto de oscurecer —dijo la pelirroja al notar que el castaño se estremecía por el aire frío de el oscuro bosque de pinos. Hasta ahora no había notado la desnudez de su esposo así que después de deshacer el abrazo recogió la capucha negra que había usado debido al frío y se la dio para que se cubriera.

 Él no dudó en abrigarse con aquella capucha color negra, la cual se colocó encima y le llegaba hasta sus rodillas, aun descalzo no era dificultad para el caminar así, terminó con una apariencia anónima, el frio se llego a disipar en un el mismo instante que se sobrecogió a la manta gruesa de tela, dio dos pasos hacía detrás abrió los ojos a su máximo y luego los volvió a entrecerrar, la luz ya no era un problema, podía ver con toda claridad, disfrutó del paisaje en ese ultimo instante, donde su amada le invitó a irse de allí y marchar hacía el castillo que una vez lidero como Naslov junto a su Lastnik, donde había dejado muchos legados de los cuales pocos andan en vigencia, no sabía lo que en realidad pasaría una vez que llegaran así que solo asintió con la cabeza diciendo "Si" no murmuró nada, solo esperaría a seguirla por aquel laberinto fauno hacía lo que el creía, un vehículo móvil, un carruaje o algo parecido. 

 Tenía la mirada al frente, la frente en alto, pisaba fuerte, se sentía decidido, tenía cantidades de cosas en mente que prefería mantener oculto, no esperaba explicaciones para todo lo que pasó en su ausencia, era caso obvio que iba a revolucionar varias cosas una vez llegara a su cargo destinado, en el rostro de Marcus se pudo observar la sonrisa que cambiaria todo, y todas. Era el momento, era el ahora. Así es que lo pensó.

 «Dejemos que ella se encargue de todo, no renegaré de lo que ella diga. Sera la Lastnik y yo su Naslov.... Mentiras, mentiras...»

 Luego de ello dio un profundo suspirar, agachando la cabeza, para luego elevarla y precisar a su lastnik, aun manteniendo la sonrisa, cerro los ojos al mismo instante que movió su cabeza hacía el lado derecho para decir en un tono alegre:

—Vamos mi amor ¿Qué esperamos? Aquí me podrían salir raíces y créeme que para eso no soy bueno —soltó un par de carcajadas seguido de ello.

 Después de que terminara la alegría inicial de tenerlo de nuevo con ella, la pelirroja estaba escéptica sobre si había sido buena idea ceder su aura. Y después de que dejó sus lloriqueos llego a la conclusión de que debía volverse un ser fuerte e independiente, no solo eso. Ella debía gobernar a todos los seres que una vez la rechazaron y darles muerte lenta y dolorosa, durante la cual ellos pedirían piedad. Pero en fin, ya no cumpliría su objetico. Había renunciado a su misión de vida por la emoción más insoportable y aun mas dolorosa que la tortura planeada para sus víctimas: El amor. ¿Pero de verdad sentía eso por su esposo? Ahora no estaba segura, quizás no fuese amor. Quizás fuese una auto dependencia destructiva lo que la había llevado a cometer un grave error. Quizás había arruinado su propia vida por un simple capricho.

 Al ver que Marcus estaba listo para regresar a el castillo las dudas aumentaron. Ahora ya no podría ser la misma Hoshi independiente que siempre había sido, ahora estaría a merced de las decisiones de el. Tendría que ser la esposa ejemplar que no era. Pero aquello tendría algo bueno ¿O no? Podría dejarlo que guiara el país mientras ella se encargaba de sus pequeños. 

Trato de sonreír al escuchar la broma personal de el y asintió: —Vamos mi señor, he dejado al señor Green esperando junto a el camino.

 No dejaba de mirar hacia el horizonte esperando que el tiempo resolviera sus dudas. Tenía miedo de que todo saliera mal, sin sus dones no podría proteger a sus niños y dudaba de que su esposo en verdad hubiera seguido entrenando después de ser coronado como naslov de Ávalon. Pero no había marcha atrás, nunca más tendría sus dones y tendría que confiar en el futuro.         

 

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