Las pesadillas de una majka

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Capítulo V: Abuso.

21 de marzo, año 1811 

Tenía ocho ciclos cuando perdí a mi primer hijo, el dolor aún es grande y se que nunca podré olvidar del todo el día de su nacimiento. Una noche antes, el naslov me había requerido en su habitación pese a tener casi embarazo a término, para ese entonces ya estaba acostumbrada al dolor y a todo lo que estar con el implicaba, pero esa noche el fue excesivamente cruel, no le importaron mis súplicas ni mi llanto, incluso parecía que verme así le excitaba más. Como si en lugar de un corazón solo existiera un hueco en su pecho. 

 Solo diré que cuando terminó conmigo, una de las doncellas tuvo que llevarme ante la curandera porque aquella noche, justo cuando mi guardiana estaba callada y todos dormían, aquella noche comenzaron los terribles dolores que una mujer siente al dar a luz. 

 Todo fue tan horrible, que al escribirlo aún tiemblo de rabia al recordar que Farid sigue vivo y probablemente siga arruinando vidas,  sin importarle nada más que su propio placer. Yo se que no puedo hacer nada, salvo esperar nunca volver a verlo.

 Cuando perdí al segundo —una pequeña niña albina —pensé que todo sería diferente, que no dolería tanto su pérdida, pero me equivoque; Dolió mucho más que perder al primero. Tampoco fue diferente con la tercera, ni mucho menos con el cuarto. El quinto, el quinto fue el que sin duda me cambio la vida, y es que esa niña nació viva y me fue arrebatada. Todas esas pérdidas dolieron como si una parte mía fuera arrancada y aunque pasen años, jamás los olvidaré. 

 Hoy día todo esta bien en casa. Las noches son frías y muy solitarias ¿Pero que puedo decir? Después de una larga temporada con el naslov, cualquier cosa es mejor que ser una concubina suya. 

 Mis ideas en estos días están enloqueciendo, escribo y escribo, pero al revisar los párrafos siempre veo un patrón y es entonces cuando me doy cuenta que los delirios vuelven, que unas voces se apoderan de mis acciones y me obligan a hacer cosas que no quiero. Pero Tatsumi dice que estaré bien y yo confío en su palabra. Él siempre cuida de mi como lo hacía Dorian, siempre está al pendiente de lo que necesito, a él lo amo y solo por eso, solo por esa sencilla razón me quedaré a su lado. 



08 de mayo, año 1811 

Mis delirios han vuelto, ya no me siento a gusto escribiendo todo esto. 


12 de julio de 1811. 

Se que pasaron meses desde la última vez que escribí en tus hojas, pero no podía avanzar, me doy asco por lo que pasó en el harén y todo lo que conllevaba ser una de las favoritas. Mi primera noche fue un asco, todo mi cuerpo dolía, tenía moretones y un que otro rasguño. Siempre creí que las cosas pasaban por algo, pero conocer la maldad de esa forma fue lo peor que me pudo ocurrir. 

 Durante los siguientes veinte años, pase por su habitación en repetidas ocasiones, aprendí a disfrutar todo lo que el hiciera sin importar las dolorosas posturas, aprendí a disfrutar el dolor y confundirlo con placer, a veces incluso parecía que deseaba que él me llamará y que me tomará sin hacerme esperar. Era comparable a una adicción y una enfermedad sin cura, como si una parte de mi dijera que me merecía todo eso por mis errores pasados. 

 Con forme pasó el tiempo me adapte a su modo de vida, a todo lo que implicará esa cultura. Descubrí la belleza en las cosas sencillas y en lo que significaba servir a otra persona, también aprendí a bailar, a leer en su idioma y sobre todo, a escuchar a otros, eso último a consecuencia de que no fui la última niña vendida o regalada a ese hombre. Vi a otras pasar por el tormento de ser nuevas en el harén, curé algunas heridas y varias veces me ofrecí a tomar su lugar para que al menos tuvieran algunas noches de descanso. 

 También conocí personas con historias tristes a quienes sus familias habían entregado por tener el honor de tener a alguien cercano al naslov. De ellas aprendí a valorar a mi madre y su constante interés por estar presente en mi vida.

Pero no todo en aquel palacio fue malo y aunque la mayor parte de el tiempo debíamos estar en silencio, no negaré que disfrutábamos de nuestras horas libres, reíamos, hablábamos de nuestro pasado he incluso formamos amistades que solo la muerte pudo romper. 

Los días de fiesta, se permitía que los niños de las concubinas visitarán a sus madres y un bullicio llenaba el aire, me encantaba verlos correr por los jardines y lo felices que parecían mis compañeras con solo tenerlos unas horas. 

 Mas en mis planes no había estaba el deseo de tener uno, pero el destino es cruel y lamentablemente, perdí a todos mis hijos. Aún así, nunca podré olvidarme de ellos y aún recuerdo cuando me dieron la noticia de que sería madre por primera vez. 

 En aquel momento no podía procesar nada, todo me daba vueltas y lo único palabra que tenía sentido para mi era esa que me decía que una parte de ese hombre estaba dentro de mi y que nunca podría separarme de ella, sentía miedo, mucho miedo. Mas miedo que la primera vez que el me había tomado, como si el terror de las noches en que me llamaba no fueran nada comparados al hecho de tener un hijo suyo, el cual, al crecer se convertiría en un monstruo como su padre. 

 Pese a todo, puede decir que ver a mi niño fue suficiente para no querer alejarlo de mi. Sin embargo, la diosa no escuchó mis súplicas y aquel pequeño murió en mis brazos. Su aspecto fue lo que más me dolió; su cabello era blanco y sus pequeños ojos habían resultado ser de color azul claro. También su piel era blanca, pero no de un tono normal, el niño no era un albino, más bien su piel tenía color de la nieve acumulada en aquellas zonas frías del norte de Aciem. 

 Cuando él nació, yo solo tenia un año en aquel harén, mi cuerpo aun no estaba listo para retener a un bebé y eso provocó un parto prematuro que resultó con la muerte de mi hijo. 

Farid ni siquiera se dignó en darle un nombre, eso me dio igual, pero antes de darle sepultura, lo llamé como a la única persona que un amaba y a la que el niño hubiese podido parecerse; mi padre. 

 Después de eso, perdí a más niños. Fueron años difíciles y de soledad hasta que di a luz a la única hija que sobrevivió al harén. Con ella, el parto fue igual de largo y complicado como había sido el de Ichiro, tampoco era tiempo para que mi hija naciera, solo era una cosita frágil, pequeña, indefensa y a pesar de la forma en que había llegado a este mundo no pude evitar amarla durante cada segundo en que la tuve en mis brazos. Sus ojos eran azules pero no parecían los de su padre, su piel era morena y su cabello era negro como el ébano. Las personas que nos veían juntas comparaban mi cabello rojizo y la piel blanca pensando en lo imposible probabilidad de que fuéramos madre he hija. 

 Se que los años pasan, pero nunca puedo dejar de hacerme preguntas ¿Cómo será mi niña? ¿será igual a su hermana? Supongo que pronto tendré respuestas, todas mis esperanzas van hacia el día de resurrección, ese día mi pequeña familia por fin estará completa y pese a todo este dolor, volveré a ser feliz. 





No quiero arruinar tu lectura, se que esperas algo feliz en las próximas líneas, pero esta aventura apenas comienza. Porque antes de pasar al desenlace, debes saber que la diosa nunca le regresó a su bebé, y que Danielle pasó años lamentándose. Se volvió una mujer fría como el hielo, su corazón se cubrió con una armadura de piedra y solo así surgió la lastnik  de paz. Porque al perder todo lo que una vez amó, sus mejillas no volvieron a cubrirse de rojo, de su guardarropa no se volvió a ver una sola prenda que no fuera blanca o negra y durante siete ciclos permaneció junto a un hombre que disfrutaba de hacerla sentir la peor de las omegas.

Y aunque en sus diarios varias hojas fueron arrancadas y pérdidas, algunas quedaron en medio de las que no. En ellas, Danielle escribió su pensar sobre el bebé Ichiro;



Se que mi hijo no tenía la culpa de nada, duele no tenerlo en mis brazos, es como si algo me faltará, como si no tuviera algo por lo que vivir más que cuidar que mi historia no se repita. 

No quiero que alguien más viva lo que yo tengo a diario, mi pequeño no merecía ese fin, no merecía pagar por el pecado de su padre, el debía ser un niño dulce y con el tiempo, convertirse en un adolescente que viajará por los países conmigo mientras me sacaba canas verdes con los filtreos que haría con las hijas de los naslov, pero alguien decidió que no merecía tenerla en mis brazos. Él merecía una vida mejor, pero tuvo una madre idiota que debió escapar de aquel encierro para salvarlo de ese destino tan cruel que tuvo. Ahora que estoy sola, solo pienso que debo seguir esperando que llegue el momento para reunirme con él.

No estoy diciendo que mi niño debía vivir todo el dolor de crecer en el harén, es solo que me sentí muy culpable al perderlo. Quizás un aborto temprano hubiera disminuido el dolor, pero nació muerto y con mis propias manos lo enterré en el jardín. Aún así, eso fue lo mejor, solo que en ese tiempo no lo entendía, porque al principio de mi embarazo, yo tenia miedo, asco por la vida y la única opción viable era culpar a la pequeña cosa que ahora formaba parte de mi, a ella le endilgaba culpas que no debía cargar y fueron esos reconocerse lo que me hicieron desear la muerte del bebé. 

El día que nació mi pequeña fue uno de los días más felices de mi vida. Ella llegó mucho después de Ichiro, y no me importó que Farid tuviera que visitar mi habitación para nombrar a la niña, pero ver como el la cargaba me dio miedo, aún era demasiado frágil como para que ese monstruo pudiera lastimarla. 





—Tú nombre será Hadassa. 

 Aquella palabra fue lo único que a lo que puso atención la pelirroja, después de eso esperó pacientemente a que la pequeña le fuera devuelta. Todavía parecía muy joven, pero ya no tenia esa inocencia típica de la edad, ahora su rostro mostraba una madurez poco común y pese a los años de abuso aún conservaba su belleza exótica, típica de una extrajera. 

Se que es difícil de entender como alguien puede aceptar ese destino y el porque no intervine en esos asuntos, pero debía haberlo, era necesario para que el resto de mi pequeño universo conociera la verdadera naturaleza de estos seres que dominan nuestro mundo. 

 También paso algo de lo que no me enorgullezco y es el que Danielle fue llamada a los aposentos del naslov pocas semanas después de que diera a luz, teniendo que soportar todo aquello para asegurar el futuro de su hija. En una de esas ocasiones, quizás debido a que ahora sus noches con el monarca habían disminuido —debido al difícil embarazo y al laborioso parto —volvió a contemplar la misma escena que casi un año antes había presenciado; Otra niña era sacada en brazos de las doncellas que en tiempos pasados la habían entregado a ella. 

 Por un momento tuvo miedo de pensar en el futuro que le esperaba a su pequeña y quiso irse de aquel lugar, más sabia que eso seria imposible; todo aquel palacio estaba lleno de guardias que tenían la orden de no dejar escapar a las niñas y mujeres que habitaban el harén. Al entrar a la habitación casi dudo que saludo debía dar hasta que al fin lo recordó. 

—Buena noches, mi señor. 

—¿Puedes creer lo débiles que son los shibō? De inmediato, en cuanto notó que la menor había entrado, hizo notar su sentir mientras mantenía la vista en el horizonte del país donde ha de erigirse como la máxima autoridad. 

—Viste a la niña ¿Cierto? Muy probablemente no pase de esta noche. 

No importaba que aquel diálogo fuese sobre la vida de una inocente infante arrebatada a sus padres, ni que su vida estuviese por terminar o peor aún, que fuese a causa de las continuas violaciones acaecidas durante la madrugada reciente. 

Todo eso le daba igual, lo mismo; Aquella chiquilla solo representaba una pésima inversión y una vergüenza pues aquel jerarca no conciba un error tan grande de su parte.

—Eso es lo que pasa cuando exiges noches de descanso, mi niña. Todos la pasamos muy mal.  

 Lentamente se dio la vuelta, empezando a caminar rumbo a la infante, sin prisa alguna, extendiendo después su mano para acariciar los cabellos rojos con los que jugueteaba al entrelazar sus dedos, siempre ornamentados, con estos hilares rojos.

—Anda, no perdamos más tiempo.  

 No necesitaba decir más, ni menos. El gesto de sus manos, de su voz, solo eso bastaba para ejecutar una orden implícita de lo que Danielle debería hacer. Pero a pesar de los años, la pelirroja aún no se acostumbraba a semejante crueldad. Una parte de ella, una muy pequeña parte, aún esperaba que aquello solo fuera una broma algo cruel y no la absoluta verdad sobre la muerte de una niña pequeña, alguien quizás demasiado delicado como para tomar el puesto que por alguna extraña razón había ganado desde su primera noche con el monarca. 

 Al escucharlo pensó en quejarse, pero se retuvo de hacerlo, no por miedo, este se había ido tiempo atrás, si no porque sabia que toda palabra suya seria tomada como algo irrelevante para su amo. Así que solo se limitó a "disculparse" por la petición que había hecho algunos días atrás. 

—Le pido me perdone, cometí un grave error y no volverá a ocurrir —mordió su labio inferior antes de pronunciar aquella difíciles palabras dirigidas para quien ella solo consideraba un asesino despiadado. 

 El sentir sus manos sobre ella era algo a lo que si estaba acostumbrada, aunque aún quedaban ciertos vestigios de resentimiento que le impedían no sentir rechazo hacia ese "Ser". 

Ella sabia lo que le seria exigido, tenía la experiencia suficiente como para conocer todos los caprichos de su amo. No podía negarse a ninguna orden de su amo, tampoco podía quejarse de las formas bestiales en que usaba su cuerpo y aquella noche no fue la exención. Cuando el monarca le ordenó retirarse —después de algunas dolorosas sesiones más dentro de ella —Danny no podía levantarse, su cuerpo dolía, más precisamente su entrepierna, pero mordiendo su labio inferior había encontrado la fuerza suficiente para hacerlo. 

 Mientras hacía el recorrido hacia su habitación, la pelirroja notó algo raro en las doncellas que la escoltaban. Siempre surgían conversaciones amenas donde ella se informaba de lo ocurrido fuera de los muros, pero ahora todo era silencio entre ellas, como si la muerte estuviera cerca, como si un peligro inminente se acercará, los rostros de aquellas mujeres estaban endurecidos, sus ojos estaban rojos en un indicio de que todo aquella mañana la habían pasado llorando. Mas prefirió no hacer preguntas y así fue hasta que hasta que la señorita Buthayna —quien se encargaba de instruir a las chicas en el protocolo palaciego —se cruzó con ellos mientras de sus ojos solo brotaban lágrimas. 

—¿Que esta pasando?—preguntó la pelirroja a su profesora —¿Porqué todos lloran?

 La joven morena no pudo responder y negando, esquivó a la pequeña comitiva de doncellas. 

—El Zaščitni Hashim… —contestó una de las jóvenes cuando la profesora estuvo a cierta distancia —el Zaščitni Hashim a sido condenado a muerte —se notaba la pena en su voz, como si ella también estuviera perdiendo a un familiar. 

—¿Pero porqué? —preguntó sobresaltada mientras mantenía su mirada puesta en ella. Aquel joven era una buena a persona, demasiado atento, pero no de la forma en que fuera incómodo, era educado, y en ocasiones se le había visto jugar con los demás niños, incluso con la pequeña Hadassa mientras Danielle los veía su lugar al fondo del salón —¿Porqué quieren matar al heredero?

—Uno de los oficiales dice que descubrieron una conspiración y que él era quien la dirigía, así que nuestro amo a dado la orden para que le den muerte en unas horas.  

 Nadie esperaba eso, Hashim siempre había demostrado ser el favorito del naslov y aunque aquel hombre no soportará a los niños, podría decirse que con él había hecho una excepción. Incluso podría decirse que había demostrado favor al permitirle entrar al harén siempre que quisiera solo para ver a su madre, pero al parecer los privilegios habían llegado a su fin. 

 El rostro de Danielle mostraba una gran pena, pero nadie estaba listo para lo que ocurrió esa tarde; Horas mas tarde el país se enteraría de la masacre que el propio naslov había ordenado, la cuál era: Maten a todos los herederos, no dejen a ninguno vivo. 

 Pero mientras tanto; el grupo continuó con su andar hacia el gran recinto, y al llegar contemplaron una escena algo extraña; Había guardias por todo lados, incluso la puerta tenía a dos guardias apostados para impedir la salida o entrada de cualquiera que quisiera ingresar.

 Mas la escena más extraña fue la que encontraron en la pequeña sala común de las concubinas; aquellas mujeres estaban reunidas en torno a un diván y una de las criadas sostenía un pequeño bulto, tardó dos segundos en reaccionar y reconocer a su hija. 

—¡Por la majka! —gritó por la sorpresa en aquel idioma maternal que ya casi había olvidado —¿Qué tiene mi pequeña? —preguntó cuando la sostuvo en brazos y comprobó que su temperatura estaba por los cielos. 

—La niña se está... —contestó una mujer con voz apenada —está enferma y no tenemos la cura. No es tu culpa, solo pasa y nada podemos hacer para evitarlo. 

 Aquello era demasiado evidente, la pequeña estaba pálida, sus labios y mejillas no tenían color y la temperatura parecía subir, aquellos hizo que la pelirroja reconociera los síntomas del vastatio, algo para lo que en Essex ya había curado pero no podría conseguirla por su condición de esclava. Pero fue entonces cuando su ya conocido espíritu protector hizo acto de presencia como hacía cada vez que era necesario. 

 “Llévala con la curandera, ella sabe como salir de esta prisión” 

La voz en ella ya no era dulce, también se había endurecido con los años y la mayor parte del tiempo ya no estaba a lado de Danielle, parecía como si odiara su trabajo y despreciará el destino al que estaba condenada la niña que estaba a su cargo. 

 “¿Como...?” Danielle intentó cuestionarla pero solo recibió un regaño. 

 “Solo hazlo” 



Intentó salir, pero los guardias no me lo permitieron. Tenían ordenes estrictas que Farid les había dado personalmente, en mi desesperación comencé a gritar y fue entonces cuando una voz vino en mi auxilio:

—Alí, la bebé ya esta muriendo, permite que al menos la curandera la revise.

—Pero Alteza… Su hermano me a pedido… 

—Yo me encargaré de el, tu deja salir a la niña. 

Aquella mujer era la señorita Buthayna, aún en la desesperación de perder a su prometido estaba dispuesta a ayudarme, pero en esos momentos tenía miedo de perder a mi pequeña y podría decirse que corrí tan pronto me permitieron abandonar esa habitación. hacia la enfermería con ella en brazos. Al llegar solo vi a la curandera preparando unas hierbas, pero cuando me vio con la niña en brazos no dijo nada, solo buscó algo en una caja de madera y me la entrego. 

—No estoy segura si aún funcione, la recibí de un hombre hace años y cuando descubrí para que servía ya era demasiado tarde para huir, el hombre dijo que la rompiera cuando estuviera lista para irme, supongo que es todo lo que debes hacer. 

—¡Por la majka! —exclamé sin poder evitarlo —¿como es que sabe a lo que he venido? ¿como obtuvo esta cosa? ¿como se llamaba el hombre que se la dio? —examine la pequeña barrita de metal como si no pudiera creer que la tenía en mis manos. 

 Era una de las agujas que mi padre había creado años atrás, se veían como objetos simples, pero eran portales que podía ser creados con solo romperla o concentrado la suficiente energía en ellas. También eran el hechizo más sencillo que podía usarse para escapar, pero mi padre había elegido a Sam como la siguiente portadora de sus secretos. Pensando que quizás ayudarían a Jacob a escapar de todos los problemas que creaba. 

—Esas... Esas son demasiadas respuestas para tu propio bien —respondió la curandera y añadió con amargura —Hay cosas que no debes saber, ahora vete antes de que me arrepienta. 

Sabía que no ganaría nada tratando de sacarle respuestas, así que después de ver la carita de mi niña comprendí que debía irme, tenia que volver a casa y enfrentarme a mi madre, no importaba si me desheredaban, lo único que tenía que lograr era conseguir la pócima que le salvaría la vida aquella cosita que dependía de mi. Rompí la aguja y fue como si todo se oscureciera por un segundo, después sentí el aire fresco de Essex y al abrir los ojos me encontré en el mismo bosque donde había pasado casi toda mi infancia. 

Dicen que nada es más refrescante que la libertad después de un cautiverio y tienen razón, nada es más refrescante que el sentir la hierba en tus pies después de años de solo pisar las alfombras y los fríos pisos de mármol, es como si por un momento quisieras correr y nunca detenerte, como si el mundo fuera más amplio de lo que es y como si una infinidad de posibilidades estuvieran enfrente de ti. 

Mis ojos no se acostumbrados a la luz excesiva y tardé varios segundos en reconocer a la figura que estaba a unos metros de mi.

—¿Papá?                    


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