ᴠʟᴀᴅɪᴍɪʀ ᴠᴇʀᴍᴇʟʜᴏ
ᴘᴀʟᴀᴄɪᴏ ᴅᴇ ʀʜᴏꜱᴡᴇɴ
No podía acabar con la presión que le atormentaba el pecho y la mente. Desde la partida de Perséfone, había sido sencillo enterrar sus sentimientos y ocultarlos en lo más profundo de su ser. Aprender a vivir con dolor no era parte de su diccionario, y el tener tan cerca a su primer amor, le hacía recordar la amarga sensación de los años más felices de su vida. Todo estaba cambiando, y la poca ilusión de control que le quedaba al joven rey, se le estaba escapando de las manos.
Sabía dónde estaría su esposa después de la terrible imagen plasmada en los panfletos. Después de todo, amaba cada parte de ella, incluso la que estaría furiosa con él en esos precisos momentos.
Apenas captó la silueta de la castaña, supo que sería una conversación complicada. Se aproximó lo suficiente como para que se diera cuenta de su presencia.
—Rouhi...— Estiró el brazo, buscando su toque, pero de inmediato sopesó la situación y supo que era mala idea.— Por favor, hablemos.
Melek Delacour Özvik
Había esperado pacientemente, poniendo la mesa como siempre lo hacía, con el corazón apesadumbrado por el conocimiento de lo que había descubierto, un familiar aroma se esparcía por la habitación, cortesía de su mezcla de té personal, uno que ya por años había sido compartido.
Cuando la puerta se abrió con un sonido, apenas audible pero que sorprendió a la pelinegra en medio de su ensoñación y Vladimir entró, a Melek se le cortó el aliento en la garganta. Vio el tormento en sus ojos, el mismo dolor que había estado carcomiendo su propio corazón. Esta sensación no le gustaba para nada. ¿Cuántos años habían pasado desde la última vez? Muchos. Ella sonrió con amargura al recordar que _Persefone_ también había sido su tema de conversación la última vez.
Sus manos temblaban levemente mientras terminó de poner la mesa, sus movimientos mecánicos y precisos, ella prefería hacer tales cosas ella misma, sentía que era más personal, una rutina a la que se aferraba para tener cierta apariencia de normalidad, y en momentos como este, agradecía el no tener tantos oídos indiscretos alrededor.
“Rouhi”, Melek casi vaciló, casi. Pero a este punto Vladimir merecía sufrir, al menos un poco.
La voz de Vladimir era un susurro suave, casi inaudible, sus pasos vacilantes mientras se acercaba a la mesa. "Por favor, hablemos."
Las manos de Melek se detuvieron y sus ojos morados se encontraron con los de él con una mezcla de dolor y un rayo de esperanza. Podía ver la lucha en su mirada, la misma lucha que ella había estado librando dentro de sí misma. Pero el peso del momento la detuvo. Respiró hondo y su pecho subía y bajaba con esfuerzo. Los dos asientos a la mesa estaban lado a lado, una demostración física de cuán cercanos se habían vuelto, como habían cambiado desde la primera cena donde se habían sentado en cabezales contrarios.
—“¿Cuando?– Al colocar el último plato sobre la mesa, Melek finalmente habló — ¿Cuando la trajiste? ¿Cuando planeabas decirme? ¿Pensabas incluso hacerlo? No creí que me tuvieras tan poco respeto.
Su voz se quebró ligeramente y la fachada de calma se desvaneció.
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Vladimir Vermelho
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Diana Vermelho
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